Con permiso de los aficionados cataríes y ecuatorianos, el partido inaugural del Mundial se había convertido en todo menos un acontecimiento ilusionante. Un hecho a todas luces noticioso, pues cada cuatro años la apertura de la Copa del Mundo acostumbra a estar rodeada de brillo y emoción. No en esta ocasión. Quién sabe si por todo lo que ha rodeado al torneo de los petrodólares, corrupción y muertes en enormes dosis; o por el nivel de los contendientes, pues en el majestuoso y elegante estadio Al Bayt se vieron las caras dos de las cuatro peores selecciones, atendiendo al ranking FIFA, que compiten en el campeonato. Claro que visto el desempeño del encuentro parecieron medirse la mejor, Ecuador, contra la peor, Catar. Por si fuera poco, el partido deslució la jornada inaugural, si es que esta tuvo brillo en algún momento. El conjunto suramericano se hizo acreedor del triunfo al mostrarse muy superior al combinado asiático, hasta el punto de que el 2-0 final fue un corto premio al desempeño de unos y otros sobre el verde.
Se gustó Enner Valencia, autor de los dos tantos, mientras Catar se estrellaba una y otra vez contra su incapacidad, para desesperación de su técnico, Félix Sánchez, al que las cámaras enfocaron una y otra vez. Ni media sonrisa se le escapó al catalán. No halló motivos para ello. Pese al baño futbolístico recibido, su animosa hinchada, curiosamente todos vestidos de calle, sin los tradicionales trajes árabes, quizá comprados del exterior, como casi todo en el Golfo Pérsico, no le perdió la cara al partido. No callaron, al menos en la primera mitad, pues en la segunda la desbanda del público local fue llamativa. Sí aguantaron los pocos ecuatorianos que se dieron cita en el campo. Una hinchada sedienta que incorporó a su repertorio de canciones un grito que seguro que imitan otras muchas aficiones: “¡Queremos cerveza!”.
De poco le ha servido a Catar llevar concentrada prácticamente dos meses para preparar su estreno en un Mundial. Se les atragantó el debut, confirmando todo aquello que el gran público intuía de una selección de la que se conocía poco o muy poco. Si acaso el título logrado en la última edición de la Copa Asiática, torneo en el que únicamente recibieron un gol, obra de Japón en la final, había dado la falsa ilusión de un potencial inexistente en el conjunto local. Tal fue su incapacidad, que acabaron el partido sin disparar ni una sola vez entre los tres palos. Para colmo, se convirtieron en la primera anfitriona que no suma al menos un punto en el debut.
CATAR, NO SOLO UNA ANFITRIONA
Ecuador hizo lo que quiso con los locales. Bien plantada en el terreno de juego, sin la necesidad de realizar un fútbol brillante, tiró de pragmatismo. Le bastó con presionar a los centrocampistas cataríes para recuperar el balón y lanzarse rápido a la contra para aumentar las dudas entre los jugadores locales, a los que les faltó mucha precisión y velocidad para inquietar a su rival.
Los nervios en la selección anfitriona partieron de su portero, que fue un manojo de nervios, como así demostró hasta en dos ocasiones en una misma jugada. Era solo el minuto tres del partido y el guardameta Al Sheeb, incapaz de despejar el balón, ya le había regalado un gol a Ecuador. El VAR salió en su rescate, sembrando la duda de que una mano oscura pudiera estar beneficiando a Catar. Pero el fuera de juego de Torres era igual de claro como difícil de ver para el ojo humano en directo. Un acierto. Como el del árbitro poco después, cuando no dudó en señalar el clarísimo penalti Al Sheeb sobre Enner Valencia. El delantero ecuatoriano, al que le habían anulado el tanto inicial, ejecutó con maestría para adelantar a su equipo.
SIN REACCIÓN
No hubo ni medio amago de respuesta por parte de Catar, superada en todas las parcelas del juego por Ecuador, que con una inteligente mezcla de juego asociativo y directo cuando la presión de los locales podría ponerles en apuros, superaba con facilidad la frágil estructura defensiva de su rival. Enner Valencia volvió a aparecer a la media hora de juego para enviar al fondo de la red un buen centro de Preciado. Resulta difícil evaluar si el testarazo mejoró la asistencia o fue al revés.
Dos goles arriba y con una hora de juego por delante, Ecuador se conformó con dormir el partido y asestar pequeños picotazos, medidos, para volver a meter el cuerpo a una Catar que se acercó por primera vez con peligro al área rival en el tiempo de descuento de la primera mitad. Y lo hizo en claro fuera de juego.
Nada cambió a la vuelta de vestuarios. Ecuador, que quiere ser una de las agradables sorpresas del torneo, para lo que cuenta con algunos futbolistas interesantes, entre ellos el centrocampista del Brighton Moisés Caicedo, que se hinchó a robar balones, bajó varias marchas su intensidad, reservándose para lo que viene, mientras Catar trataba, en balde, de meterse en el partido. Sus tres intentos no encontraron portería, para mayor desesperación de su técnico, que tiene mucho trabajo por delante para mejorar la imagen de su equipo.