0-2. A Osasuna le pierde el alboroto

A Osasuna, templado, ordenado y sosegado hasta ahora en su estadio, le sentó fatal el alboroto al que se fue el partido ante el Getafe. Primero un gol puro barullo –un rebote en Nacho Vidal–, después un exceso del Chimy Ávila en una pugna sin importancia que le supuso la tarjeta roja –antes del final del primer tiempo–, abocaron a un Osasuna mejor y más meritorio en el juego y ocasiones hacia un encuentro caótico, sin ritmo tras la reanudación, a tirones en su desarrollo por las faltas e interrupciones. Los rojillos fueron superiores a su rival mientras estuvieron con once, pero con uno menos se rindieron a la evidencia del no fútbol, a la ausencia de marcha en la que su contricante estuvo siempre cómodo, administrando todas sus ventajas.

Osasuna, que volvió a hacer muchas cosas bien –se mantuvo todo lo cerca que pudo del área rival–, cayó en la gestión del partido que le propuso del Getafe, que con uno más en el campo y un gol más en el marcador, sesteó con el balón y fomentó el fútbol con el freno de mano echado. No pasaba nada y nada quería que pasase el Getafe, y así se marchó el partido en el segundo tiempo.

Contra las cuerdas, el equipo de Arrasate estaba llamado a un encuentro de rompe y rasga, a una pugna intensa, pero en eso no andaba el árbitro, un enemigo para el fuego que pedía el marcador, que estuvo al quite casi de cada pugna, con la tarjeta amarilla en la mano. Malo cuando se juega contra el crono y se debe poner toda la carne en el asador, literalmente.

Mucho antes de que el partido se fuera por sumidero con otro gol del Getafe, ya en la recta final, Osasuna se había mostrado mucho más activo en la búsqueda del gol. De hecho, los rojillos vivieron su largo momento para la victoria en cinco minutos de ensueño. Primero fue Rubén García, otra vez diablo como segundo delantero, quien se escapó desde el centro del campo, anudó a un par de defensas y soltó un latigazo que se estrelló en la base del poste. Un par de minutos más tarde, Brasanac emergió entre los defensas y lanzó un cabezazo que obligó al lucimiento del portero del Getafe. Y a la de tres, esta vez fue Budimir quien fue impedido lo justo para que un remate franco se marchara a córner por la intermediación de Domingos Duarte. Una goleada en cinco minutos se escapó.

Osasuna se sentía y se mostraba mejor hasta que llegó el desajuste. Borja Mayoral tuvo demasiados metros para correr y conducir sin oposición y, en el balcón del área, sirvió un pase que no fue ninguna maravilla pero, enredado en los pies de Nacho Vidal, resultó un regalo para Iglesias, a quien le facilitaron el remate a gol. Antes de que concluyera el primer tiempo, el encuentro terminaría por desmontarse del todo por la cartulina roja que vio el Chimy. La decisión de la expulsión del argentino la tomó el árbitro bajo criterio del VAR y anulando la amarilla anterior con la que había castigado la dura acometida. Y el partido se acabó.

Antes de que intentara la reacción, pronto estuvieron a Osasuna a punto de quitarle todas las ganas con un lanzamiento de falta de Enes Ünal que solventó con acierto Sergio Herrera.

Necesitado de un fútbol sin remilgos, a Osasuna no le sentó nada bien que el árbitro no permitiera pugnas excesivas ni fuego en el cuerpo a cuerpo. Las faltas se sucedieron, las caídas fueron numerosas, el ritmo no existió, la agitación que propusieron los rojillos con la aparición de Abde sirvió para soltar unos chispazos de esperanza –un lanzamiento de falta obligó la meta visitante a otra gran intervención–. El Getafe, enemigo de la efervescencia en ataque, se anotó el segundo gol de su cuenta en la segunda aparición por el área de Herrera. Entre medio, gobernó el alboroto. Y a este Osasuna de calidad y orden no le sentó bien.