Hace dos meses, el Parlamento Vasco aprobaba su nueva ley de Igualdad, con amplio consenso. Pero hace ya 100 años, cuando una ley como la actual, y la lucha por los derechos de la mujer en muchos campos de la vida social, económica y política eran sólo una quimera, el Partido Nacionalista Vasco acogía la creación de una asociación femenina donde se englobaban las aspiraciones participativas de las mujeres.
Hablamos de Emakume Abertzale Batza (EAB) y del año 1922. Más de una década antes de ese histórico 19 de noviembre de 1933, cuando las mujeres pudieron votar en el Estado por primera vez, después de que en octubre de 1931 se aprobara el sufragio en igualdad de condiciones para hombres y mujeres.
“De hecho, una delegación de Emakume Abertzale Batza fue a una Asamblea Nacional del PNV celebrada en Tolosa a finales del año 31 y comienzos del 32 a pedir que pudieran ser votadas en el partido, y en cuanto se logró el derecho al voto hubo muchas mujeres de EAB que lograron ser concejalas, alguna incluso alcaldesa, porque había muchas maestras dentro de las lideres, gente muy culta”, destaca la que fuera secretaria del Euskadi Buru Batzar (EBB) del PNV, Josune Ariztondo.
La Asociación de Mujeres Patriotas tuvo su germen en una charla del irlandés Ambrosio Martin O'Daly en los locales en Bilbao de la Juventud Vasca, que presidía Eli Gallastegi, principal artífice de esta organización.
Durante su intervención, O'Daly se refirió al papel de la mujer irlandesa en la Cumann nan Ban (Consejo de Mujeres Voluntarias de Irlanda), propiciando la idea de constituir una asociación similar en Euskadi. Tras su charla, EAB se creó allí mismo, registrándose un total de 300 mujeres para participar en ella.
Los objetivos que se marcó esta asociación fueron:
- La difusión de los anhelos e ideas nacionalistas.
- La organización de las actividades del movimiento nacionalista, que consistían fundamentalmente en beneficencia, cursos de euskera y de índole cultural, participación en celebraciones y actos nacionalistas, colaboración en la organización de salidas a la montaña, campañas para fomentar que se colgaran ikurriñas en los balcones...
Si bien el nacimiento de EAB fue en 1922, el mayor auge de esta agrupación tuvo lugar en 1931, con la llegada de la II República. Una etapa de creciente participación y de militancia femenina en las actividades políticas, culturales y en el conjunto de la escena pública, en el que las mujeres abertzales, inciden desde Sabino Arana Fundazioa, “pusieron en pie una organización dinámica y con un importante crecimiento” hasta el inicio de la Guerra Civil española, donde algunas de sus componentes terminaron en el exilio o en la cárcel.
II República
La primera presidencia de EAB recayó en Carmele Errasti, aunque sólo pudo estar un año en el cargo ya que esta entidad fue ilegalizada, al igual que otras asociaciones y partidos políticos de carácter nacionalista, durante la Dictadura de Primo de Rivera, y algunas de sus cabecillas resultaron encarceladas.
No obstante, su espíritu, lejos de extinguirse, se expandió por numerosos rincones de Euskal Herria, llegando en 1931 a Navarra, donde se formaron asociaciones en localidades como Iruña, Elizondo, Estella, Agoiz, Arbizu, Goitzueta, Leitza, Marcilla, Sangüesa, Tafalla...
Todo ello con la finalidad de “unir a todas las mujeres ‘amantes de Jaungoikoa eta Lagi-zarra’, difundir el euskara y practicar la asistencia moral a quien lo necesitare”, para ‘nivelar el desequilibrio de la justicia mediante la práctica de la caridad cristiana’. En 1936, antes del comienzo de la Guerra Civil, se contabilizaban 12 asociaciones y 2.000 afiliadas en toda Navarra.
Como hemos apuntado antes, el papel de las emakumes creció todavía más en el EAJ-PNV con la llegada de la II República, en donde, de nuevo, se constituyeron como asociación nacionalista, con una mayor autoridad y consolidación de su trabajo.
Una labor que derivaba en la organización de un gran número de actividades de carácter cultural, en el campo de la literatura y del folclore; en el de la enseñanza –con una destacada aportación a la puesta en marcha de las ikastolas a través de iniciativas como Eusko Ikastola Batza y Euzko Gaztetxu Batza– e incluso asistencial y solidario (Ropero Vasco, Gabon del solidario).
“A través de Miguel Muñoa, el abuelo de Jose Maria Muñoa, que trabajó para el Gobierno Vasco durante muchos años, se puso la casa y se pagó el sueldo a las profesoras para abrir la primera ikastola de la República con mujeres de Emakume Abertzale Batza”, recuerda Ariztondo.
Un trabajo que también cristalizó en una intensa actividad política mediante reuniones, conferencias y mítines, a lo largo y ancho de toda la geografía vasca.
Así, la mujer empezó a intervenir cada vez más en la vida pública. En el caso de esta asociación, a través de la organización, en los mismos locales de EAB, de conferencias dirigidas sobre todo a las mujeres, en un comienzo para lograr más afiliadas, pero finalmente también para la difusión de la doctrina nacionalista; al igual que mediante su participación como oradoras en los mítines y actos del PNV.
Es el momento de grandes propagandistas y difusoras del nacionalismo vasco como Polixene Trabudua, Hydeen Agirre o Sorne Unzueta, y de una mayor presencia de las mujeres en los actos del partido, aunque todavía sin poder tomar parte en las decisiones políticas.
Guerra Civil: redes de apoyo a los presos
Con el inicio de la Guerra Civil, muchas emakumes realizaron labores de asistenciales en el frente y en la retaguardia. En 1937, cuando las tropas sublevadas del general Franco entraron en Bilbao, muchas de ellas tuvieron que exiliarse por sus actividades políticas. Otras fueron represariadas y soportaron penas de cárcel.
Pero la represión no acabó con este movimiento. Es más, provocó una intensa puesta en marcha de actuaciones, primero dispersas, luego constituidas a partir de redes de apoyo, destinadas a apoyar a los presos y detenidos, “así como de auxilio y ayuda para todos aquellos que pretendían escapar de la represión”, apuntan desde Sabino Arana Fundazioa.
Fruto de estos trabajos surgió la iniciativa “más importante y de mayor operatividad”, que terminó configurando una organización “para ayudar a los encarcelados y para realizar trabajos de información a favor de éstos y del propio Gobierno Vasco”, que tuvo su motor y eje en el grupo de emakumes que, encabezadas por Bittori Etxeberria, darían lugar a lo que terminó por denominarse Red Álava, en honor del miembro de esta red, Luis Álava Sautu, fusilado por los franquistas en mayo de 1943.
“La información suministrada sobre las penas de muerte y condenas de prisión fue determinante para que el Gobierno Vasco pudiese informar a las embajadas y ministerios de Asuntos Exteriores europeos, con el fin de neutralizar las penas máximas, aligerar las condenas de los reclusos y denunciar las condiciones de la cada vez más grande realidad carcelaria franquista”, destacan desde Sabino Arana Fundazioa sobre el papel desempeñado por emakumes como la ya citada Bitxori Etxeberria, Tere Verdes, Delia Lauroba e Itziar Mujica.