Han pasado rápido, será porque agosto se metió de por medio, pero son todos esos días los que nuestro protagonista lleva al frente de la Federación Alavesa de Pádel, justo el tiempo en el que se les suele pasar la primera factura a quienes estrenan cargo; los políticos por ejemplo. “Han pasado rápido”, suelta a bote pronto Manu. “No las tenía todas conmigo cuando me lo propusieron”, dice, “pero enseguida noté –para su sorpresa– el cariño de la gente. No me lo esperaba”. En todo este tiempo “he tenido la oportunidad de jugar mucho y dar ejemplo, currar y no sólo estar presente en los campeonatos –hasta servir cañas y atender a la gente, doy fe– compartir trabajo y horas con las organizaciones de los clubes y… no, no se me ha hecho largo”.
Manuel Rabanera Martínez de Pisón, joven de 40 años –ya sabe pues lo que es jugar en la categoría de veteranos– ocupó el puesto de Director de Deportes en la DFA, donde tomó pulso en primera persona de las muchas dificultades que las pequeñas federaciones debían afrontar con muy pocos recursos, escasas ayudas y poquísimo personal; “quizá por eso”, confiesa “quise comprometerme y vivir la experiencia desde el lado más difícil” . Tras la marcha de Posse –el último presidente– en junio, “me llaman y me dejo convencer”. Al estrenar el cargo, “tomo conciencia del mérito que tienen los presidentes anteriores” dada la dificultad, las carencias y el día a día de una federación pequeña. En tabla, sobre piedra, grabado queda “el trabajo en equipo, la mirada puesta sobre la chavalería, resguardar el CAP como seña de identidad, que los que comenzaron en los 80 no se vayan nunca y que la federación dé cobijo a todos y cada uno de los que practican este deporte”; y la mujer, “el afianzamiento del Trofeo DFA de pádel femenino que la anterior junta sacó adelante”.
“Mi padre jugaba muy bien” –es hijo de Ramón Rabanera, el campechano, de quien ha heredado cercanía y simpatía– dice, “le costaba subir a la red, se sentía cómodo atrás. Jugaba al tenis en una cancha de pádel. Era conservador y muy chinche”. Manu, por el contrario, exhibe un pádel más ofensivo, de puro ataque “y mucha magia”. Presume de “importarme más el juego que el resultado” y se aleja de las citas que le impidan pasárselo bien; “no disfruto de los partidos con gente tóxica en cualquiera de los dos lados de la cancha”. Aprendió de Jon García-Ariño, “un referente”, y se estrenó junto a Christopher Sagarna a los 14. Con 16 años –“nos creíamos los reyes del mambo”– recibiría en Bilbao la primera gran lección; les tocó jugar frente a un par de veteranos a los que “liquidar en un rato”. 40 minutos más tarde ya estaban de vuelta en el autobús de regreso a casa, “ni nos enteramos”. Hizo dúos con Javier Verastegui, con Alberto Roth y Miguel Pérez y ha sintonizado –“especialmente”– con Fernando Raposo, con quien se entiende dentro y fuera de la cancha “a las mil maravillas”. El regreso, después de unos años alejado “y desentendido” del pádel, ha formado la alianza perfecta junto al zorro del desierto; “lo juego todo con él, hay una confianza total. Pase lo que pase en la pista, las risas y un par de cervezas no faltan después”.
Junto a los veteranos, los más jovencitos, los que recién han pasado de los 40, “he recuperado lo que perdí, la diversión pura”, reconoce Rabanera. Una química especial con Raposo que, como el padre, “tampoco se arrima mucho a la red pero, dado su optimismo vital y gusto por el cuerpo a cuerpo, formamos un dueto con mucha química”. El zorro no pierde la compostura ni el “repeinado”; tanto pelo en su sitio siempre da que pensar en qué es lo que se pone para fijarlo.
Los primeros 100 días al frente de la Federación han pasado rápido. Rabanera no ha parado de jugar, de currar, de buscar soluciones y “agradecer los esfuerzos de un equipo envidiable”; no hace mucho tuvo el detalle de pagar de su bolsillo una cena íntima que también se atrevió a cocinar. “Las kokotxas las borda”, me han reconocido sus invitados. “Todo en equipo sabe mejor”, reconoce, de ahí que “competir por equipos, el interclubes, es mi cita preferida”. Durante el día y por la noche.