A lo largo de sus 25 años de andadura, el Museo Guggenheim Bilbao ha puesto el foco en los grandes artistas vascos. El primero de ellos fue Eduardo Chillida en 1999, cuya muestra Chillida 1948-1998, celebrada con motivo del 75 aniversario del gran escultor guipuzcoano, fue la primera retrospectiva de este artista en el Estado.
La selección de 200 obras cubrió más de 50 años de trayectoria creadora en la escultura y el dibujo, así como todos los materiales y etapas de uno de los escultores más influyentes del siglo XX, nacido en Donostia en 1924 y fallecido en 2002, a través de cuatro secciones. Una primera dedicada a las piezas de cierto peso, excluidas las de más de 11 toneladas por la limitación constructiva de los espacios expositivos, lo que dejó fuera un conjunto importante de piezas en acero; un apartado sobre el trabajo con la tierra chamota: las llamadas lurras que son una parte importante de su producción; una tercera sección dedicada a sus manifestaciones con o sobre papel, sus relieves llamados gravitaciones; y el apartado final centrado en sus dibujos con 100 obras realizadas con lápiz, tinta, y cortes de tijera o de collage.
“ Profeta en su tierra: En esta primera ocasión en la que estuvo presente en el museo, Chillida fue ‘profeta en su tierra’. De hecho, la acogida de la muestra obligó a prorrogarla 14 días más. Pudo verse del 20 de abril al 12 de septiembre de 1999 ”
En relación con la muestra, el propio Cosme de Barañano, comisario de la exposición antológica, aclaró que “más que aproximar al espectador la trayectoria artística de Chillida, intenta explicar, replantea y vivifica los conceptos base del pensamiento visual del artista”. Desde su profundo conocimiento de la producción de este artista, detalló que “Chillida, a través de su obra, no se plantea problemas de modelado ni de representación ni de expresión, sino cuestiones más metafísicas, es decir, más de formulación (con la materia) de conceptos como límite, vacío, espacio y escala. Todos ellos relacionados entre sí y sujetos no solo a la materia (tierra, acero, granito, etc.) en la que se manifiestan, sino, asimismo, a la persona que se acerca a ellos (su posición, pathos o sensibilidad y tacto)”.
En función de los materiales empleados con sus manos se distinguen sucesivas edades. Así, cronológicamente se advierte el paso del yeso, en sus primeros trabajos de figuras pequeñas, a sus tierras chamotas, el hierro, el acero -uno de los materiales con los que trabajó más a gusto- , la madera, el alabastro y hasta el hormigón en obras titánicas, grandes encargos de escultura pública.
Dejando a un lado su extensa obra gráfica, debido a su amplitud, esta retrospectiva permite una mirada detenida a los procesos de creación, a los modos de producción de este artista universal, que trabajó con materiales nuevos en su tiempo, como el acero o el hormigón.
Récord de público con ‘El Arte de la motocicleta’
Innovadora. El Museo Guggenheim Bilbao despidió el siglo con ‘El arte de la motocicleta’, batiendo el récord de visitas. Más de 870.000 personas la visitaron desde el 24 de noviembre de 1999 en que se inauguró hasta el 3 de septiembre de 2000. La innovadora muestra, que a nadie dejó indiferente, repasó el avance tecnológico, los factores culturales, sociológicos y económicos que definen y caracterizan el siglo XX, y que han marcado la evolución de estas máquinas. Cada moto expuesta fue el resultado de la combinación de más de uno de estos criterios. Así, los vehículos de dos ruedas se tornaron en objeto de arte. El arquitecto del museo, Frank Gehry, convirtió la instalación en un insólito circuito en forma de óvalo en pendiente.