Como la realidad supera muchas veces la ficción, el caso que pueden leer resulta tan tétrico porque ha sido absolutamente verosímil. Así lo ha confirmado ahora la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Sevilla que ha condenado a Francisco Javier S.M. a 22 años y medio de prisión por violar a la hija de una familia a la que había subyugado de tal forma que les hizo creer que era la reencarnación de San Francisco Javier. Les humilló y denigró durante más de cuatro años, entre 2015 y 2019, hasta que la joven pudo salir de la vivienda en la que vivían la familia del acusado y las victimas, los padres de la joven y su hermano, que también sufría maltrato.
La chica, víctima de las violaciones, escapó de esa dinámica de sometimiento que ya empezaba a cuestionar para trabajar en Marbella como empleada del hogar de una adinerada familia árabe que, al poco tiempo, se percató de que la joven había sufrido una historia de terror que había que denunciar. La chica había llegado con appenas 50 céntimos y una tarjeta para recargar el móvil.
La sentencia, adelantada ayer por Diario de Sevilla, condena al acusado a 15 años por un delito continuado de agresión sexual, seis años por dos delitos de maltrato habitual y un año y medio por un delito contra la integridad moral. Además, el tribunal castiga con 7 años y medio de cárcel a la hija del acusado por malos tratos a la víctima y a la familia de esta a la que tenían sometida y, sin embargo, absuelve a la mujer del procesado como cómplice de los delitos.
También resultan absueltos los padres de la joven, que estaban acusados en la vista oral de abandono de familia y que incluso declararon contra ella, Se les aplica la eximente completa de alteración psíquica, es decir cometieron los hechos pero su estado mental les impide tener responsabilidad sobre los mismos. El acusado y su hija se aprovecharon de la vulnerabilidad emocional de esta familia parar llegar a instalarse en su casa, manejarles la economía familiar, les obligaban a dormir en el suelo e incluso les sometían a rituales de limpieza y purgas para ahuyentar a los malignos.
Este retorcido asunto se originó después de que la mujer del principal acusado, el falso Santo, conociera a la pareja en su trabajo en unos grandes almacenes. Por entonces, el matrimonio "atravesaba una situación de vulnerabilidad emocional". Ella tenía una grave depresión y se encontraban inmersos en una severa crisis conyugal. Ahí fue cuando la familia procesada del falso Santo se presentó para con la excusa de ayudarles a superar las dificultades, ganarse su confianza e influir hasta tal punto en ellos en un proceso que denomina la Fiscalía de "persuasión coercitiva", es decir, que a través de estrategias abusivas de forma planificada y engañosa consiguieron ejercer una influencia mayúscula sobre el núcleo familiar y los hijos, de 14 y 11 años.
Perdieron cualquier capacidad crítica y de raciocinio hasta anularles la voluntad, llegaron a instalarse en su domicilio, los hijos pasaron a dormir en el suelo, no tenían control de los gastos diarios y les sometían incluso a rituales o purgas que consistían en poner las manos sobre velas en los que incluso sufrían quemaduras. A su vez, los menores sufrían golpes y castigos y, tras cortales el suministro de agua por no pagar, les mandaban a realizar numerosos viajes cargados con garrafas de cinco litros de agua. Si se quejaban, les humillaban vaciándolas delante de ellos para que tuvieran que ir de nuevo a llenarlas.
Dentro de la vivienda, realizaba una serie de sesiones de tintes supuestamente religiosos, en los que además de las purgas, el supuesto Santo entraba en trance y, a través de él, hacía creer que hablaba San Francisco Javier. También les engañaban diciendo que recibía correos del más allá, de personas fallecidas, y hacían rezar a los menores delante de la televisión convenciéndoles de que se producían fenómenos sobrenaturales.
Los abusos, en un viaje a Navarra
El episodio más atroz, según la acusación, ocurrió en 2016 cuando las dos familias realizaron un viaje a Leyre (antes ya habían acudido a Navarra al bautizo de un nieto de los procesados) con la excusa de conocer la cuna y los lugares emblemáticos vinculados a San Francisco Javier, el santo en el que decía haberse reencarnado. Así, con la excusa de que tenía que proceder a una 'limpieza' de la adolescente, la sometió a diversos tocamientos calificados ahora por la Fiscalía como abusos sexuales.
El acusado le dijo a la menor que guardara silencio y que ese hecho quedaba entre ella "y el de arriba". En febrero de 2017, con el mismo fin, inició otro ritual en el que la agredió sexualmente. Esa figura de la reencarnación generó “unas ideas patológicas respecto de la dimensión, capacidad de influencia y valía espiritual del acusado y el matrimonio, padres de la víctima, había perdido cualquier capacidad crítica frente a esa influencia, resalta la sentencia.