La exposición Calder: la gravedad y la gracia, visitada por más de 576.000 personas, supo plasmar a través de su recorrido los caminos que exploró el artista para empujar la escultura del siglo XX hacia la transparencia y la ingravidez.
Compuesta por un total de 70 obras realizadas por el artista entre los años 30 y los 60, Calder está considerado como el escultor que llevó el movimiento a la escultura.
La muestra, formada por móviles, constelaciones, torres y gongs se presentó bajo el sugerente título La levedad y la gracia y reveló la exquisitez de las formas, el uso del color restringido a los más puros blanco, negro, rojo, amarillo y la falsa fragilidad que marcó la creación del artista a lo largo de toda su vida.
Según las críticas, la exposición puso en evidencia el deseo de Calder, que no era otro que el de crear un tipo de arte que evocara la vida, y que generó en él una preocupación constante por la fuerza de la gravedad, la circulación del aire y la intervención del azar.
Bajo este paradigma, la comisaria de la exposición, Carmen Giménez, presentó al público una muestra centrada en ser un elogio a la ingravidez, con el objetivo de mostrar cómo salva el artista las leyes naturales de la gravedad en su escultura.
Durante la presencia de la misma, Giménez alabó los valores estéticos de la escultura de Calder. Ver sus obras en los volúmenes irregulares del museo “es una experiencia difícil de conseguir en otro lugar”, destacó durante la inauguración de la muestra. A lo que añadió que, “las esculturas armonizan con los espacios y se ven de una manera excepcional”.
Originalidad
Es una de las principales características de su obra, al definir un nuevo concepto de volumen sin masa, al incorporar el movimiento y el tiempo en el arte.