Jesús Iriberri y Marijo Tapia regentan el bar de la estación de Zumarraga desde hace 37 años. Lo dejan el martes. Hoy, a las 20.00 horas, su amigo Javicar ofrecerá un concierto de homenaje en la propia cantina. A partir del martes, será Ana Pinto (hasta ahora empleada) la que llevará las riendas.
Iriberri nació en Zumarraga A él no le gustaba la escuela y con 17 años comenzó a trabajar en la selecta cafetería Dover de Donostia por mediación de un amigo de su padre (Crucito, del bar Txiki). Ella se trasladó de Salamanca a Donostia con 16 años, en busca de un futuro mejor.
Iriberri aprendió el oficio en Dover, pero la chaquetilla y la pajarita no estaban hechas para él y dejó Dover por la cantina de la estación de Atotxa. A los pocos años, la cantina de la estación de Zumarraga quedó libre y se presentó al concurso con su pareja y con su hermano Txema. Años después, Txema dejó la estación y abrió el bar Eire.
El zumarragarra comenta que su padre trabajaba en la laminación. "Era un trabajo muy duro y él quería protegerme de eso. Quería que estudiara, pero en las asignaturas que no me gustaban no rendía. Quería trabajar y en aquel momento no había otra salida que la hostelería".
Nunca ha estado en el paro y la mayoría de los años ha trabajado en las cafeterías de las estaciones de Donostia y Zumarraga. "Las cantinas de las estaciones son especiales, pues la mayoría de los clientes están de paso, suele haber vagabundos...". Su mujer añade que hay que atender a la gente que ha perdido un tren, al camionero al que se le ha averiado el camión y tiene que coger un tren...
Durante algunos años, la cantina de la estación fue también un after hours "Los primeros años, estaban abiertos el Golden, el Tiffany's y el Zodiac. Como por las mañanas éramos los primeros en abrir, los jóvenes que estaban haciendo gaupasa venían aquí. Poníamos música, les ofrecíamos pintxos... Había buen ambiente, pero cuando empezó el tema de las pastillas, decidimos abrir más tarde".
Tienen muchas historias que contar. "Cuando cogimos el bar, todavía no habían abierto la comisaría de la Ertzaintza ni el ambulatorio (están en frente). Aún no nos habían colocado las persianas y nos enteramos que alguien tenía intención de entrar a robar. De hecho, antes de llevar a cabo el robo, ya tenía vendidos el aparato de música y el televisor. Era la época de la heroína. Decidimos dormir en el bar, a turnos. Una noche notamos que alguien estaba intentando entrar y Jesús salió con un cuchillo de cocina", recuerda Tapia. "Nunca he visto a nadie correr tan rápido", añade él.
La mayoría de los recuerdos son mucho más agradables y quieren dar las gracias a todos los clientes y distribuidores. "Debido a la pandemia, quitaron trenes y había menos viajeros, pero la gente del pueblo ha respondido muy bien". Tampoco se olvidan de todos los amigos que han fallecido.