Ayer el Baskonia se midió con el Asvel en la quinta jornada de la Euroliga. Ver al conjunto gasteiztarra codearse con los mejores equipos de baloncesto del continente se ha convertido ya en algo rutinario para sus aficionados, pero que difícilmente podía imaginarse 50 años atrás, cuando se colocó la primera piedra de lo que ahora es uno de los clubes más laureados de España y un histórico de la Euroliga. Y es que hoy, 29 de octubre, se cumplen 50 años del debut del Baskonia (por aquel entonces Vasconia) en la élite del baloncesto estatal.
Ocho de los jugadores que consiguieron el histórico ascenso a Primera Nacional en la campaña 1971-72 (Carlos Luquero, Jesús Arana, José Manuel Choche López de Armentia, Amado Ubis, Víctor Manuel Pichu Ibáñez, Ramón Díaz de Argote y los hermanos José Luis y Juan Antonio Ortiz de Pinedo), junto a tres refuerzos veraniegos (José Luis Tacha Lázaro, Javier Buesa y Francisco Javier Zurutuza), bajo la dirección del técnico Pepe Laso, se enfrentaron al Breogán ante un pabellón de Mendizorroza lleno e ilusionado por el regreso del baloncesto de élite a la ciudad, huérfana de un equipo en Primera Nacional desde la decisión del KAS de trasladarse a Bilbao cuatro años atrás. El estreno en la máxima categoría superó todas las expectativas al superar el Vasconia al Breogán por un contundente 89-67 gracias a una gran actuación de Juan Pinedo, con 26 puntos, y Carlos Luquero, con 23, para júbilo de los aficionados que vivieron en directo esa jornada inolvidable.
Y es que, como informa Rubén Gazapo, de baskonistas.com, los azulgranas tenían cuentas pendientes con el conjunto gallego, ya que dos temporadas atrás les negó el ascenso a Primera en el play off por una sola canasta de diferencia, al caer por 15 puntos en Lugo (79-64) y ganar por 13 en la vuelta en Vitoria (67-54). Se trataba de un equipo modesto, sin extranjeros, con hombres de la casa que habían jugado en su mayoría en Tercera Nacional (actual LEB Plata). De hecho, tras la decisión del KAS de marcharse a Bilbao, el C. D. Vitoria y el Vasconia, los dos equipos alaveses más fuertes, se enfrentaron en la fase de ascenso a Segunda Nacional, duelo en el que terminó imponiéndose el Vasconia, que aglutinó el curso siguiente a los jugadores más destacados de ambos conjuntos en la categoría de plata.
Bajo el mando de Pepe Laso, que llevó a aquel equipo al siguiente nivel al aplicar conceptos baloncestísticos más avanzados, y sobre todo gracias al compromiso y sacrificio de cada uno de los jugadores, el Vasconia ascendió en dos campañas a Primera Nacional, donde ha permanecido desde entonces con la única excepción de la temporada 1981-82, en la que volvió a Segunda. DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha reunido a seis de los héroes que se vistieron de corto en el estreno del Vasconia en la élite –Tacha Lázaro, Choche Armentia, Amado Ubis, Pichu Ibáñez, Ramón Díaz de Argote y Juan Pinedo– allí donde empezó todo: en el pabellón de Mendizorroza, construido inicialmente para albergar los partidos del KAS, pero heredado finalmente por los azulgranas, que lo convirtieron en su hogar.
Historia viva del club
“50 años de aquello y el pabellón sigue exactamente igual”, comenta Ibáñez al volver a pisar el parqué con la aprobación de sus antiguos compañeros. Incluso una pequeña pestaña cuadrada de la madera, apreciable en la foto de equipo previa a aquel duelo contra el Breogán, continúa en el mismo lugar. Para sorpresa de la cuadrilla, las camisetas originales que Amado Ubis y Pichu Ibáñez guardan con cariño de aquella época les siguen valiendo. Parece que nada haya cambiado en el último medio siglo, pero, a la vez, todo ha cambiado: Baskonia ya no se escribe con V ni con C, y compite en la otra punta de Vitoria, en un espectacular pabellón con capacidad para más de 15.000 espectadores, espectáculos de luces y pirotecnia cuando los jugadores saltan a la cancha.
Sin embargo, una cosa no sería comprensible sin la otra. “Por aquel entonces todos teníamos nuestros trabajos. Había clubes que sí que estaban profesionalizados como el Real Madrid, el Barcelona o el Joventut, pero nosotros íbamos a trabajar por las mañanas y a las 20.00 horas tocaba machacarse subiendo y bajando escaleras con Pepe Laso. Sufríamos, pero lo hacíamos encantados, nos apasionaba”, rememoran. Jugaban sin la presión de ganarse la vida únicamente con el baloncesto, pero con la responsabilidad de cumplir ante una ciudad cada vez más volcada con el deporte de la canasta. “Entonces era algo incipiente, la gente lo estaba empezando a conocer”, afirma Pinedo, con quien coincide Ibáñez: “Lo que más seguimiento tenía era la pelota, a los de baloncesto se nos menospreciaba cuando entrenábamos en el antiguo Frontón Vitoriano, nos llamaban flojos. Claro que luego veían a Luquero (el pívot titular) y se callaban”.
Sin embargo, sus éxitos hicieron que esto cambiara. “Nos dijeron que el principal objetivo esa temporada, aparte de intentar mantener la categoría, era llenar el pabellón. Al principio solo se ocupaban la mitad de las localidades, pero conseguimos que Mendizorroza se terminara llenando en Primera”, asegura Lázaro. Pese a no tener la visibilidad que actualmente da la televisión y las redes sociales, se les reconocía por las calles de Vitoria, se les apoyaba e incluso estaban presentes en las cafeterías, como prueba Ramón Díaz de Argote, que aún conserva uno de los azucarillos en cuyo envoltorio aparecían los componentes de la plantilla, a modo de cromos coleccionables. Sin la venta de entradas y abonos, habría resultado imposible afrontar los costes de los viajes y las pérdidas que suponían los partidos como visitante.
Origen del 'carácter Baskonia'
Si hay algo que ha conservado el club hasta el día de hoy, además de los colores, es su espíritu, ese carácter Baskonia que los aficionados exigen al equipo cada temporada y del que presumen con orgullo. Una filosofía que se ha heredado de estos jugadores que, después de una dura jornada de trabajo, eran capaces de acudir sin rechistar a entrenar por la noche y exprimirse para poder plantar cara a su rival del fin de semana. Esa rebeldía y esa capacidad de sacrificio les permitió salvar la categoría de forma cómoda en su primer año en la élite, con 12 victorias y 18 derrotas, derrotar al KAS en el primer partido televisado del Baskonia, disputar las semifinales de la Copa de 1973 o plantar cara a los gigantes del baloncesto español –Real Madrid, Barcelona y Joventut–, entre otros logros. Un equipo pequeño sin miedo a enfrentarse a los grandes, al igual que ahora, con uno de los presupuestos más modestos de la Euroliga, es capaz siempre de dar guerra.
Una rebeldía y un sentimiento por los colores sin el que, posiblemente, el Baskonia habría desaparecido antes de alcanzar su cénit. “Hubo un momento en el que, por la ausencia de patrocinadores, José Antonio Santamaría (presidente entre 1968 y 1974) nos dijo que no podía pagarnos, y en vez de buscar otro equipo o dejarlo, seguimos jugando, porque nos gustaba. Afortunadamente, acabaron llegando los patrocinios y se reanudaron los pagos, pero sin ese tiempo que jugamos gratis puede que hubiera desaparecido el club”, argumentan.
De haber competido en la época actual, probablemente habrían ganado muchísimo más dinero y habrían estado mejor atendidos y cuidados que entonces, cuando tenían que “caminar 300 metros por el barro para llegar a las duchas de algunas canchas” o resultaban obstaculizados por los paraguas de los aficionados rivales, pegados a la línea de banda. Sin embargo, se habrían perdido las múltiples aventuras que vivieron en los viajes o el fantástico ambiente que reinaba en el vestuario, que han resultado en una amistad que perdura medio siglo después. “Si me tengo que quedar con algo de aquellos años es con todo lo que he disfrutado con los compañeros del baloncesto, con quienes todavía sigo disfrutando”, subraya Ubis, mientras que Armentia destaca el “compañerismo” existente en la “pequeña familia” que formaron y que les llevó a conseguir tantas hazañas.
Fútbol improvisado con un huevo duro en los eternos viajes en tren a Galicia, las partidas, bromas y juegos para pasar el rato en el autobús por carreteras nacionales cuando aún no tenían la comodidad de las autopistas, las paradas para comer (y beber) de camino a la cancha rival, las rutas de regreso a Vitoria de madrugada, averías, juergas... Haría falta decenas de páginas de periódico para recopilar todas las anécdotas que rememoran con nostalgia.
El homenaje que no llega
Cincuenta años después, cuando acuden al Buesa Arena a presenciar un partido del Baskonia o celebran sus éxitos frente al televisor, se les hace difícil no sentirse parte de los logros recientes de la entidad azulgrana. “Tiene mucho mérito lo que se hizo en aquella época y es un orgullo para nosotros ver hasta dónde ha llegado el club”, afirma Ramón Díaz de Argote. Sin embargo, dentro de esa profunda satisfacción, se esconde también cierto sentimiento de lástima por la falta de reconocimiento a quienes llevaron el club a la élite. “Sentimos algo de envidia cuando otros equipos de la ACB homenajean a compañeros y rivales que tuvimos nuestra época como jugadores. Aquí no se cuida tanto la historia del club y es importante para que los jóvenes que van ahora al pabellón sepan de dónde se viene. Los nombres de Prigioni, Rakocevic y Sergi Vidal están colgando en el pabellón, cuando viene por ejemplo Teletovic se le homenajea, pero nosotros no tenemos ningún espacio dedicado ni nada parecido”, lamentan quienes hicieron debutar al Baskonia en Primera Nacional el 29 de octubre de 1972.
De momento, tienen el premio del agradecimiento de quienes recuerdan su gesta y la reviven con ellos cuando se los encuentran por las calles de Vitoria, pero sobre todo una inquebrantable amistad con quienes compartieron vestuario, aventuras, alegrías, tristezas, éxitos, fracasos y, sobre todo, mucho baloncesto. En tal día como hoy, 50 años atrás, la máxima categoría del baloncesto estatal conoció el nombre del Baskonia. Lo demás ya es historia.