Medio siglo de vida trapera bien merece una fiesta. Así lo ha hecho este sábado Traperos de Emaús Navarra en una jornada que ha incluido la visita a las nuevas instalaciones de Berriozar –el traslado desde Sarasa se completó en julio de 2020, pero la pandemia impidió una inauguración en condiciones– hinchables y marionetas para los más pequeños, gigantes, zampanzar y actuaciones musicales.
"Nuestras luchas son locales, mundiales y vitales" ha sido el lema elegido por Traperos, recordando que "son 50 años practicando la acogida incondicional a las personas y demostrando que podemos vivir de nuestro trabajo, cuidar el planeta, y compartir la vida y el trabajo digno", explica la entidad. Porque "merece la pena la faena trapera de cuidarnos local y globalmente y cuidar la madre tierra", ha recordado en su intervención José María García, director de Traperos de Emaús Navarra.
Una nutrida representación institucional ha acompañado a Traperos en su cumpleaños, encabezada por la presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite, el presidente del Parlamento, Unai Hualde, el presidente de la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona David Campión, y el alcalde de Berriozar, Raúl Maiza.
Pero el protagonismo ha sido para los 290 personas que integran el colectivo trapero. Trabajadores y trabajadoras responsables en 2021 del tratamiento de 12.400 toneladas de objetos y materiales, de los que se han recuperado –reutilización más reciclaje– prácticamente el 82%. Más de un millón de kilos recuperados y con una nueva vida en las tiendas de Traperos. Ahí es nada.
La novia trapera
En la tienda de Artica trabaja la colombiana Patricia Castaño, ayer vestida de novia para mostrar que en Traperos se puede encontrar de todo y a precios sin competencia. "Hay vestidos de novia por 15 y 30 euros". Llegó a España en 2018, obtuvo el permiso de trabajo y su primer currículum cayó en Traperos. A los 15 días estaba trabajando.
"Traperos me encanta. Sobre todo la filosofía, todo lo que hace con el reciclaje y el tema humano; la inclusión social y este apoyo que nos brindan a las personas que llegamos en unas condiciones diferentes", destaca. "Los compañeros tenemos formas de hablar distintas, formas de vida distintas... pero al final todos somos uno y todos nos entendemos y nos queremos. Aquí hay muy buen rollo", dice.
El pamplonés Kepa Sanz trabaja en Traperos desde 2015, ahora en la tienda de Gayarre. Se incorporó con 57 años, "una edad muy mala para trabajar. En esta sociedad no te coge nadie. Pero aquí igual que damos otra oportunidad a los objetos y a la ropa, también se la damos a las personas. Estamos muy contentos y agradecidos por esta oportunidad. Nos implicamos en el mensaje y de cara al público también intentamos hacerlo lo mejor posible", expresa.
"La inmensa mayoría de los trabajadores, por no decir el 100%, comulgamos con la filosofía de Traperos. Y aquí seguimos, hasta que nos jubilemos... o incluso si se puede alargar". Si estás implicado y a gusto no duele levantarse para trabajar "y te crea menos úlceras de estómago".
Abdoul Ahad ha ejercido de maestro de ceremonias en el acto inaugural. Trabaja desde 2009 en Traperos, donde controla y clasifica lo que llega de los puntos limpios, siempre con el objetivo de "rechazar lo menos posible".
Reconoce que al llegar a Pamplona "sabes que Traperos existe. La gente te dice que aquí se puede trabajar". Y le gusta "porque te tratan bien. No te sientes solo, estás con tu familia. Somos casi 300 personas de diferentes países, culturas... y todos nos llevamos bien. Eso no existe en ningún sitio, digo yo", se ríe el senegalés.
Le ha acompañado sobre el escenario Imane Doukkali, marroquí que llegó a Traperos desde la fundación Gaztelan hace 11 años. Primero en la selección de ropa, organizando el almacén y preparando los pedidos para los rastros. Este año ha empezado atendiendo las llamadas para la recogida de voluminosos. También siente que está "en familia" y confirma su alegría con una sentencia: "No pienso cambiar esta ciudad ni mi trabajo".
Tampoco tiene ninguna intención de moverse Vesela Arsova, búlgara que en sus 15 años en Pamplona ha trabajado en varios sectores, a veces con contratos "no en condiciones". Su padre se jubiló en Traperos, su hermano trabajó 5 años en Traperos y ella empezó porque se quedó sola con una hija.
"Me ayudaron a volver a trabajar, ya llevo 5 años en el rastro de Artica y aquí me voy a quedar". Entre otras cosas, porque "me he movido por muchos sitios y el compañerismo que he visto aquí no lo he visto fuera".
Lo confirma la camerunesa Marcelina Ngono, que antes salía con el camión de voluminosos y ahora organiza desde la nave los muebles que llegan. "Somos un equipo. El equipo de Traperos. Los traperos nos ayudamos unos a otros y aprovechamos todo lo que se puede aprovechar". Por muchos años más.