José Luis Arana recibió el año pasado más de 40 transfusiones de sangre y plaquetas. Y todas ellas en su casa de Getxo. Porque el servicio de hospitalización domiciliaria de la OSI Uribe de Osakidetza consigue llevar hasta el hogar de José Luis y Merche Vidaurrazaga, su compañera de vida y enfermera de cabecera, toda la atención que necesita. “Es una asistencia fundamental para los que no podemos desplazarnos y tenemos las facultades físicas bastante limitadas”, dice este getxotarra de 81 años.
“ Es una asistencia fundamental para los que no podemos desplazarnos y tenemos las facultades físicas bastante limitadas ”
Conoce a todos los sanitarios que le atienden como si fueran de la familia, al doctor Aitor Claver, por el que se preocupa cuando sale de viaje por ahí... lejos, o a la enfermera Esti Gómez, con la que bromea. Es consciente de que esta atención a la carta que recibe le resulta vital. “Yo necesito las transfusiones. Para mí es de vida o muerte, y no estoy en condiciones de andar de aquí para allí”, afirma Arana, quien por casa se mueve poco pero que ya no sale a la calle. Arana empezó con estos problemas de la sangre hace ya seis años. “Lo que pasa que han ido a más, a pesar de todas estas medidas que están retrasando la enfermedad. Me permite hacer casi vida normal, sin grandes dolores. Solo tengo alguna molestia y todo eso es gracias al tratamiento”, asegura.
“ Yo necesito las transfusiones. Para mí es de vida o muerte, y no estoy en condiciones de andar de aquí para allí ”
“Se llama soporte transfusional. Para ello se le realizan controles semanales con analítica y, con esos resultados, según lo que necesite, le ponemos sangre o plaquetas. Ayer, concretamente se le hicieron las dos”, explica la doctora Ainara Larrazabal, jefa de la unidad de hospitalización a domicilio del hospital de Urduliz. “Se trata de ser lo más accesible posible para que el paciente, estando en su casa, tenga en cada momento, la atención que necesita, estando en contacto continuo y directo con la Atención Primaria”.
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Es entonces cuando Merche, interviene, llena de agradecimiento. “La atención de estos profesionales de Urduliz no puede ser mejor. Estamos súper agradecidos”, dice. “Nos atienden mejor que bien y nos tratan con un cariño tremendo. Todos se portan genial, como Olatz. Pero también quiero agradecer los esfuerzos de la doctora Maite Moreno, que cuando estuvo ingresado en Cruces nos atendió de locura. Y nos llama los jueves. No se puede hacer más”, indica.
Arana lleva una cánula permanente que facilita el procedimiento. “Funciona de maravilla y todas las semanas se la limpian muy bien”; añade Vidaurrazaga. Todo con el objetivo de que su marido tenga la mejor calidad de vida posible.
Él reconoce que de 2022 a 2023 “la enfermedad ha ido avanzando pero de semana a semana, no nota tanta diferencia”. “Lo que ocurre que si no te transfundimos, empeorarás porque bajarán las cifras de la hemoglobina y de plaquetas”. “Se trata de que las transfusiones te mantengan estable”, le matiza Larrazabal.
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La filosofía de vida de Arana es admirable. “He aceptado mi enfermedad, la conozco bien y tampoco le doy más vueltas. A veces se habla de terapias nuevas, pero yo sé que si eso estuviera probado, Osakidetza me lo hubiera ofrecido. La experiencia que tengo con el Servicio Vasco de Salud es que conmigo no escatima. Y eso te da mucha tranquilidad. Sabes que estás en buenas manos ,y que si hay algo bueno, te lo van a ofrecer y si no hay, no hay. Para ¿qué darle más vueltas?”.
La pareja, que ya ha cumplido de largo sus bodas de oro, alaba la cercanía de los médicos. “La medicina se ha ido, de alguna forma, popularizando, y hoy en día ya no es algo tan elitista como antes. Hay que respetar a los médicos, pero el trato es excelente”, precisa Arana. “Antes tenías miedo hasta de preguntar pero ahora si tienes una duda, la expones y te la explican con cariño”, acota Merche. “Y ¡cómo nos tratáis! ¡cómo nos cuidáis!”, remarca.
“Ellos también lo ponen muy fácil. El protagonista es el paciente y que él entienda lo que le pasa, y en qué fase se encuentra es de admirar”, afirma Larrazabal. Porque con toda la medicación que toma, unas doce pastillas al día, se gestiona sin ayuda y derrochando paciencia.