"Son carnívoros, pero, tranquilos, no os preocupéis, que no comen a seres humanos. Ni pican, ni muerden, no os podemos acercar a ellos sin problemas. Además, son controladores de la población de mosquitos, son nuestros aliados”, calmó Jon Miguel Aristu, biólogo de Ornitolan, a la treintena de txikis exploradores que se había apuntado a la captura, identificación y suelta de libélulas y caballitos del diablo que se celebró en el enclave de la nogalera y el puente viejo de Burlada.
“Queríamos enseñar este grupo de fauna tan singular, y a la vez desconocido, que tenemos al lado de nuestras casas, en las orillas del río Arga. El objetivo era que los chicos y chicas metieran los pies en el río y que las imágenes de los caballitos y las libélulas se quedaran grabadas en la retina”, subrayó Gabi Berasategi, uno de los fundadores de Ornitolan, empresa especializada en el estudio del medio ambiente. A la caza del diablo.
Antes de adentrarse en las aguas del Arga, Jon Miguel aportó tres claves que permitieran a los exploradores –equipados con cangrejeras, gorras y redes– diferenciar a estos dos insectos odonatos: “Los caballitos del diablo tienen ojos pequeños y a los lados de la cabeza. Cuando se posan, recogen las alas, son de menor tamaño y el cuerpo es fino”.
Sin embargo, las libélulas son más robustas, siempre posan con las alas extendidas y los ojos son más grandes y ocupan toda la superficie de la cabeza. “Tienen visión casi de 360 grados. Ven lo que tienen delante, atrás y a los lados. Esto les permite detectar a las presas y se alimentan de otros insectos voladores. Los caballitos del diablo son cazadores menos eficaces y se alimentan de moscas”, diferenció.
Después de la explicación, Jon Miguel guió a los pequeños –y sus padres– por el río hasta unos juncos y vegetación de ribera. “¡Ahí, ahí, ahí!”, apuntaban emocionados los txikis con el dedo índice y Jon, aprovisionado con una red, cogía los insectos al vuelo y los colocaba en una placa de petri. “¿Qué es, un caballito del diablo o una libélula?”. “¡Un caballito porque tiene las alas plegadas!”, respondieron al unísono los pequeños, que habían aprendido la lección, mientras rodeaban a Jon y miraban atónitos al pequeño animal.
Los exploradores capturaron, y soltaron, varios caballitos hembra y macho y de vuelta al puente viejo atraparon una libélula. “Las libélulas son más difíciles de capturar porque vuelan a toda velocidad –las especies más grandes alcanzan los 60 kilómetros por hora– y no se paran ni en el agua ni en la vegetación. Los caballitos del diablo se posan y van más lentos. Hemos tenido suerte”, reconoció Jon Miguel.
Al finalizar la sesión, las familias reconocieron que se lo habían pasado en grande. “Nos ha gustado mucho meternos en el agua y que la actividad haya sido en un lugar tan bonito. Además, me parece muy importante que mis hijos conozcan la fauna que habitan en nuestro río”, comentó Leticia Cardera, madre de Uxua e Ina.
“Ha sido una forma divertida de aprender sobre estos dos animales, que eran desconocidos para nosotros. Me ha sorprendido que fuera gratis, si fuera una actividad de pago, pagaría porque cuidamos más el medioambiente si lo conocemos”, aseguró Paula Cajaraville, que acudió al Arga con su hija Isora. “Hemos venido para que conozcan la fauna y flora del Arga, es importante mantener los ríos vivos. Además, el agua está riquísima”, bromeó Esther Calleja, madre de Saioa y Unax.
Caudal muy bajo
“Es la vez que menos agua baja por el río. Otros años, nos llegaba hasta los tobillos”, señaló Gabi al adentrarse al río Arga, que está sufriendo un estiaje “severo” debido a la falta de precipitación. Entre el 1 de mayo y el 7 de agosto, Pamplona ha registrado los 100 días consecutivos más secos desde que existen registros.
La sequía, afirmó Gabi, está afectando a las larvas de libélula y caballito del diablo, que, a diferencia de los adultos, viven bajo el agua. “Las hembras depositan los huevos en zonas con pozas, rápidos, glea y vegetación de ribera. Ahora, estarán buscando zonas que estén menos secas como la playa de Oricain, Huarte o San Jorge”, adelanta.
Además, si el caudal es bajo, las larvas tienen más dificultades para salir a la superficie y apoyarse sobre las raíces u hojas de los juncos cuando eclosionan y se convierten en adultos.
Al detalle
Calidad del agua. La presencia de libélulas y caballitos del diablo es un un indicador de la buena calidad del agua y de la conservación del ecosistema fluvial. “Las larvas crecen en las orillas, necesitan buena vegetación acuática y de ribera y agua limpia y oxigenada. El puente viejo de Burlada es de los lugares mejores conservados del Parque Fluvial del Arga”, aseguró Jon.
Libélulas vs caballito del diablo. Los caballitos del diablo tienen los ojos pequeños y a ambos lados de la cabeza, se posan con las alas recogidas, cazan presas estáticas y permanecen cerca del agua. Las libélulas son más robustas, siempre posan con las alas extendidas, suelen alejarse a grandes distancias de los ríos y tienen una visión de casi 360 grados, los que les permite cazar otros insectos voladores. Las más grandes alcanzan los 60 km/h.