En Nerea Barros es una actriz de contrastes. Se mete a fondo en los personajes y con el de Elena Blanco en La novia gitana ha hecho una inmersión total. Lleva desde niña muy dentro la interpretación, y ya con cinco añitos tenía claro que meterse en pieles ajenas es un placer. Pero lo que muchos no saben es que durante ocho estuvo dedicada a al enfermería, carrera que tranquilizó a sus padres, que querían, como casi todos, que su pequeña tuviera un colchón de seguridad por si acaso no se cumplían sus sueños en los escenarios o ante las cámaras. Ahora, la adaptación para la televisión de La novia gitana, la primera novela de un trío de escritores y guionistas muy conocidos que buscaron para su trabajo en común seudónimo con nombre de mujer, es una de las más comentadas de la actual temporada. Y Nerea Barros tiene, dentro de ella, un lugar especial.
PERSONAL
Edad: 41 años (12 de mayo de 1981).
Lugar de nacimiento: Santiago de Compostela.
Formación: Estudió enfermería y trabajó en el Clínico de Santiago de Compostela.
Trayectoria: A los catorce años rodó su primera película, Nena. Su popularidad empezó a destacar cuando participó en 2013 en El tiempo entre costuras, pero su consagración definitiva le llegó con La isla mínima, una película que le dio el Goya a la Mejor actriz revelación. Ha trabajado en distintas series y en estos momentos es la protagonista del primer libro de la trilogía de Carmen Moya, La novia gitana.
Elena Blanco, ¡vaya personaje!
De verdad, es el retrato de una mujer increíble. Una mujer con su fuerza, sus dudas y sus debilidades ante un escenario que lo tiene todo.
Una mujer dura, muy dura. ¿Ha sido duro también darle vida?
¡Qué va! Todo lo contrario. Ha sido un personaje precioso, uno de los más bonitos que he hecho en mi vida. Dura es la historia que hay detrás de lo que representa Elena Blanco, una mujer que lucha, que pelea, que trabaja.
¿Cree que podría ser incluso un personaje real?
¿Por qué no? Es un personaje muy humano que está sometido a unas circunstancias especiales.
¿Ha descubierto algo con esta mujer?
Muchas cosas, y algunas importantes. Estoy en un momento sano de mi carrera. Antes, cuando cogía un personaje, sentía que tenía que sufrir cada segundo de rodaje para darlo todo, pero con La novia gitana he entendido una serie de cosas importantes. La propia Elena Blanco me ha llevado a no sufrir con los personajes. Viendo la serie me han pasado una serie de cosas que con otros trabajos no me habían ocurrido.
Diga alguna de esas cosas que le han sucedido.
Antes de ir al pasado Zinemaldia me puse a ver cuatro capítulos de la serie y me eché a llorar, pero no lloraba de pena, de angustia o de sufrimiento. Había dentro de mí todavía un poso de Elena Blanco. Después de la proyección le dije a Paco Cabezas: Tío, soy una llorona, estoy loca o no sé qué me pasa. Es que no podía parar de llorar, cosa que antes no me pasaba. Se me caían las lágrimas; no es que quisiera llorar, es que me salía ese llanto de muy dentro. Y Paco me dijo: Calla, calla... Yo he estado en una esquina llorando en cada capítulo. Tú no te preocupes. Así que lloré feliz.
¿Por qué Elena Blanco le hace sentir tan diferente a otros personajes?
Puede ser por muchas cosas: el momento, la historia, el cómo lo afrontas... En este he sentido que he dejado en ella muchas cosas, pero lo que en el fondo noto no es dolor, es también belleza. Es vida lo que hemos hecho en esta serie.
Un libro intenso y una serie que parece que lo es más hasta ahora. ¿Se había leído la obra de Carmen Mola?
Quién no había oído hablar de La novia gitana... No lo había leído, el libro me llegó por Paco, aunque claro que sabía de la trilogía y de Carmen Mola, por supuesto. En aquellos momentos estaba muy ocupada en otras cosas, porque soy una directora que está empezando a crear y estaba más dedicada a leer sobre todo ensayo.
Y cuando pudo cogerlo, ¿qué le pareció el libro?
Para que me lea una novela entera me tiene que gustar mucho, así que cuando me llegó, antes de empezar a leerla, me lo planteé como trabajo. Y cuando llegué a la sexta página de La novia gitana ya me enganché, ni me acordaba del casting. Estaba loca perdida leyendo una historia fascinante. Me enganchó y me la leí sin parar. Con este libro me ponía la excusa de que era trabajo y no lo dejé hasta el final.
Así que cuando llegó la hora de la verdad se lo sabía todo de la inspectora Blanco.
Me pareció un personaje fascinante, así que dar vida a esta mujer es uno de esos regalos que recibes cuando te dedicas a esta profesión. Después llegaron los guiones y es cuando te das cuenta de que todo va a en serie.
¿Los guiones consiguieron que se olvidase del libro?
Eso es imposible. El libro es origen y yo me agarro a él para captar su esencia, para ver lo que han sentido miles de lectores cuando se enfrentaban a esta historia. A la hora de trabajar lo que importa es el guion, claro, pero esos guiones tienen toda la esencia de los personajes del libro.
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Luego está satisfecha con la Elena Blanco que ha creado...
En otros trabajos lo que veía era a Nerea Barros interpretando a un personaje, dando vida a una mujer en tal o cual situación, pero cuando veo La novia gitana no me veo a mí en la piel de Elena Blanco, veo a Elena Blanco, una mujer muy peculiar que tiene sus propios gustos y vuelca su vida en su profesión.
¿Le había dado antes de la llegada de Elena Blanco por la grappa?
No, es que yo soy gallega y en todo caso en mi tierra se bebe aguardiente. Teníamos en mi casa un alambique y veía caer las gotitas. No me gustaba, es muy fuerte para mí. A mí me gusta el licor café en bajas dosis, sobre todo cuando estoy en Galicia y me puedo tomar un buen licor de café casero. Probé la grappa y me dije: Vaya, vaya... Esto parece orujo. Aunque es como un poco más seco, más áspero.
¿Hay algún rasgo de Elena Blanco en usted?
Ojalá, pero no. Ni siquiera la postura corporal. Elena Blanco me ha ayudado a mí, porque yo soy todo pasión y emoción, un desborde continuo, pocas veces estoy en la cabeza y tengo que aprender a estar ahí. Sin embargo Elena Blanco solo está en la cabeza, para ella entrar en emoción es la muerte, es entrar en el dolor. Cuando Elena entra en emoción, se va todo a la mierda en unas dimensiones gigantescas, así que ha sido sano tener a Blanco conmigo todos los días, porque es cierto que cuando entramos en dolor es una hecatombe.
Dice el director, Paco Cabezas, que ha preferido que sus actores no estuvieran maquillados, que ha querido mostrarles con toda naturalidad. ¿Se ve bien así?
Siempre tiendo a llevar muy poco maquillaje, a no ser que el personaje lo requiera. Por ejemplo, en Operación marea negra llevo los ojos muy cargados, pero nada más, se me ven las pecas.
Es usted una gallega con nombre vasco.
Sí, y estoy muy orgullosa de las dos cosas, de ser gallega y de tener un nombre vasco.
¿Tiene algún significado que lleve ese nombre de pila?
Sí. Para mí significa mucho que Nerea signifique mía, porque yo soy muy mía por derecho propio. Mis padres no sabían qué nombre ponerme, alguien quería ponerme María José, pero una amiga les dijo: Hay una Nerea en el camping tan guapa... Ponedle Nerea, a ver si sale tan guapa como ella.
¿Veraneaban de camping?
Sí, y luego, durante catorce años fui a un camping en la ría de Arousa. Durante tres meses al año estaba en la playa, en las rocas, en los montes... Era como un animalito salvaje y muy feliz.
Su primera intención fue ser enfermera y no actriz, ¿me equivoco?
Soy enfermera por mi padre, pero soy actriz, siempre he sido actriz. Cuando tenía cinco años no sabía lo que era eso, pero ya sentía una necesidad de crear, una fuerza que llevas en la sangre y no se puede rechazar, porque si lo haces hay algo que se rebela.
¿Entonces?
Empecé a trabajar cuando tenía catorce años. Seguí trabajando y de hecho comencé a sacar buenas notas cuando empecé a trabajar como actriz. Tenía clarísimo mi objetivo. Mis padres, como buenos gallegos, me pidieron que tuviera un colchón. Mi padre me dijo que hiciera Medicina, pero le respondí que ni loca. Al final hice Enfermería y acabé trabajando en cuidados intensivos y neonatos, entendiendo mucho más de la vida, del dolor, de la felicidad, del aquí y del ahora. Entendí lo importante que es luchar por lo que uno siente. Reconozco que la enfermería me ha dado mucho.
Y llegó el momento de luchar por lo que sentía usted, ¿no?
Claro. Estuve ocho años relacionada con la enfermería. Me cuidaban mucho en el Clínico de Santiago de Compostela y podía compaginar las dos cosas. Todos sabemos que vivir del trabajo de ser actriz es muy difícil. Además, la enfermería también me estaba dando muchas cosas, aunque no soy una enfermera al uso, me llevaba todo a casa y es muy duro.
¿Se lleva también a los personajes que interpreta?
Sí, pero de otra forma. Cuando vas a un hospital a trabajar y alguien se muere en tus brazos, o cuando abrazas a una persona que no está bien, son cosas de verdad, son el aquí y el ahora, es la realidad de la vida y la muerte. Llevarte eso a casa no es lo mismo que llevarte un personaje, prefiero llevarme al personaje.
Lo que siempre se pregunta a los gallegos, ¿siente añoranza?
La morriña, siempre. Soy una meiga gallega. Tengo morriña a tope y adoro mi tierra. Amo mi idioma y amo miña terra.