Actualizado hace 5 minutos
La convivencia nunca es fácil, y más cuando se trata de dos especies con formas de comunicarse y de relacionarse con el mundo distintas. Esto hay que tener en cuenta cuando en un mismo domicilio viven juntos humanos y perros. Puede que ya llevemos unos años juntos y que las rutinas ya se hayan ajustado para poder dercir que todo va bien. Pero no debemos olvidar que somos responsables del bienestar de nuestro amigo, por lo que no debemos confiarnos y estar atentos en todo momento a señales que muestren que todavía hay elementos que pulir.
Entre estos elemento hay algunas acciones que llevamos a cabo de forma inconsciente y que nuestros perros no interpretan de la misma manera que nosotros. Puede que lo que para nosotros sea una muestra de cariño, a ellos les resulte amenazador o agobiante.
Estas son cinco cosas que hacemos y que debemos corregir para evitarle a nuestro perro un mal rato o un posible susto.
Los abrazos
Para nosotros, un abrazo significa cariño, afecto, cercanía, pero para un perro, puede significar sentirse atrapado, ser una posible presa. Por ello, pasarle el brazo por el cuello o levantarlo activa su instinto de defensa, de huir. Dependiendo de su carácter o de su adaptación puede reaccionar de distintas maneras, algo que también depende de si el humano es de confianza o no. El rechazo será más obvio si este gesto viene de alguien ajeno, pero su incomodidad también se da cuando se lo da alguien de su círculo familiar.
Saber leer su lenguaje corporal es esencial para percibir las señales de incomodidad, como pueden ser echar de las orejas hacia atrás, cierta rigidez en la postura o un intento de apartarse indican que no le está gustando el abrazo. Por ello es mejor acariciarles con suavidad en el pecho o en el lomo. La tripa también puede resulta problemático debido que es una zona especialmente vulnerable. Si la ofrecen directamente es una muestra de absoluta confianza.
Los gritos y el tono alto
Los perros no entienden el lenguaje verbal pero sí saben interpretar las emociones. Por ello, cuando el humano eleva la voz o usa un tono enfadado, el perro no entiende lo que dice pero sí la intensidad, algo que puede causarle miedo o inseguridad. De esta manera, en lugar de corregir el comportamiento no deseado, se genera confusión y desconfianza que a la larga puede acabar en ansiedad y comportamientos defensivos.
Por este motivo, los especialistas en comportamiento animal aconsejan métodos positivos de refuerzo. Es decir, premiar las conductas deseadas con caricias y premios para asociar un comportamiento correcto con un resultado placentero.
No dejarle olfatear a placer
Los perros emplean el olfato para relacionarse con su entorno, para explorar todo lo que les rodea. Puede decirse que lo usan igual que los humanos la vista. Por eso, impedir que vayan oliendo todo lo que encuentran puede generarles estrés y frustración. Para ellos, sus redes sociales, su Instagran y su correo son los árboles, las farolas y las esquinas que encuentras en sus rutas habituales. Tirar de la correa para que no se detenga o evitar que rastree de dónde viene ese aroma puede resultarle tan molesto para ellos como para nosotros no detenernos para ver con detenimiento algo que haya llamado nuestra atención.
Darles su espacio
De la misma manera que los humano somos seres sociales pero también tenemos nuestra distancia social que mantiene una alejamiento de los otros, los perros también tiene claro que necesitan su propio espacio. Por ello, poner la mano en su cara, inclinarse sobre ellos o acercarse por sorpresa pueden ser considerado como invasivas. Esto responde a su instinto de vivir en manada, en la que a pesar de estar juntos cada uno en su lugar para prevenir conflictos.
Para que no se vean incómodos, lo importante es dejar que sean ellos lo que se acerquen, que elijan el momento. Otra manera es ofrecerle la mano para que la huelan antes de hacer la caricia y que no desconfíen de las intenciones. Esto es importante que los niños lo aprendan.
Soledad y aislamiento
Queda dicho que los perros son animales sociales y necesitan sentirse acompañados. Por ello, dejarlos solos mucho tiempo no es bueno, pudiendo ser la causa de que sufran estrés. En ocasiones pueden sufrir ansiedad por separación. Se suele manifestar con ladridos excesivos, destrucción de objetos, intentos de escape o pérdida de apetito y temblores. Estos comportamientos son intentos de afrontar la angustia que sienten por la separación.
Pero no solo es dejarlos solos, también puede ser ignorarlo cuando estamos juntos. No hacerle caso en los momentos en los que él busca compañía, juego, caricias o atención puede frustrarlo igualmente. Las herramientas para evitarlo son las habituales: paseos regulares, juegos, caricias y prestarles atención.