Ya lo sé. El ritmo no para y la Real ha sido capaz de sacar adelante otro encuentro entremedias. Pero yo sigo anclado en Anoeta desde el sábado pasado. Como si mi ordenador tuviera una ventana virtual a través de la que pudiera regresar a la fiesta para conmemorar el título de Copa cuando quisiera (menuda idea más buena, tengo que patentarla). Hoy visito el momento previo al encuentro, la celebración más austera, en la que participaron todos los componentes del primer equipo y los trabajadores que les rodean en el club. Todos felices, como no podía ser de otra manera. Una sinergia que nunca es sencilla porque muchas veces se salpican en sus diferentes labores, lo que genera los habituales roces que se producen, por otra parte, en todas las profesiones. Entre todos están obligados a crear un clima de bienestar que repercuta de manera óptima en la atmósfera del equipo. Y, aunque insisto, es lógico que haya rencillas y pequeños piques, en la Real se puede decir que lo consiguen de sobra.
Este siempre ha sido uno de los secretos de nuestro equipo. Aunque la convivencia, no solo entre los jugadores sino entre todos los que se encuentran entre bastidores nunca sea cómoda, entre otras cosas porque unos necesitan la aprobación de otros para ejercer su labor, todos son de su padre y de su madre, y en el fondo generalmente se trata de profesionales reputados en su materia. Solo así pueden entrar en la NASA que ha levantado Roberto Olabe, al más puro estilo la Academia Aspire que lideró en Catar. Bueno, de alguna otra manera también es posible sobre todo en los despachos, eso también es verdad...
Un doctor de la selección española solía comentar en broma entre sus compañeros de gremio: "Hoy en día estamos en manos de entrenadores. Si rascas en uno de ellos como mucho te sale un jugador. Y si lo haces en un futbolista, como mucho te sale un fontanero. No hay más". La gracia lo resume todo. Rescato la anécdota para hilarlo con que los jugadores de la Real están cayendo lesionados como soldados de naipes. Probablemente sea aquí donde reside una de las grandes diferencias respecto al curso pasado, ya que el equipo no ha perdido ni un ápice de su competitividad y de confianza, lo que le ha permitido alcanzar la hazaña de liderar la clasificación en solitario. Pero como es normal y habitual, muchas escopetas se han cargado para apuntar al cuerpo médico. Yo también lo he hecho alguna vez presa de la impotencia. Me hizo gracia que en Twitter un par de aficionados me exigieron indignados (yo seguía de baja y estaba en el sur) que preguntáramos por los motivos de la incesante plaga. Como no podemos hablar con los galenos, por imposición del club, la única persona a la que podemos interrogar sobre todos los temas es a Imanol en rueda de prensa. Un jugador en una entrevista casi nunca se va a mojar en este terreno, porque es plenamente consciente de que sería como escupir a la cara. Por eso me extrañó tanto que Illarramendi, con lo buena gente que es y con el concepto tan claro que tiene de lo que debe ser un vestuario, dejara en su día con el culo al aire al jefe de los servicios médicos. Me consta que cuando leyó la entrevista se arrepintió y pensó que no se había expresado bien, pero Javier Barrera, que había sufrido con su lesión casi igual que él, se llevó un importante y lógico disgusto. A lo que iba, en la siguiente rueda de prensa del oriotarra, de unas diez preguntas siete fueron en relación a los lesionados. Hasta el punto de que al final de su comparencia, con su habitual tono cercano y jocoso, Imanol vaciló a los periodistas con un sonoro: "Algunos habéis venido a buscarme eh...".
Lo digo por experiencia, es difícil hablar e informar de las lesiones por el simple hecho de que nos faltan muchas cartas para manejar todas las claves. Una cosa es hablar del tema en la barra de un bar porque te ha llegado algo de una buena fuente y otra, muy distinta, publicarlo en un medio. Para hacerlo, casi te tiene que venir de boca del protagonista, cosa ardua improbable en la actualidad.
Pero hay otra cuestión mucho más significativa que en numerosas ocasiones obviamos. Rescato una historia muy vieja y conocida por muchos. En Zubieta todavía se recuerda el caso del fichaje de Jeremy Brechet. La Real se hizo con sus servicios pagando a todo un Inter de Milán menos de dos millones de euros. Algo no encajaba. En el reconocimiento médico vieron que tenía una lesión en la rodilla que podía provocar que más pronto que tarde pasara por el quirófano. El director deportivo les dejó muy claro que no era problema suficiente como para tumbar un fichaje procedente del Inter: "Si no tuviera eso, nos costaría diez veces más". El pobre central galo no tardó en ser intervenido y, desgraciadamente, no pudo triunfar en Anoeta. ¿Saben quién era el director deportivo? Roberto Olabe. Y ojo, no lo digo como una crítica, porque lo entiendo perfectamente. El fútbol de hoy en día es así, se vive al límite y se toman decisiones arriesgadas. Esa vez salió mal. Pero con esto quiero decir que los médicos se llevan muchas culpas que a veces no les corresponden. Y encima están obligados a callar. No pueden defenderse ni presentar alegaciones a las críticas porque no les dejan, aunque en muchos casos, también hay que decirlo, tampoco quieran hacerlo.
El jueves cayó Zubimendi. El segundo de la semana tras la rotura de Oyarzabal la víspera del Mallorca. Los dos jugaron los Juegos (el segundo la Eurocopa también). Desde que llegó Imanol, la media de bajas por partido ha sido superior a cinco. Demasiadas. Llegados a este punto, más que alimentar un debate sin apenas respuestas sobre el elevado número de lesiones, yo creo que deberíamos centrarnos en la realidad. ¿Qué queremos? ¿Por qué Imanol ha cambiado la cara a la plantilla y compite ahora siempre a cara de perro? ¿Por qué ahora la Real gana en los minutos finales y con futbolistas poco habituales partidos que en otras épocas hubiese perdido seguro? La explicación es que ha llevado hasta las últimas consecuencias el "se juega como se entrena". Pretendemos que los nuestros vayan a cuchillo siempre, pero que no sufran problemas físicos y eso es un imposible. Yo entiendo que en el Madrid, un conjunto que tampoco suele ser el que más corre, estuviesen mosqueados el curso pasado porque fueron los que más contratiempos físicos sufrieron. Pero en esta Real el que no se deja la piel en Zubieta no tiene ninguna posibilidad de jugar el fin de semana. No hay más que comprobar la lista de lesionados en los entrenamientos de los suplentes al día siguiente de los encuentros, cuando les reclaman el mismo esfuerzo para alcanzar el nivel de exigencia que afrontaron los titulares. Detrás de la larga y por momentos angustiosa lista de ausentes se esconde la piedra filosofal de Imanol. El auténtico secreto de su éxito. Ya nos lo decía el añorado Tximist: "No pain, no gain". Sin dolor no hay victoria. Con los que estén, los que se lo hayan ganado en Zubieta, donde tienen que ser los mejores cada día como repite hasta la saciedad Aperribay, y sin pensar en los que no han podido viajar, hoy puede ser una gran noche (Imanol empezó a jugar dos partidos en Graz consciente de que la pueden liar de verdad contra el campeón). Este es el verdadero cambio, que creemos ciegamente en todos ellos. ¡A por ellos!