Es cierto que el segundo gol de la Roma me dejó tocado. Con la rabia del niño aficionado que guardo dentro, me costó hasta escribir una crónica que llevaba bastante bien encaminada para tratar de bajar a vestuarios, recoger declaraciones e intentar hacer una entrevista que publicaríamos de viernes para sábado. Un tanto en un saque de esquina que, aunque estaba ejecutado con una perfección envidiable y aguda maldad por el guante de Dybala, estuvo peor defendido que los de los patios de colegio. Y da rabia, porque se entiende que haya mucha gente optimista que pueda interpretar que la Real no hizo un mal partido y que incluso pareció dominar bien la situación durante gran parte del mismo, pero no fue así. Se jugó siempre a lo que quiso la Roma, y con esto no estoy señalando a Imanol, ya que, por poner un ejemplo, el año pasado en Leipzig creo que el oriotarra salió vencedor en el duelo de pizarras y solo un penalti les privó de regresar con la eliminatoria en ventaja. De lo que sucedió después en la vuelta sí que prefiero ni comentarlo, porque ya quedó todo dicho. Cada uno tendrá su versión, obvio, todas igual de válidas y respetables.
Voy a resumir en pocas palabras lo que, para mí, sucedió. Mourinho tenía clarísimo que si cerraba con un muro fuerte y musculoso los pasillos centrales iba a hacer mucho daño a los realistas y, en ataque, su consigna era hacer sangre a la espalda de sus defensas. A las primeras de cambio, los blanquiazules cayeron en su trampa y los italianos se pusieron en ventaja gracias a una carrera, un amago y un centro y un remate del carrilero de la otra banda que llegaba como un rayo al área. Desde ese minuto hasta el fatídico 86 no pasó casi nada. Sí, lo sé, Kubo y Belotti sacaron astillas de la madera, y Smalling todavía está en capilla dándole gracias a Dios por que su despeje fallido saliera rozando el palo y poco más. ¿Que la Real atacó más? Vale, puede ser, pero la pregunta cuando tienes enfrente a Mourinho y a un equipo italiano es, ¿Pur qué? ¿Pur qué atacó más, porque la Real dominó y fue superior o porque su rival se dejó dominar y se replegó consciente de que llegaría otro error para aprovecharlo sin piedad?
Un gran amigo mío, que lo sabe todo del club, pero también del fútbol y con el que no siempre estoy de acuerdo, me lo justificó con precisión de cirujano: “Lo de que la Real no lo hizo bien solo es el envoltorio, jugar bien es lo que hicieron ellos: tener un plan, desarrollarlo a la perfección, reducir al rival al mínimo y aprovechar sus virtudes”.
En el fútbol, la mayoría de las veces todo es mucho más sencillo de lo que parece. Y esa, probablemente, sea la mayor cualidad de Mourinho. La Real dominará dos sistemas, pero siempre juega a lo mismo y los entrenadores top que dirigen grandes plantillas cuentan con las herramientas y la capacidad para desnudarle: “Había que saber hacer el partido largo, jugar a que no pasara nada... pero no sabemos. Queremos ir de guapos, ganar con nuestro estilo y tal y a estos equipos, pero es imposible”.
No falta el sector ultradefensor de la causa que se agarra al clavo ardiendo del “y si...”: “Y si Merino mete, y si Kubo marca... Pero esas no se fallan por casualidad. Es la diferencia de nivel, nos creemos siempre más de lo que somos. Sus dos goles son el máximo ejemplo de precisión. El primero, por ejemplo, mucho más difícil que la de Merino, para dentro. El segundo, un córner impresionantemente sacado; no hacemos ni uno así nosotros... En fin”. No puedo estar más de acuerdo.
Me pareció tan contundente y realista su análisis que he querido compartirlo. Imanol Alguacil era plenamente consciente de lo que le había pasado en el partido. La segunda flecha fue tan letal y tardía, que salió a la sala de prensa cariacontecido y sin filtro. Primero se mostró frío, monosilábico y cortante con una compañera de una radio, a la que sé que aprecia y respeta, por lo que estoy seguro de que se arrepintió a los pocos minutos. Después lanzó un discurso crudo e inequívoco con el que, queriendo o no, puso en duda el nivel de competitividad del equipo: “Se ha visto que estos partidos todavía nos vienen grandes. Si regalamos lo que hemos regalado en las dos áreas, no vamos a ser capaces de competir contra estos equipos. El 2-0 se lo hemos puesto casi en bandeja”. Aunque Illarramendi no estaba de acuerdo con sus palabras (“yo confío en el equipo al 100%”), la evidente y dura realidad vivida en Roma no admitía ni la más mínima discusión. Otra cuestión es si su declaración pueda entrar en el decálogo de lo que no hay que decir cuando has sucumbido en la ida y necesitas generar un ambiente de rabiosa confianza y ardor guerrero para soñar con una remontada en una de las noches más inolvidables de la historia de Anoeta.
Nos queda grande o no la Europa League, he ahí la cuestión. Yo lo que creo es que el partido de Roma, el duelo concreto, sí nos vino grande y no asumirlo nos podría perjudicar para lo que nos viene ahora. Veo a la Real sin estar a la altura en todo un Olímpico donde se disputó una final de un campeonato del mundo y frente a un vigente campeón europeo, pero, a pesar de su evidente bache de resultados y su angustiosa falta de gol, le considero perfectamente capacitada para, con muchos cambios en su once, llevarse los tres puntos de Mallorca este mediodía y de intentar la heroica remontada ante la Roma. Por plantilla, entrenador, calidad, nivel, unidad, ambición y méritos adquiridos a lo largo de todo el proyecto y de la presente campaña.