Desconozco si tienen mucho tiempo libre, pero en el caso de que puedan invertir algo menos de tres horillas, les aconsejo que devoren la serie La Liga de los Hombres Extraordinarios de Movistar. Sus protagonistas se encuentran muy lejos de ser héroes de leyenda y probablemente los más jóvenes no tengan ni idea de quiénes son. Se trata de Joan Gaspart, del que dicen que “no contaba una verdad ni queriendo” y que era la mano derecha de Josep María Núñez (condenado a seis años y que entró a prisión acompañado de su hijo); el malogrado Jesús Gil, que acabó en la cárcel; José María del Nido, del Sevilla, una persona muy apreciada por nuestro Aperribay, que también estuvo entre rejas; José María Caneda, expresidente del Compostela al que no le gustaba el fútbol cuando le pidieron que comandara un proyecto efímero, que tocó el cielo de la elite antes de desplomarse hasta la desaparición del club (“Me sentí traicionado por mucha gente” fue su justificación); Manuel Ruiz de Lopera, adorado dueño del Betis hasta que se dieron cuenta de que no era oro todo lo que relucía en su relación con su equipo del alma; Teresa Rivero, cuyo marido Ruiz-Mateos pasó su tiempo encarcelado tras expropiarle Rumasa el ministro Miguel Boyer (“que te pego leche”) y a la que conocí y entrevisté (a mí me tenía cariño o pelota, lo reconozco); y Augusto César Lendoiro, el alma mater del Superdeportivo y el que mejor parado sale de largo.
Yo diría incluso que indemne. Su único pecado, que lo tuvo y lo está pagando con creces ahora su club, es haber vivido por encima de sus posibilidades con fichajes que todos intuíamos que eran inasumibles para el presupuesto del conjunto gallego, como se demostró cuando llegó el Cobrador del Frac. Ahora bien, el debate permanece abierto. ¿Qué prefieren, una política de estabilidad financiera y deportiva, como aplica por ejemplo Mouriño en el Celta, o alcanzar la gloria e instalarse en ella durante una década inolvidable con alegrías que permanecerán perennes para el resto de la vida de los deportivistas que las pudieron disfrutar? Manuel Jabois, uno de mis periodistas de cabecera, lo deja claro en el reportaje: “Yo pago ese precio. Dame diez años de gloria y luego ya estaremos unas temporadas en el infierno. Es que si no estás en el purgatorio, sin frío ni calor. La vida es rock and roll”.
Vaya por delante que es aficionado del Real Madrid, por lo que su concepto de infierno quizá esté bastante distorsionado al no haber sufrido lo suficiente. Con el respeto y todo el cariño hacia mis apreciados compañeros Dani Méndez y Marco Antonio Sande, creo que nosotros lo tenemos bastante claro, a pesar de que nuestra Real es cíclica y siempre, o al menos desde que nací yo, vuelve. El pasado domingo, el Deportivo, con los canteranos de Zubieta Lapeña en el eje de la zaga y Roberto Olabe hijo en la medular, logró un, al parecer, valioso punto en su visita al filial del Celta. Una cosa es el infierno y otra estar de mierda hasta la frente. Me temo y reconozco que yo no sería capaz de recuperarme de un fin de semana tan humillante. Y si van a ser unos cuantos años como desgraciadamente amenaza para los deportivistas, cuanto menos discuto incluso si merece la pena alcanzar unas semifinales de Copa de Europa. Con la Liga y la Copa del Centenariazo se empiezan a tambalear mis argumentos, porque bien es cierto que, como pudimos comprobar, encima para mayor regodeo contra nuestro vecino, lo que mola de verdad en el fútbol es ganar. Que les quiten lo bailado. Si aquí idolatramos a nuestros campeones, no me quiero imaginar el nido de nostalgia en el que se habrá convertido Riazor.
Como repiten los entrevistados en la serie, lo que sucedió en los 90 simplemente es irrepetible. Y mejor para todos, porque aunque ahora les vemos en la serie y nos acecha un inesperado ataque enternecedor que nos ablanda el corazón en un sentimiento provocado por un evidente síndrome de Estocolmo, la única realidad es que eran unos bandidos y unos empresarios de poca monta que lo único que pretendían era enriquecerse a costa del equipo de su corazón (“Lendoiro dio más al Deportivo, que el Deportivo a Lendoiro”, estoy de acuerdo con De la Morena). Lo malo es que a toro pasado, y en ocasiones cuando estaban en la cresta de la ola, algunos tenían gracia. Desternillante el relato de Lopera sobre la famosa fiesta de Halloween de Benjamín (la define como la “fiesta del amor”, por la presencia de simpáticas y bellas mujeres de compañía), cuando se llevó a su entrenador Juande Ramos, al que conocí en el Rayo y les puedo asegurar que era de lo más soso que jamás vi, y a su director deportivo. Y sorprendente, por inesperada, la reacción de Lendoiro con sonrisa pícara y tono socarrón: “Yo me hubiese quedado. No se puede desperdiciar una fiesta como esa. Te ocurre una o dos veces en la vida”.
Era el fútbol de opulencia y el despilfarro. En el que Lopera hizo el fichaje más caro de la historia, Denilson, porque no tenía hijos y consideraba al Betis como su chiquillo al que quería mimar con una alegría: “Van a tener que cerrar un banco si se lo quieren llevar”, dijo en su presentación. Pero cuando se acaba la juerga, se queda la deuda. La Real y su presidente Aperribay, que poco o nada tiene que ver con estos granujas, ha demostrado con creces que su política económica es equilibrada y sostenible. Esto no quita que pueda hacer interesantes operaciones, a pesar de no poder sentarse en determinadas mesas. Como es lógico y será siempre así. Basta con recordar la conmoción que generó Olabe cuando declaró al inicio de verano que el club estaba preparado para afrontar una operación de 20 millones de euros. Como la vida y el fútbol cambian en cuestión de horas (ya lo dice Lendoiro, que afirma que es más fácil ser político que presidente de un club, porque los primeros ganan o pierden cada cuatro años y lo segundos cada cuatro días), hasta los 20 de Sadiq llegaron a parecer poco a muchos después de que el Newcastle entrara en Anoeta como un elefante en una cacharrería y se llevara a Isak tras extender un cheque de 70 millones. Por dinero iba a ser...
A día de hoy la Real no dispone de fichas para traer a nadie más. Me imagino que si la dirección deportiva teme por la temporada en enero, incorporará otro 9 que probablemente llegue cedido, ya que no es momento para provocar un superávit de delanteros cuando la joya de tu cantera es un cazagoles como Karrikaburu. Eso sí, si nos vamos más adelante, al próximo verano, e imagino que influenciado por las lesiones de Le Normand y Zubeldia y porque Imanol considera, con acierto para mí, que Urko es mediocentro, yo sigo con mi pedrada y traería otro central con más capacidad para correr hacia atrás que los que tenemos. No hablo de un proyecto como Sagnan, me refiero a un defensa con bigote, contrastado y curtido en mil batallas. Reconozco que viviría más tranquilo. Como lo hago cuando ya no hay presidentes de esa dudosa categoría en nuestro fútbol. Solo eran unos pobres hombres ordinarios con una intratable adicción por la fama, el poder y la pasta. ¡A por ellos!