La Dirección General de Tráfico no marca en España una edad concreta para dejar de conducir. Envejecer no es una razón para renunciar al volante, pero a medida que cumplimos años aumentan los problemas de salud y las limitaciones físicas y mentales. Los conductores que siguen circulando en España con más de 76 años rondan los 500.000.
Aunque resulte una decisión muy difícil de tomar, en algún momento, no ya solo por la propia seguridad sino también por la de los demás, habrá que dejarlo sin esperar a tener un accidente. El permiso de clase B, para conducir turismos, tiene que renovarse cada 10 años hasta los 65 y, a partir de entonces, cada 5.
En determinadas circunstancias, el centro de reconocimiento puede marcar una revisión anual y ante algunas enfermedades (vasculares, neurológicas, respiratorias, digestivas, oncológicas, crónicas degenerativas...) está obligado a exigir un certificado médico o un informe antes de tramitar la renovación del carné.
Por más veterano que uno sea, los años pasan factura en las capacidades al volante. Muchos conductores llevan más de medio siglo con el carné, pero la experiencia no puede suplir el deterioro implacable de la edad.
Expertos de Cleverea nos muestran las doce señales evidentes de que debemos dejar de conducir. No hace falta que se cumplan todas. Basta alguna de ellas para que nos vayamos mentalizando. Son estas:
1- Hay gente que me pita. Los conductores maleducados existen, pero si uno tiene la sensación de que su número aumenta de repente, puede ser que algo estés haciendo mal.
2- Me pierdo incluso en trayectos conocidos. En edades avanzadas es más frecuente y puede ser síntoma del comienzo de un deterioro cognitivo aún no diagnosticado. Un buen navegador no siempre es una buena solución ya que con los años resulta más difícil mirar a la pantalla y a la carretera a la vez.
3-He tenido percances últimamente. No tienen que ser golpes importantes, basta con pequeños raspones o ligeros choques. Si no los has sufrido pero has estado a punto o te ocurren estas cosas con mucha frecuencia, ponte alerta.
4-Surgen peatones o ciclistas como de la nada. Cuando se repiten estos sustos, aumentan los frenazos y las ocasiones en las que hay que disculparse en los pasos de cebra es síntoma de falta de reflejos y pérdida de visión lateral.
5- Me salgo del carril algunas veces. El esfuerzo de concentración puede ser tal que, con frecuencia, provoca cansancio y hace que no se circule como es debido.
6- Me estresa incorporarme a una rotonda. Actos tan habituales como tomar una rotonda, salir de ella en el momento oportuno, incorporarse a la vía principal desde un carril de aceleración, tomar un desvío... pueden empezar a resultar muy estresantes.
7- Alguien próximo se queja de nuestra conducción. Si nuestros familiares, parejas o amigos empiezan a manifestar tensión por nuestra forma de conducir o hacen como si frenaran desde el asiento del copiloto..., tal vez ya no seamos los buenos conductores que solíamos ser.
8- Me distraigo mientras conduzco. Darse cuenta de que vamos demasiado despacio o demasiado deprisa, pasarnos los desvíos o frenar en el último momento indica distracciones al volante.
9- Otros se dan cuenta antes que yo. Mientras conducimos, siempre nos enteramos un poco más tarde que los demás de que viene un vehículo de emergencia pidiendo paso, de que hemos hecho algo mal, de que hay algo que invade la calzada, de lo que pone en las señales de tráfico...
10- Me cuesta hacer algunos movimientos. Algunas personas tienen dificultades para mover el pie entre el freno y el acelerador o les duele el cuello al girar la cabeza para aparcar o sufren tensión en las manos al agarrar el volante con seguridad.
11- No quiero conducir de noche. Nadie ve igual de noche que de día, pero si la visión nocturna empieza a ser un serio problema para conducir con seguridad, no hay que arriesgarse.
12- Me han puesto varias multas. Esto también puede ocurrirle a cualquiera, pero si coincide con la pérdida de reflejos y con que hemos acumulado más partes de lo normal, conviene pensarlo.
Consejos para prolongarlo
1- Mantenerse activo. Caminar, nadar, el pilates y el taichí son actividades que te permitirán conservar las aptitudes necesarias para conducir durante más tiempo.
2- Controlar la audición. Oír bien es indispensable para una correcta conducción. Si no oyes bien, no retrases ponerte audífonos.
3- Vigilar la vista. Estar muy atentos para poner remedio cuanto antes y corregir los problemas.
4- Ojo a la medicación. Algunos medicamentos pueden provocar somnolencia y disminuir los reflejos.
5- Cambiar de vehículo. Puede que necesitemos un coche más acorde con nuestras necesidades o pasarnos a un coche sin carné.
6- Compensar las limitaciones. Ser más cautos que nunca conduciendo por lugares conocidos, evitando situaciones de riesgo y extremando todas las medidas de seguridad.
Decir adiós al coche propio supone un varapalo emocional que habrá que asumir, una dura renuncia a la independencia. Para pasar el duelo de la mejor manera posible lo mejor es que lo hagamos por elección propia y no por imposición y que nos vayamos haciendo poco a poco a la idea. Hacer cuentas de lo caro que sale mantener un coche si apenas vas a usarlo, tal vez también haga que te dé menos pena.
Además, no todo está perdido. Que no dispongas de coche no quiere decir que no tengas otras alternativas para continuar con una vida activa. Taxis, coches compartidos o viajes programados te permitirán seguir manteniendo tu vida social.