Hace dos semanas, el Athletic conquistó Mestalla, un castillo en ruinas, para lograr el pase a las semifinales de Copa. Hoy regresa allí, al epicentro de una crisis descontrolada, donde se anuncia un plante de la afición, harta de asistir a la agonía de un club de renombre que flirtea con el descenso de categoría. Ni la presencia de Voro, una especie de talismán casero, ha impedido que las derrotas se sucedan, una tras otra, desde el partido con los rojiblancos. El único factor diferencial respecto a jornadas recientes será que ejercerá de anfitrión, pero no está claro que tal circunstancia favorezca la reacción. En buena medida dependerá de la oposición que el Athletic sea capaz de plantear.
La vez anterior, bastó que el Athletic desplegase un trabajo serio sin balón para dejar en evidencia la vulnerabilidad de un Valencia que recibió tres goles. No hubo que bordar el juego ni generar muchas llegadas para establecer un abismo sobre la hierba y en el marcador. Pero, ya se sabe que no existen dos partidos iguales, por muy seguidos que sean, así que además del interés por repetir la jugada, acaso convenga elevar el nivel propio a fin de no llevarse un disgusto.
Una cosa es que el Valencia pueda estar provocando lástima y otra hacerse con los tres puntos. Conviene no olvidar que los chicos de Ernesto Valverde no se distinguen por su eficacia a domicilio. En Copa sí acreditan solvencia, pero su registro en liga deja bastante que desear. Aunque cueste entender los porqués de esta dualidad, la realidad se impone tercamente: desde septiembre solo ha podido arañar tres empates como visitante y acumula además cuatro derrotas.
El compromiso de esta noche, se mire por donde se mire, asoma como una excelente oportunidad para romper una tendencia que, de prolongarse, hará del todo inviable la meta marcada en el torneo de la regularidad. Por tanto, aparte de gestionar con inteligencia la angustia ajena, el Athletic necesita elevar sus prestaciones, parecerse en lo posible al bloque que suele competir en San Mamés. De lograrlo, será tan complicado que Simón se vea exigido como que la estructura del rival invalide su producción en ataque.
Según reveló el entrenador, Iñaki Williams se ha recuperado después de ausentarse en dos encuentros. Reaparecería por tanto en el escenario de su mejor contribución ofensiva en tiempo, un par de cesiones en el área que significaron sendos goles. Esto en lo que respecta al capítulo de altas. El de bajas es algo más extenso. Yuri Berchiche se quedó en Bilbao para cumplir la sanción por haber completado un ciclo de amonestaciones, tras la retirada de una de las amarillas que le fueron mostradas el pasado viernes. Su lugar será para Iñigo Lekue, quien ya se encargó de cuidar la banda izquierda en la última media hora contra el Cádiz. No cabe incluir en la ecuación a Balenziaga, que permanece prácticamente inédito desde el verano.
Tampoco Ander Herrera se desplazó a Valencia. Es la cuarta ocasión en que las molestias musculares dan para redactar un parte médico con su nombre. Un caso el suyo que empieza a resultar desconcertante, por decirlo finamente. Desde luego, no puede calificarse de normal. Al parecer, sintió molestias en la sesión del jueves y ayer el club comunicó que causa baja. No intervino frente al Cádiz y en la fecha previa, en Balaídos, fue sustituido en el descanso, algo que también se sale de lo habitual con Valverde. Preguntado al respecto, el técnico se negó a proporcionar explicación alguna.
Para conocer el once no queda más que esperar a que se haga oficial un rato antes del partido. Nada extrañaría que hubiese variaciones en la media, pues la fórmula Sancet-Muniain se antoja poco probable lejos de casa, y en la delantera, con el mayor de los Williams o Guruzeta en la demarcación de ariete que le correspondió a Raúl García ante el Cádiz.