Un nuevo Aberri Eguna invita a los vascos a celebrar su existencia como pueblo. Con un pasado que se pierde en las brumas del tiempo, con un presente desafiante y con un futuro aún por escribir. En el corazón de la siempre contorsionada Europa. En el seno de un mundo globalista y enredado.
No lo harán todos. La refriega partidista o la propia concepción de lo que es o debe ser un país sigue orillando voluntades. Pero después de superar aquel abril de 2020 en el que comenzamos a asimilar lo que sería una terrible pandemia, después de trasladar la reivindicación a los balcones, los mismos en los que durante tanto tiempo estuvo prohibido exhibir una simple ikurriña, este domingo muchos volverán a llenar de ilusión las calles para disfrutar de nuevo en libertad del Día de la Patria Vasca.
El Aberri Eguna hunde sus raíces en un lejano Domingo de Resurrección de 1932, cuando el joven PNV miró en el reflejo de Irlanda –donde se celebra en Pascua el alzamiento de 1916 ante los ingleses– para encontrar un juego de espejos que proyectara sobre Euskadi una cita que aunara la resurrección de Jesucristo con la de la propia nación vasca. Hoy se cumplen 90 años de aquella primera cita que desbordó las calles de Bilbao como después lo haría con las de Donostia (1933), Gasteiz (1934) e Iruñea (1935), hasta que el yugo fascista arrojó sobre el Estado español su sombra de sangre y plomo convirtiendo el Aberri Eguna en un evento proscrito.
Pero fue antes cuando todo se gestó. 50 años antes concretamente. Cuenta la historia que Luis, el hermano del fundador del PNV, Sabino Arana, hizo un viaje en tren en 1882 portando una insignia fuerista. Allí, un viajero cántabro le habría reprochado que se dijera español al tiempo que defendía los fueros, por cuanto aquél entonces –como tantos otros hoy– los tachaba de privilegios. "No sois buenos españoles", se cuenta que le dijo. Y su reflexión al respecto cambiaría la historia de Euskadi.
La dictadura franquista se llevó por delante esta celebración. Fueron tiempos de plantas verdes y geranios rojos en los blancos balcones. La lucha contra Franco y por la libertad aunaba voluntades, crecía la represión. Gernika desbordada, 350 detenidos en Iruñea. Convocatorias en los montes vascos lejos de la mano opresora. La macabra influencia de ETA, el frustrado deseo de la unidad. 90 años de historia preñados de luchas y anhelos, de gritos ahogados, de ilusión. Y aún tanto por hacer.