El expresident de la Generalitat Carles Puigdemont, en el centro de todos los focos por la relevancia que su partido, Junts, ha adquirido de cara a decantar la investidura hacia el socialista Pedro Sánchez como presidente español, apareció ayer por primera vez en un acto público en Catalunya Nord, la Francia catalana, después de que el pasado 5 de julio el Tribunal General de la Unión Europea le retirase la inmunidad como europarlamentario. Un paso que daría vía libre a una nueva orden de detención por parte del juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena, que lleva la causa del procés, aunque el magistrado dijo que no resolverá hasta que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) se pronuncie sobre las eventuales medidas cautelares.
El traslado de Puigdemont desde su exilio en Waterloo fue debido al homenaje al músico Pau Casals con motivo del 50 aniversario de su muerte. Este acto congregó en el monasterio de Sant Miquel de Cuixà, en Codalet, a cinco presidents de la Generalitat: el actual, Pere Aragonès, y los expresidents Jordi Pujol, José Montilla, Quim Torra y el propio Puigdemont. Se trata de una fotografía histórica que no se producía desde 2017, la de todos los jefes del Govern juntos, a excepción de Pasqual Maragall, que no asistió por enfermedad, y de Artur Mas, por un compromiso familiar.
En su transcurso, todos ellos tomaron la palabra y así Puigdemont elogió a Casals por no haber buscado a lo largo de la historia ninguna “salida personal”, sino por pensar “en el país”. Hizo referencia al discurso que pronunció el músico ante la Asamblea General de Naciones Unidas en 1971, motivado “porque sentía que debía hacer una aportación a la nación”. El expresident explicó que “cuando pedimos que el catalán sea una lengua de Europa, una lengua viva al lado de las otras lo hacemos siguiendo el mismo hilo que las generaciones que nos precedieron, pero pensando en los otros y no solo en nosotros”. Así lo hizo también Casals, insistió, “sin buscar una salida personal para él mismo”. Y el independentismo “tiene el derecho de hacer lo mismo”, apostilló.
En el acto, impulsado por la de la Universitat Catalana d’Estiu (UCE), Puigdemont resumió que “hoy, gracias al punto de apoyo de Casals, nos podemos proyectar, reivindicar delante del mundo como aquello que somos y podemos reivindicar la lengua como patrimonio del mundo”. En su reivindicación de la lengua catalana, destacó que “el catalán se habla en la ONU” y denunció que hay un conflicto no resuelto respecto al idioma.
Líneas rojas
El president de la Generalitat, Pere Aragonès, afirmó por su parte que es “imprescindible” avanzar en la solución del conflicto político de Catalunya con el Estado y señaló como vía ineludible para ello la amnistía y la autodeterminación. Se trata precisamente de las monedas de cambio puestas sobre la mesa por su partido, ERC, y por Junts para apoyar la investidura de Pedro Sánchez, lo que todavía está pendiente de resolver.
Aragonès añadió en su discurso que la celebración de este acto en Catalunya Norte recuerda “que hay un conflicto político pendiente de resolver”, que no es a “causa de la represión”, sino “de la negativa del Estado a reconocer el derecho de Catalunya a decidir su futuro”.
Quim Torra elogió la figura de Pau Casals, quien “merecía” a su juicio el premio Nobel de la Paz en 1958, un galardón que quedó desierto por una “tenebrosa maniobra española”, bajo su punto de vista. Añadió que el músico no figura entre la lista de expresidents de la Generalitat porque “su código de moralidad” no se lo permitía y se preguntó cuánto habría cambiado la historia si, en lugar de Josep Tarradellas, el primer president restituida hubiese sido el propio Casals. Reivindicó además la amnistía y la autoderteminación como líneas rojas infranqueables para votar a favor de Sánchez en una eventual investidura.
El primero en tomar la palabra fue, no obstante, Jordi Pujol, que centró su discurso en la defensa de la lengua catalana, que considera “amenazada”, del mismo modo que la identidad. Recordó que la madre de Casals era de Puerto Rico, así como su mujer. “La manera de entender un país muy cerrado en sí mismo no formaba parte de su idea, esto merece la pena que lo recordemos”, dijo. Reivindicó por ello “una identidad con esta mentalidad abierta al mundo y abierta a la gente”.
En el acto de homenaje también participó el abad de Montserrat, Manel Gasch, que arrancó los aplausos de los asistentes que se acercaron a la conferencia al hacer mención de la nación catalana “separada” por los Pirineos. Gasch actuó como “coanfitrión” del acto, que se celebró en un monasterio refundado en 1966 con monjes de la abadía de Montserrat, que lo heredaron de monjes cistercienses.
Abucheos
José Montilla, el único expresident del PSC que participó en el acto homenaje, recibió abucheos por parte del público cuando hizo mención, en su discurso, a la España “fraternal”, que cree que debe abrirse paso ante “la España pretendidamente homogénea” y “recluida en sus mitos”. Interrumpido con gritos de “independencia”, reclamó afrontar los problemas “no desde la confrontación” sino desde “el ejercicio del diálogo y del pacto”, para hacer posible “la mejora continuada” del autogobierno catalán.
Tras su llegada al monasterio, Pere Aragonès y los cuatro expresidents mantuvieron una breve reunión. En el claustro, donde se fotografiaron juntos, el actual jefe del Govern y Puigdemont conversaron distendidamente. Tras el acto, los responsables de la Universitat Catalana d’Estiu invitaron a los expresidents a una comida privada que se desarrolló de forma “distendida”