"Tenemos que ser un modelo para nuestros jóvenes", defiende Agurtzane Llano, directora de Juventud del Gobierno vasco, al hilo del fenómeno del botellón.
Dado que el botellón no es un fenómeno nuevo, ¿por qué está causando actualmente tanta alarma?
—Siempre ha habido casos, pero en estos últimos tiempos se han reactivado, tienen mayor intensidad y lo más preocupante es que en ocasiones van vinculados a altercados con la Policía o agresiones. Amparados en el contexto de los botellones, determinados perfiles de jóvenes están aprovechando, en vez de para socializar, para delinquir.
¿Se han visto acentuados el botellón o estos incidentes por la contención durante la pandemia?
—El fenómeno de los botellones que estamos viendo no es un comportamiento aislado en Euskadi. También se está dando en otras ciudades del Estado y otros países de Europa. Las restricciones por la pandemia, primero en casa y después con las limitaciones horarias y de movimiento, han limitado la socialización. Todos necesitamos socializar y en las personas jóvenes esa necesidad es más acuciante, pero eso no puede justificar acciones totalmente incívicas.
Conductas incívicas, como agresiones o daños al mobiliario urbano, el excesivo consumo de alcohol u otras sustancias por parte de algunos jóvenes... ¿Qué le preocupa más? ¿Dónde pone el foco?
—La conducta es multifactorial. El botellón es una forma de socializar que no es nueva, pero sí que ahora ha aflorado con mayor fuerza o incluso en espacios en los que se están juntando grupos de jóvenes en un número mayor. Lo que se está poniendo más en evidencia son las actitudes incívicas que lo rodean, muchas veces provocadas también por el consumo de alcohol y drogas.
Dada la crisis sanitaria actual, preocupa el riesgo de contagio entre jóvenes y el posterior problema de salud pública.
—El consumo de alcohol conlleva conductas más desinhibidas, más cercanía, relajo en las medidas de distanciamiento y de uso de las mascarillas y eso podría llevar a un incremento de contagios.
¿Habría que revisar el modelo de ocio de los jóvenes, la socialización ligada al consumo de alcohol que predican con el ejemplo muchos adultos? ¿Se les ofrecen suficientes alternativas de ocio?
—Desde las diferentes administraciones, tanto locales como forales, se están ofreciendo actividades de ocio para jóvenes. Este hecho nos tiene que llevar como sociedad a reflexionar sobre los valores que estamos trasladándoles. Muchas veces hablamos de los botellones, pero también tendríamos que pensar el resto de personas adultas o de la sociedad qué tipo de conductas de ocio estamos manejando y qué modelo o qué valores estamos trasladando a nuestros jóvenes. Esa reflexión de manera individual y social la debiéramos de hacer porque yo creo que tiene mucha influencia también en los modelos de ocio de los jóvenes.
Aparte de la presencia policial o las sanciones, ¿qué otras medidas considera necesarias para abordar el problema del botellón?
—Hay que educar en una serie de valores. Es importante hacer pedadogía de ese tipo de conductas y de por qué no se deben llevar a cabo, pero es un trabajo que se debe hacer a largo plazo y ahora mismo, en el corto plazo, los jóvenes deben ser conscientes de la incidencia que su conducta puede tener sobre la transmisión de la pandemia, aunque estemos ya en una mejor situación, pero también en el ámbito de la convivencia. Muchas veces se causan molestias a los vecinos, se están dando aglomeraciones en espacios muy pequeños que pueden facilitar la transmisión del coronavirus y estamos viendo cómo esos botellones están dejando muchos residuos. Los jóvenes tienen que ser conscientes de que hacer botellón tiene consecuencias en el contexto de la pandemia, la convivencia y en el ámbito ambiental y hay que trasladárselo.
Algunos padres y madres, llegados sus hijos e hijas a ciertas edades, reconocen sentirse incapaces de reconducir ese tipo de conductas.
—Hay una serie de valores y de educación que trasladar a nuestros hijos e hijas. La gran parte de los jóvenes han sido responsables y prudentes, se han cuidado y también han cuidado a sus padres y abuelos al no llevar la enfermedad a sus casas, pero es evidente que un porcentaje no se ha comportado con esa responsabilidad y prudencia. Es difícil encontrar el porqué. Además de esa necesidad de socializar, influyen y mucho los valores y lo que como sociedad les estamos trasladando.
"Tendríamos que pensar qué tipo de conductas de ocio manejamos y qué modelo o valores estamos trasladando a los jóvenes"