¿Echaba de menos Orio?
–Sí, aunque la vuelta a casa ha sido bastante caótica, en Venezuela he estado dos meses dentro de una burbuja, del hotel al campo, luego al gimnasio y otra vez de vuelta al hotel de concentración. He vivido momentos de mucha intensidad. Además aquí en mi centro de entrenamiento se me ha ido acumulando el trabajo, pero mi equipo me ha suplido bien. Aún y todo ha sido una experiencia muy satisfactoria y estoy muy feliz.
¿Cómo surgió la oportunidad de ser la preparadora física de la selección de Venezuela?
–Todo vino de una conversación con mi amiga y excapitana de la Real Ainara Encinas. Ella me dijo que la seleccionadora venezolana Pamela Conti, a la cual conocía, estaba buscando a una preparadora física europea y con experiencia en el fútbol. De ahí salió mi nombre y cuando me plantearon el reto me fui a la aventura.
El fútbol se verá de otra manera como preparadora física ¿no es así?
–La experiencia como jugadora me ha ayudado a conocer mejor a las jugadoras y tener más empatía. En muchos casos, cuando una compañera tenía problemas físicos me sentía reflejada en ella.
¿Cómo definiría el papel de su selección en la Copa América?
–Cuando finalizamos el torneo teníamos un sabor agridulce. No conseguimos clasificarnos al Mundial, que era el objetivo principal, pero al mismo tiempo Venezuela está haciendo un gran trabajo en el fútbol femenino, y la buena imagen mostrada es el ejemplo perfecto del camino que estamos tomando. Estoy orgullosa con el equipo ya que hemos sabido competir contra selecciones como Chile, Perú, Brasil o Argentina. No nos clasificamos por poco.
Quedarse a las puertas habrá sido duro…
–La verdad que sí. Cuando supimos los grupos nos dimos cuenta que si ganábamos a Argentina entraríamos directas al Mundial. Una vez que perdimos el partido decisivo la única opción para pasar de ronda era vencer a Chile, pero caímos en los penaltis. Encima quince días antes de la Copa América nos enfrentamos dos veces contra ellas y salimos vencedoras en ambos partidos.
Latinoamérica es un escenario distinto al que había conocido hasta ahora…
–He conocido nuevas costumbres, nos une el idioma pero la cultura es muy diferente. Venezuela es un país en desarrollo, que vive una situación complicada, pero el valor humano tiene mucha importancia para los venezolanos. Ha sido un aprendizaje constante que me ha enseñado a relativizar los problemas, ya que la vida allí va a otro ritmo. Me ha ayudado a valorar a los que tengo cerca y a dar las gracias por venir de donde vengo.
Económicamente, el país vive una crisis constante...
–Aunque no haya visto el problema de cerca porque no he tenido casi tiempo de visitar las calles y hemos estado encerrados en una burbuja, las jugadoras me han descrito la difícil situación que está pasando el país.
¿El fútbol femenino tiene presencia en el país latinoamericano?
–El fútbol femenino ilusiona más que el masculino en Venezuela. El país se ha volcado con nosotras y había muchas esperanzas puestas de cara a la Copa América. Eso sí, todavía queda mucho camino que construir, las futbolistas no cuentan con una liga profesional y hay pocos equipos, que juegan torneos de tres meses como máximo. Falta infraestructura y organización. A la mínima que hay una jugadora con potencial, sale fuera con el objetivo de ser profesional.
¿Fuera donde?
–Principalmente España, México, Colombia y Brasil. Las más jóvenes también optan por jugar en las ligas universitarias de Estados Unidos. Nuestra gran perla, Deyna Castellanos ha fichado por el Manchester City procedente del Atlético de Madrid.
Hace unas semanas concluyó la Eurocopa en Inglaterra, donde ganaron las anfitrionas y se creó una gran expectación en todo el mundo, un claro ejemplo de la evolución del fútbol femenino…
–Es evidente que nuestro deporte está en auge, en un punto muy positivo. A las que hemos construido este camino nos ilusiona ver los estadios llenos y el gran nivel de las jugadoras. Pero cierto es que en la parte no tan profesional falta mucho trabajo que hacer, como antes he dicho con mejores ayudas en la base de la formación y mayores infraestructuras.
Echando la vista atrás, a cuando se vestía de corto ¿cómo era la vida de una jugadora?
–No era la situación de una futbolista profesional, aparte de entrenar, estudiamos o trabajábamos, ya que las opciones para vivir de ello eran escasas. Es la pescadilla que se muerde la cola, como no te dedicas plenamente al deporte porque tienes otras responsabilidades, descansas menos y hay un peor rendimiento. Por suerte las jugadoras cada vez cuentan con más oportunidades.
¿Echa de menos saltar al verde?
–La verdad es que no. Alguna vez sí me pica el gusanillo de entrar en un partido o un rondo cuando están entrenando pero no volvería a la rutina que tiene que llevar una futbolista. Me hace más ilusión ayudar al equipo como preparadora física. Sinceramente, nunca pensé que diría esto.
Entre tanto compromiso, ¿ha tenido tiempo de seguir a la Real?
–Sí, la sigo de cerca. Encima tengo la suerte de compartir equipo con Gaby García.
El curso pasado quedaron segundas y esta temporada van a jugar la Champions…
–Ilusiona mucho ver a qué niveles están llegando y lo bien que están compitiendo. Tener una buena cantera también ayuda. En el once hay varias amigas y verlas llegar tan alto me hace muy feliz.
¿Qué aprende una futbolista que se pueda aplicar a la vida?
–Para mí el fútbol ha sido como la universidad de la vida. He visto su lado oscuro muchas veces, me ha tocado vivir descensos y tomar decisiones que marcan tu carrera, pero también he visto la otra cara de la moneda, he disfrutado mucho y he aprendido un montón. l