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"Ajuria Enea locuta, causa finita", por José Manuel Etxaniz

Entrada principal al hospital Donostia. | FOTO: EFE
Entrada principal al hospital Donostia. | FOTO: EFE

El ramito de violetas. En una homilía anterior, atribuía a la cantante Mari Trini esa emotiva canción del ramito de violetas que una señora casada recibía de su amante secreto cada 9 de noviembre, siempre sin tarjeta, y le hacía soñar e imaginar. Un distinguido compañero que también de cantautoras sabe más que yo, fraternalmente me señala que Mari Trini era la autora de Amores, me ilustra con uno de sus versos (“quien a los 15 años no dejó su cuerpo abrazar”) y me dice que Un ramito de violetas era letra y música de la malograda Cecilia (Evangelina Sobredo). Entrañables ambas canciones. Aclarado queda y a cada una, lo suyo.

Gestión sanitaria

Existe una opinión errónea muy extendida, favorable a que todo lo concerniente a la gestión sanitaria (programas de salud pública, dirección de hospitales y otros recursos asistenciales, incluso carteras ministeriales o consejerías de sanidad) debe ser liderado por médicos. Ignoran que en toda la carrera de medicina no se estudia nada relacionado con la gestión, económico-financiera, presupuestaria, de recursos humanos o materiales. Entre las profesiones que la legislación reconoce como sanitarias, únicamente los veterinarios estudiamos rudimentos de economía.

En el panorama político actual existen varios consejeros de Sanidad médicos de familia y, sin embargo, nunca ha estado la Atención Primaria en perores condiciones que en la actualidad. Euskadi incluida. En mi actividad profesional en el Ayuntamiento donostiarra, y me consta que les ocurrió lo mismo a los colegas de los ayuntamientos bilbaino o granadino, por citar dos ejemplos, he comprobado en muchas ocasiones la extrañeza e incluso la mal disimulada sorpresa de algunos al comprobar que era un veterinario quien dirigía un servicio sanitario en el que se integran médicos, farmacéuticos, veterinarios y enfermeros, amén de otros profesionales, cada uno con sus específicos cometidos, con la más absoluta normalidad y hasta cordialidad. Nunca pasé consulta en la Casa de Socorro ni hice reconocimientos a escolares; tampoco los pediatras dirigían el control de plagas ni los médicos inspeccionaban cocinas o salas de despiece.

Los cargos políticos están, como su nombre indica, para hacer política e intentar que, con base en sus programas, mejore la calidad de vida de la ciudadanía. Los técnicos están para ejecutar esos mandatos políticos dentro de la legalidad.

En Euskadi, desde 1983, la gestión de la atención sanitaria está encomendada al Servicio Vasco de Salud-Osakidetza, como organismo autónomo, dependiente del Departamento de Sanidad del Gobierno Vasco, y sus muchos cargos directivos son de designación política. Cuenta con una plantilla estructural de más de 27.500 profesionales, de las cuales el 79% son mujeres. Se trata del mayor empleador en Euskadi.

El Grupo Mondragon agrupa a más de 32.000 trabajadores y está compuesto por 281 empresas y entidades, pero de gestión autónoma. Otras empresas importantes por el número de empleados son Mercedes Benz, con 5.400, y Kutxabank, con 3.900, Eulen, con 3.700, o Michelin, con 3.200, por ejemplo.

Volvamos a Osakidetza y a la gestión del conflicto en la Organización Sanitaria Integrada (OSI) de Donostialdea.

Cuesta entender que el equipo técnico del Servicio Vasco de Salud esté formado por personas políticamente afines y no por profesionales de variadas disciplinas, de sólida formación en sus áreas respectivas y de valía contrastada, como ocurre en esas grandes empresas y en otras de menor entidad.

La consejera Sagardui, de escaso prestigio profesional y carente de bagaje como gestora, llegó al cargo desde una concejalía de Bilbao, por las influencias del grupo vizcaino que históricamente nombra al consejero de Sanidad, y dirige el cotarro desde la sombra en Cruces, sin haber pisado una institución sanitaria, seguramente ni de paciente, porque iría al Igualatorio. Le ha estallado en sus manos un viejo problema que le supera y lo evidencia en sus formas.

El ejemplo es válido para calibrar al resto del equipo directivo. La directora general de recursos humanos es una técnica eventual de orientación laboral en Lanbide de Mungia (Bizkaia), que llegó digitalmente a Osakidetza como “asesora de recursos humanos”, sin saber lo que era un personal estatutario o una Oferta Pública de Empleo (OPE) y que, a los meses, le convirtieron en directora. En ninguna de las grandes empresas mencionadas habría ocurrido algo semejante.

En otros países la gestión hospitalaria es una especialidad para directivos profesionales, no exclusivamente sanitarios. Y los médicos atienden sus consultas. Aquí es para gente amateur con carnet, la mayoría médicos desertores del fonendo.

Palabras tranquilizadoras, casi displicentes, del lehendakari, con el debido respeto y consideración, ignorando las protestas y las propuestas, lanzando una cortina de distracción y asegurando que el hospital será “más referencial”, como si recondujera una rabieta infantil y apoyo a la concatenada consejera. Nada sobre la cogobernanza que preconiza para otros. Voluntad de diálogo y esas cosas que se dicen en estos casos. Nos siguen tratando como a tontitos.

Los ceses son un ajuste de cuentas, pero no olvidemos que eran de la misma cofradía del ordeno y mando que los sustitutos recién nombrados. No nos confundamos. Nada cambia.

La propia agenda de trabajo de los profesionales y su buena voluntad. La gripe y el covid que vienen. Las fiestas navideñas. Un “adecuado” tratamiento en los medios públicos. Algunas alusiones a oscuros intereses para crear dudas y división en un colectivo para nada homogéneo desactivarán el asunto. Para que todo siga igual. Es su política de gestión de recursos humanos. Urkullu locutus est. Finis causae.

Onkologikoa

Tres años en el centro de la discordia y derrochando recursos.

Hoy domingo

Sopa de cocido. Cordero asado a baja temperatura de Maialen. Mignardises navideñas. Cava Roger Goulart brut nature reserva. Café.

2022-12-19T07:36:03+01:00
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