Subraya Pablo Alcántara que con su libro pretende poner nombre a los verdugos y homenajear a todos los antifranquistas que lucharon contra la dictadura porque, a veces, cuando se habla de memoria histórica, el relato es muy de pena, lacrimógeno y, sin embargo, “la gente que luchó durante la dictadura sabía perfectamente que se la jugaba y, aun así, se la jugó; de ahí la necesidad de hacer una memoria activa, política y pública, no sólo de relato familiar. El miércoles presentará en Vitoria su libro La Secreta de Franco en Vitoria (día 19/19.00 horas/ M3moria gunea/Fermín Lasuen).
‘La Secreta de Franco’, un aparato bien engrasado, lejos de ser cuatro policías a los que se les iba la mano de pascuas a ramos...
Totalmente. El libro muestra la importancia de la Policía política para el franquismo y su aparato represivo, que fue fundamental para mantenerse 40 años reprimiendo todo tipo de movimientos obreros, estudiantiles...; un aparato totalmente engrasado al servicio del régimen.
Represión acompañada de brutales interrogatorios y torturas, ¿no?
Sí, de un lado hay una tortura psicológica, la de proferir insultos, como llamar putas a las mujeres y física, de golpes, como la bañera, que consistía en meter la cabeza de un militante antifranquista en agua con orín o la rueda, que básicamente era ponerlo en el suelo y pegarle patadas entre varios, electroshock..., pero también hay una parte ideológica.
¿Y corrupción policial?
Por supuesto. Los policías cobraban poco por entonces y detener a militantes antifranquistas era una de las maneras de cobrar mayor salario; recibían más dinero por eso que por detener personas vinculadas con el tráfico de drogas o la pornografía. Además, entre las élites políticas, económicas y policiales corría el dinero negro; era como una recompensa por su actividad represiva.
Contra quiénes, principalmente.
Obreros y estudiantes eran su principal objetivo porque eran los que más se movilizaban; de hecho, nunca dejó de haber oposición a la dictadura, pero también actuaba contra artistas, intelectuales, profesores de universidad, intelectuales y, más adelante, contra la lucha armada. Todo aquel que se movilizaba contra la dictadura podía acabar en las manos de la Brigada Político-Social, nadie se salvaba. Obviamente, a los que eran de familia bien, del régimen, les trataban mejor, más que nada por las repercusiones que podía tener a nivel nacional e internacional, pero a todos se les trataba con sadismo.
Dice que ya es hora de conocer los nombres de los verdugos.
Claro, es una de las razones por las que escribo el libro. Por suerte, durante los últimos años se ha hablado de las víctimas, de sus reivindicaciones y demás, pero faltaba hablar de los verdugos, de los que participaron en la represión política y policial, esa gente que en la Transición quedó totalmente impune sin ningún tipo de juicio ni depuración, y no sólo policías, también jueces, militares... Era hora de hacerlo.
Impunes y, en algunos casos, como grandes demócratas.
Eso es. Ahí tenemos el caso de Conesa Escudero, que estuvo en la detención de Las Trece Rosas y después en las brigadas antiterroristas con Suárez y Martín Villa, y más nombres: Villarejo, Pacheco, Antonio Creix, José Sainz, jefe de la Policía en Bilbao; Claudio Ramos o Melitón Manzanas, uno de los principales agentes en Donostia al que luego el PP premió con una medalla; una vergüenza hasta para la propia lucha contra el terrorismo porque de alguna forma equipara a la gente que murió en Hipercor con un torturador. Ahora, gracias a las investigaciones y al trabajo de muchas asociaciones ya se les conoce como torturadores y represores. Ojalá haya una justicia penal, pero como parece que de momento no la va a haber, por lo menos que haya una justicia histórica que ponga nombres a esos represores.
Dígaselo a los allegados de las víctimas del 3 de Marzo en Vitoria.
Efectivamente, esos sucesos son un claro ejemplo de la violencia y la represión política y policial durante la Transición. Por suerte, ahora hay movimientos memorialistas fuertes alrededor porque, de momento, la Justicia no está actuando, ni en el Estado español ni parece que tampoco en Argentina.
Ni está ni se le espera, ¿no?
Al menos hay que luchar por ello, ahí está el caso de Martín Villa, se están reconociendo los crímenes que cometió, hay que seguir peleando, no queda otra, aunque por ahora parece que toda esa gente se va a ir de rositas; pero es cierto, queda mucho por hacer.
“Hay que seguir luchando”. ¿Es el mensaje que va a dejar en Zaramaga, que sigan peleando?
Es importante divulgar que hubo una fuerte lucha contra el franquismo, el libro es un homenaje a aquellos que lucharon, que se la jugaron por la libertad y por transformar las cosas. Creo que el historiado tiene un papel importante a la hora de difundir esas cuestiones y también de propagar la necesidad de seguir luchando contra la impunidad del franquismo y de reivindicar lo que fue la lucha antifranquista. Y ahí están los sucesos del 3 de Marzo, una lucha revolucionaria de trabajadores. Hay que subrayar cómo los movimientos populares, obreros y estudiantiles jugaron un papel fundamental para traer la democracia y las libertades; gracias a la lucha, a pesar de la represión, la gente perdió el miedo; es la memoria de la resistencia y de la lucha.
Mayor en unos territorios que en otros. Entiendo que la Secreta de Franco actuó en ellos con más mano dura.
Claro. Asturias, Euskadi, Cataluña, Valencia y también Madrid eran territorios con movimientos contra la dictadura muy fuertes y la lucha fue mayor, con huelgas de mineros, mujeres en las calles, asambleas universitarias, eran los focos de la Brigada Político-Social. En el caso de Euskadi, lo que ocurre es que, además de reprimir salvajemente, llega un momento que la brigada pierde el control sobre la oposición franquista, pierde la percepción de los cambios que se están dando en la sociedad, piensa que ETA no va más allá de un grupo de universitarios soñadores y, obviamente, se equivocó.
Años después, nombres de aquella época reaparecen en la guerra sucia contra ETA.
Es cierto que hubo un intento por crear un movimiento sindical dentro de la Policía que apelaba a los derechos humanos y al respeto de las libertades de los detenidos; sin embargo, fue totalmente purgado y más adelante, muchos fueron reciclados para la Policía de la democracia. Es decir, los gobiernos del PSOE y del PP prefirieron utilizarlos contra ETA y el Grapo antes que a aquellos que apelaban a una Policía más humana y demócrata; actuaron de forma pragmática, vamos a perdonar los crímenes del franquismo a cambio de acabar con el terrorismo, una práctica totalmente errónea porque no lo consiguieron y sólo sirvió para que el problema se enquistara más.
Se ha tardado mucho en conocer determinados episodios.
En la Transición sí hubo intentos de hablar de esos policías y de sus actuaciones, pero se cortó, sobre todo a raíz del 23F. Querían hacer borrón y cuenta nueva con los crímenes del franquismo porque para mantener el relato de esa gente como grandes demócratas, obviamente debía taparse su pasado oscuro. Por suerte, estos últimos diez o quince años existe un movimiento social que pide que se hable de estos temas, que se juzguen los crímenes franquistas y que se den los nombres de los verdugos; más vale tarde que nunca; hay grandes trabajos y tiene que seguir habiéndolos, el mío es un granito de arena más.
Seguro que se topó con muchas dificultades a la hora de investigar.
De hecho, suelo decir que podría escribir otra tesis sobre las dificultades que he tenido a la hora de investigar porque cuando se habla de memoria histórica o democrática, otra de las cosas que se olvida es hablar de la investigación y de los archivos; es importante abrir fosas, pero si no permites investigar archivos, si los secretos se mantienen muchos años y si hay estamentos que no quieren que se sepa lo que pasó, es muy difícil.
Aún quedarán por salir.
Sí, sí. En el libro hablo mucho de la relación entre la Brigada Político- Social y la CIA, por ejemplo, y mucha de la información la he conocido a través de los archivos estadounidenses, sin necesidad de ir a EEUU, desde mi casa, por Internet, y todos sabemos los crímenes de lesa humanidad que ha cometido la CIA; sin embargo, los archivos están totalmente abiertos para el investigador. Por tanto, queda mucho por saber sobre casos de violencia policial cometidos de los que no se conoce exactamente quién participó. Por ejemplo, en los sucesos del 3 de Marzo de Vitoria, ¿quiénes fueron los policías que participaron en la represión?, ¿cuáles son los nombres de muchos de sus mandos? No se sabe; obviamente, queda mucho por conocer.
Dice que la Brigada Político-Social aprendió de la Gestapo y de la CIA.
La Gestapo tiene mucho que ver en su nacimiento; de hecho, Hitler viaja a España para entrevistarse con autoridades policiales de entonces, también con Serrano Suñer, el cuñado de Franco, y no es casual que al año siguiente se creara la brigada. También un mando de la Gestapo vino a España para enseñar técnicas de tortura a los policías. Y años después, la CIA también les adiestró.