Una de las preguntas más habituales que acompaña a cada diagnóstico de cáncer es “¿Qué va a pasar con mi trabajo?”. “Es una preocupación importante porque no saben cómo reaccionar, si tienen que ir directamente a las empresas a decirles algo o no”, explica Ana Ruiz, una de las cinco asistentes sociales con las que cuenta la Asociación Contra el Cáncer en Gipuzkoa.
Este centro, que cuenta con siete sedes repartidas por el territorio guipuzcoano, es el encargado de dar la primera acogida a los pacientes y a sus familiares, de orientarles y guiarlos en aquello que están viviendo. Entre esas inquietudes suele estar el empleo, principalmente en si pueden perderlo y en cómo y en qué condiciones van a poder reincorporarse a él.
“Para la mayoría, sobre todo al comienzo, es un problema secundario, ya que están más pendientes de su enfermedad que de otra cosa, pero llega un punto en el que también lo deben afrontar”, cuenta Ruiz, para quien es necesario que las empresas creen “espacios de seguridad” con el que proteger a sus trabajadores.
Tras tranquilizarse con sus derechos laborales, el principal temor suele estar en la reincorporación. Para que está se lleve a cabo, antes es obligatorio superar una valoración médica. Además, los pacientes y la propia asociación dialogan con la empresa en busca de una “adecuada reinserción”. “Al trabajo nunca se vuelve al 100%. Ya no son la misma persona, por lo que hay que adaptarlos a la situación”, explica la trabajadora social.
Aunque desde la asociación carecen de datos, la impresión del equipo es que la mayoría de las empresas respetan estas necesidades y buscan fomentar el entorno de sus trabajadores con el objetivo de que se sientan cómodos. Aún así, “hay que incidir” y tratar de apoyar a cada paciente: “Estamos seguros de que se prima casi siempre lo personal, pero ojalá fuese siempre”.