“Este año está la suerte echada”, afirma Javier Torre, en torno a una cosecha que será un 20% o un 30% inferior a lo previsto como consecuencia de una sequía que ha quemado los cultivos. “Se va a producir muchísimo menos, con lo cual tenemos un problema añadido”, afirma, al ya preexistente de la inflación en todos los insumos, “sobre todo en gasoil y fertilizantes, pero también en recambios de maquinaria”.
Aunque se han implementado medidas como las ayudas de la Diputación al sector o el descuento de veinte céntimos por litro a los combustibles, el año va a ser malo, tras una cosecha de 2021 que traía un poco de optimismo al sector después de la pandemia.
El de la sequía es un problema propio del oficio de labrar el campo, y por ello, explica Torre, el sector contrata seguros, pero ahora a este facto se le suman otros muchos y por ello “ la ecuación no sale”. Así, afirma, “el problema es qué va a pasar a partir de ahora si tenemos que seguir gastando en esta proporción”.
Para atender al posible desabastecimiento de cereales la Unión Europea permitió cultivar barbechos, así se hizo en mayo, pero dos episodios de calor extremo y las semanas acumuladas de sequía y las plantas “ni siquiera han nacido”.