Novak Djokovic y Carlos Alcaraz, Carlos Alcaraz y Novak Djokovic, tanto monta, disputarán mañana en Wimbledon una de las finales de Grand Slam más esperadas de los últimos tiempos. El número 1 y el número 2 del mundo pelearán por la gloria de la hierba londinense y por el lugar en la cima en un duelo generacional que quizás se pueda repetir más veces. Del murciano, 20 años, no hay duda de que va a estar en este lugar por largo tiempo. Del serbio, 36 años, tampoco hay que descartarlo porque parece indestructible, inmune a la edad.
Desde luego, para Alcaraz será el mayor reto al que puede enfrentarse ahora mismo un tenista, de la nueva o de cualquier generación. Para el jugador de El Palmar será su segunda final en un grande tras la que ganó el año pasado en el US Open. Para el de Belgrado, devorador y conseguidor de récords a estas alturas de su carrera, será la trigésimo quinta con lo que supera a Chris Evert, que la logró en 1988, en la cuenta histórica. Será, también, la novena en Wimbledon para poder alcanzar los ocho títulos de Roger Federer. Solo le ha ganado Andy Murray. Podría ser, en definitiva, el vigésimo cuarto título grande de Djokovic para alcanzar a Margaret Court en un logro que parecía imposible, al menos lo fue para Serena Williams.
Djokovic-Alcaraz es el duelo del tenis moderno, la leyenda insaciable contra el genio precoz que persigue las huellas de los más grandes, al que se llegó tras dos semifinales menos disputadas de lo esperado, que dejó con las ganas al público del Centro Court del All England Club. El serbio dominó a Jannick Sinner (6-3, 6-4 y 7-6) con ese tenis que sin aparente esfuerzo descubre todas las debilidades de sus rivales. Ocurrió lo de siempre. El italiano, que el año pasado llevó este partido a cinco sets, desperdició las seis oportunidades de rotura de las que dispuso. Djokovic, en cambio, rompió dos veces el servicio de su rival y con eso le bastó para llevar el control. Cuando Sinner pudo alargar al menos el partido, no tuvo la determinación necesaria y el campeón, alimentado por su amor-odio con el público, echó el cierre al partido con suficiencia. “No se puede comparar con ningún otro torneo del mundo lo que se siente en un Grand Slam, son mi máxima prioridad en estos momentos”, dejó claro.
Después, Alcaraz superó con mucha facilidad a Daniil Medvedev con un triple 6-3. El murciano jugó dos sets y medio perfectos en los que restó muy bien y movió la bola para evitar que el ruso golpeara desde la línea de fondo. En el tercer set, hubo cinco roturas de servicio seguidas cuando el 3-0 parecía dejar el partido encarrilado. Pero a Alcaraz le costó cerrar y con un passing a la carrera se colocó en su primera final de Wimbledon, que no será la última, después de jugar solo diecisiete partidos sobre hierba. Sin embargo, la de ayer fue su undécima victoria seguida en la superficie. Djokovic, por su parte, no pierde en el Grand Slam londinense desde 2017 y lleva 115 victorias y solo 18 derrotas en hierba. Es el favorito para el domingo, además el recuerdo de la semifinal de Roland Garros, donde los nervios jugaron una mala pasada a Alcaraz, puede estar presente.
“Sé que todos los ojos van a estar puestos en la final, creo que será uno de los partidos más vistos en todo el mundo y es una de esas citas para las que llevo preparándome todo el año”, comentó Djokovic, que espera “un gran desafío, el mayor que puedo afrontar en estos momentos; a nivel físico, mental y emocional. Carlos es uno de los tipos más rápidos de todo el circuito y puede hacer cualquier cosa en la pista”. “Para mí es un sueño estar en otra final de Grand Slam y más aún en Wimbledon. No es momento de tener miedo o estar cansado, voy a por ello”, avisó Alcaraz.