666. El día de la Bestia. Es el número de lunas que habían transcurrido desde la última victoria de Alex Aranburu, al fin desatado en el Tour de Bélgica. Se desencadenó el de Ezkio en una llegada que llevaba su nombre.
Reivindicó su figura después de varias actuaciones acariciando el satén del triunfo, ese tacto suave, pero huidizo y resbaladizo. Aranburu celebró su magnífico esprint en un muro hosco, duro y tenso, con rabia. La victoria le empujó hasta el tercer puesto de la general.
Necesitaba ganar el guipuzcoano, un ciclista con instinto rematador que contaba demasiados casis. Soportó esa tortura Aranburu, el más fuerte en una llegada en la que desfondó al resto. La conquista del ezkiotarra tiene que ver con el empeño. Perseguía, obsesivo, sanar. Un alivio.
Entendió que esa cuesta era para él un tobogán por el que deslizarse, al fin, dichoso. Aranburu pudo con Pierre Gautherat, dislocado, y Jasper Philipsen, que no pudo sostenerse ante la furia de Aranburu, probablemente el más necesitado.
En un final que disparaba el ácido láctico, que llevaba al abismo de dolor la musculatura, el guipuzcoano activó la capacidad de resistencia, de ser capaz de aguantar antes de renunciar. Eso le concedió un triunfo sanador. Redención.
Una cura después de un buen comienzo de campaña que se trastabilló tras una caída en la Challenge de Mallorca. Compitió nuevamente en la Itzulia, donde se aproximó varias veces al calor de las felicitaciones. Logró el maillot de la regularidad.
Estaba en el buen camino el de Ezkio, que se quedó a un palmo de abrir la vitrina en la Eschbron-Frankfurt. La amargura de la hiel, en los labios. Siempre cerca, pero lejos, del mismo modo. Su búsqueda, infatigable, encontró el tesoro en un desenlace que define a Aranburu como ciclista, un buen llegador, sobre todo cuando la meta exige el empuje agonístico de los muros.
Un buen final para Aranburu
“Sabíamos que el final era muy bueno para nosotros. Lidl-Trek ha jugado muy bien sus cartas en los últimos repechos, han hecho la carrera dura, pero el equipo ha trabajado muy bien de cara a meta y nos llevamos este triunfo que tanta ilusión me hace... y 10 segunditos para meternos terceros en la general. Por ahora estoy contento con lo de hoy. Buscábamos un éxito de etapa, ahora estamos en el podio de la general... Vamos a disfrutar lo de hoy y mañana veremos si tenemos opciones de adelantar puestos”, comentó Alex Aranburu, que disfruta del aquí y el ahora después de la acumulación de sinsabores.
El de Ezkio necesitaba atravesar ese muro mental. Lo derribo con el coraje de los que no se rinden. Esa perseverancia, la fe en sí mismo, le empujó a un remonte estupendo. Aranburu fue a contracorriente. Tuvo que descontar varios dorsales para gritar su logro.
Bramó tras golpear el aire con los puños. Mandó a la lona la mala suerte. Al fin. Un directo al corazón. Cicatrizó las heridas con el hilo dorado de una victoria bestial. Imperial en el Muro de Durbuy. Alex Aranburu derriba el muro.
Tour de Suiza
Por otra parte, en el Tour de Suiza, Adam Yates y Joao Almeida llegaron de la mano a la meta de Villars-Sur-Ollon, donde venció el inglés después de escenificar la paz en público. Posaron entre sonrisas. Fue una tregua. Ambos se juegan la victoria final en la crono de este domingo sobre un recorrido de 15,7 kilómetros.