Hay cantantes con vidas llenas de excesos, a los que no cuesta mucho imaginarse viéndoselas con la Policía tras cometer algún delito. Y luego está Álex Ubago, a quien no le pegan nada esos incidentes, al menos a priori. Pero las apariencias engañan, y el donostiarra (nacido en Vitoria-Gasteiz) ha relatado recientemente un suceso que protagonizó hace ya bastante tiempo y que pudo haber tenido consecuencias importantes para él.
Invitado en 'La Ruina'
Lo contó en el podcast La Ruina (premiado en 2024 con el Ondas al mejor podcast), que presentan Ignasi Taltavull y Tomàs Fuentes y que se grabó hace unos días en la capital guipuzcoana, con el cantante como invitado. Le preguntaron si, como el nombre del programa, había vivido alguna ruina, y él decidió contar una “que se lleva la palma”.
Ocurrió cuando su mujer todavía era su novia y no tenían hijos, en un viaje que hicieron juntos a una isla española que no quiso especificar, “porque no quiero comprometer a nadie ni me quiero meter en un lío”.
Chupitos peligrosos
Se alojaron en un hotel en una zona aislada y alquilaron un coche. Un día, recorriendo la isla, acabaron cenando por ahí y después se fueron a tomar algo. “Bebimos un par de copas y al rato mi mujer me dijo si bebíamos un chupito, es muy de chupitos”, explica Ubago, anunciando entre risas que cuando se emitiera el programa le tocaría dormir en el sofá.
Decidieron pedir chupitos de peché, de moda entonces, pero no había y el camarero les recomendó Jägermeister. No habían oído hablar de él, pero quisieron probarlo. “Y luego otro, y otro. Nos avisaba: ‘Cuidado, que este es potente’. Y nosotros: ‘¡Que somos vascos, joder, saca!’. Se nos fue de las manos y acabamos pedísimos”.
Alto a la Guardia Civil
Había que volver al hotel, pero en esas condiciones no podían conducir y los intentos por localizar un taxi resultaron infructuosos. “Yo sé que esto está mal. Fue un cúmulo de malas decisiones, hicimos todo mal, desde el primer chupito de Jäger. Y cogí el coche, éramos jóvenes e inconscientes”.
De camino hacia el hotel, en el retrovisor se reflejó una patrulla de la Guardia Civil con las sirenas. “Debía de ir haciendo eses con el coche”, dice. Los pararon y le tocó soplar. “Casi explota ese cacharro. No recuerdo lo que di, pero fue algo muy bestia”, relata, afirmando después que cree que el alcoholímetro marcó 0,80 mg/l en aire espirado.
Los agentes le hacen un favor
Eso supone un delito penal, ya que cualquier cifra que supere los 0,60 mg/l supone ir a juicio, la retirada del carné entre 1 y 4 años y una pena de 3 a 6 meses de cárcel. De hecho, se considera positivo a partir de 0,25 mg/l.
Pero en ese momento los guardias civiles se dieron cuenta de quién era él. Le avisaron de que esa tasa le iba a obligar a quedarse una semana para el juicio, algo que no podía hacer porque tenía compromisos, y los agentes, en lugar de ser inflexibles y aplicar la normativa, decidieron darle una oportunidad.
Así, lo llevaron dentro del furgón, en el que tenían numerosas botellas de agua, y le dijeron que bebiera mucha para que la tasa bajara de 0,5 mg/l y así ya no fuera delito penal, sino una multa y la retirada de puntos del carné. Se bebió dos botellas casi del tirón, pero al volver a soplar no sólo no había bajado, sino que había subido a 0,90 mg/l. Pero los guardias civiles le permitieron quedarse en total unas dos horas y media bebiendo agua. Al tercer o cuarto intento soplando, el alcoholímetro por fin bajó la tasa hasta la cifra necesaria, así que formalizaron la multa.
Vuelta en furgón y vomitona
Pero el coche debía quedarse ahí porque no podían conducir. Y de nuevo no hubo forma de localizar un taxi, así que los agentes se ofrecieron a llevarlos hasta el hotel. Eso sí, todo ese rato su mujer había estado dormitando dentro del coche sin enterarse de nada, y nada más entrar al furgón, ya de camino, le dijo: “Cariño, voy a potar”. Ubago asegura que al menos pudo avisar a tiempo y abrir la puerta con el vehículo en marcha. “Fue mitad dentro, mitad fuera”.
600 euros y seis puntos
Llegaron al hotel, él pasó lo que quedaba de noche durmiendo “abrazado a la taza del váter” y al día siguiente fueron al coche y después a un centro comercial. No había acabado la cosa. Una dependienta de una tienda se le acercó y le dijo: “Perdona, eres Álex Ubago, ¿no? Que ayer te paró la poli”. El cantante se quedó blanco, pero ella lo tranquilizó: su incidente no había salido en los medios: “Que uno de los guardias civiles es mi marido”, le aclaró.
Como gesto de agradecimiento, a la vuelta a casa Ubago envió a los guardias civiles unos discos firmados “por el detalle y con la esperanza de que corrieran un tupido velo”. Pero no se libró de la multa: 600 euros y seis puntos del carné. “Bueno, ni tan mal”, reflexiona, teniendo en cuenta lo que pudo haber sido.