Lo único positivo de la última jornada fueron los resultados ajenos. La mayoría de los acompañantes del Athletic en la clasificación fueron incapaces de ganar, de modo que el reflejo de la derrota de Girona quedó relativizado. Diferente lectura merece el comportamiento, que el propio Valverde catalogó como el peor del ejercicio, impresión que la verdad no cuesta nada suscribir. El desbarajuste que envolvió al equipo de principio a fin, además de desconcertante resultó insufrible. Esta vez no hubo margen para los atenuantes, como por ejemplo ocurrió con el revés del Camp Nou: ni los jugadores ni el entrenador supieron gestionar un compromiso que, como cualquier otro, se puede perder, pero nunca de manera tan lamentable. Lo del viernes se convierte pues en un acicate al que hay que agregar el derivado del calendario: después de recibir al Valladolid el campeonato se interrumpe, lo cual otorga una mayor relevancia al resultado.
Existe un abismo entre despedirse hasta el último fin de semana de 2022 con 24 puntos en el casillero y hacerlo con los 21 que hoy posee. Lo de menos es la posición, que dependerá del resto de los marcadores, pero 24 puntos garantizan seguir en la pomada, en el grupo de los aspirantes a plaza continental. Aunque todavía falten por disputarse dos tercios del campeonato, se trata de redondear una trayectoria que, con sus altibajos, es acorde a las expectativas del entorno y al objetivo que el club se ha impuesto. Si el Athletic habita en plaza europea desde finales de agosto será por algo, no por casualidad, pero conviene prolongar la inercia, no flaquear.
Para ello precisa una transformación radical. No solo porque permitiría considerar el mal día de Girona, un encuentro pésimo, como un accidente en el camino. Está en juego la credibilidad de los protagonistas, de quienes lo mínimo que se espera es que, estén o no inspirados, sean capaces de competir siendo fieles a los rasgos que les han distinguido como colectivo en muchas jornadas. Enfrente, un Valladolid que ha enderezado el rumbo, inmerso en su mejor racha (tres victorias en cuatro partidos), que presenta dos caras, prácticamente opuestas, una como anfitrión y otra como visitante.
De viaje, los hombres de Pacheta no son ni sombra de lo que sugieren ante su afición, pero la fiabilidad de este tipo de información puede inducir a un error de cálculo. Para aproximarse al posible desenlace que se registre hoy martes en San Mamés, más que la propuesta del Valladolid será básica la versión que ofrezca el Athletic. Está el potencial de cada cual, pero por encima se ha de situar la obligación de enmendarse, el amor propio de los futbolistas y el escenario, claro. El entorno demanda, con razón, un giro radical que, de materializarse se antoja suficiente aval para que los puntos se queden en casa.
Según expuso ayer lunes Valverde, tiene a su disposición a Muniain y Herrera. En el capítulo de dudas aparece el nombre de Vesga, con molestias que precipitaron su relevo en la jornada previa. La composición del centro del campo es pues una incógnita. Si Vesga no está de salida y toda vez que Dani García continúa de baja, la lógica apunta a que el elegido sea Vencedor, quien se estrenaría como titular. Colocar de medio de cierre a Herrera, opción que el técnico no descartó, encierra un riesgo dado que entre pitos y flautas apenas ha intervenido y no está para un partido entero. Reunir a ambos es asimismo una posibilidad, pero si el tercero de la línea es, como se presupone, Muniain, que vuelve de la enfermería, entonces hablaríamos de una apuesta excesivamente incierta. Si Vesga figura en la lista será porque se halla en condiciones de actuar.