Polideportivo

Almeida se corona en la Itzulia

El portugués certifica el dominio en la carrera vasca con una victoria en Eibar, donde luce en el podio final con Mas y Schachmann
Almeida, campeón de la Itzulia, vence la última etapa.
Almeida, campeón de la Itzulia, vence la última etapa. / Itzulia / Sprint Cycling

El poeta es un fingidor / finge tan completamente / que hasta finge que es dolor/ el dolor que de veras siente. Expresó Fernando Pessoa en uno de sus poemas. El poeta lisboeta se adentró en el alma. En los recovecos del ser humano. El ciclismo también horada esos no lugares, donde trascienden el dolor y la gloria. Comparten colchón. Los ciclistas también fingen para aplacar el dolor, para enmascarar los problemas, para camuflar las penas.

La alegría, emoción ingobernable, no se puede fingir. Brota desmesurada. Dibuja sonrisas. Ni el fado, ni la canción triste, ni la nostalgia que perfila el carácter luso, tampoco la lluvia que conecta con el lagrimal de la melancolía y la oscuridad de un toldo de nubes negras podían frenar la dicha de Joao Almeida en Eibar. Bota lume.

Dominio de Almeida

Rabioso, pura pasión, se reivindicó el portugués en la Itzulia con una victoria inapelable en el corazón de la villa armera en el mano a mano con Enric Mas, que remontó seis plazas y alcanzó el podio tras sostener la mirada a Almeida en Izua.

El balear pidió la etapa a Almeida, pero el líder le negó. "Las etapas están muy caras", dijo. Mas aún las vueltas de una semana, la primera de Almeida este curso.

Maximilian Schachmann cerró la orla final, que subrayó al luso, "muy satisfecho con la victoria". El portugués olvidó las derrotas de la Volta a la Comunitat Valenciana y la Volta ao Algarve. La Itzulia le bañó de felicidad con dos triunfos parciales y la general.

Latifundio Almeida. "Esta victoria es la más importante de mi carrera y supone también una reafirmación como corredor", apuntó el luso. Rey de la Itzulia. Monarca de Eibar.

Empatado en la crono inaugural de Gasteiz con Schachmann, el líder iniciático de la carrera vasca, Almeida se subió al trono en Markina después de una exhibición que partió de la garganta de Matsaria, una de la caras de Izua. Ese día dejó resuelta la carrera, a la espera de ser envuelta con papel de regalo con el triunfo en Eibar, donde puso una lazo a una cita en la que partía como favorito.

Cumplió con su cometido. Almeida tomó el relevo de Ayuso en el palmarés. El portugués no soltó el bastón de mando de la carrera desde que lo exigiera en Markina. La txapela, ideal para los días lluviosos, era suya después de dominar la escena en el acto final, donde nadie le puedo inquietar.

Almeida, vencedor de la etapa final en Eibar.

Almeida, vencedor de la etapa final en Eibar. Itzulia / Sprint Cycling

Enric Mas alcanza el podio

A hombros de su equipo, repleto de forzudos, como si se tratara de un santo, Almeida paseó su figura. Sus rivales en la general perdieron color cuando el líder hizo palanca en Izua. Saboteó cualquier acto de rebeldía. Se ganó punto por punto el aurresku de honor. El baile que proclama al campeón, que le honra por su logro.

En el podio final le cortejaron Mas, a 1:52, y Schachmann, a 1:59. Lipowitz , a 2:07, perdió el paso tras una avería mecánica que le desenfocó. Alex Aranburu, excelso en toda la competición, formalizó el séptimo puesto en la general tras ser quinto bajo el agua de la localidad armera.

Eibar, donde se honró a la II República, el primer consistorio en izar su bandera el 14 de abril de 1931, agitó el ocaso a los seis días de la carrera vasca entre la metralla de siete picos. Elkorrieta, Azurki, Krabelin, Trabakua, Karabieta, Izua y de nuevo Trabakua formaban la cordillera en la que desenroscar la trama final de la Itzulia. En el último acto, antes del epílogo, se recitaba un ciclismo a ráfagas.

El pasado de la villa armera, el de la fábrica de armas, convertidos después los cañones de las escopetas en tubos para construir bicicletas, invocó a la batalla sobre vehículos para la paz. “Todo el mundo tiene un plan hasta que suena el primer disparo”. Eso dijo Napoleón o Von Bismarck.

En realidad no se sabe si es un pensamiento apócrifo sin dueño o identidad tras él, pero enmarca lo indomable de lo imprevisto, el temor de la incontrolable, el miedo del descontrol. "Al principio estaba nervioso pero luego me he visto con buenas piernas. La mejor defensa es el ataque", analizó Almeida.

Los balazos de la Guerra Civil dejaron huella en la fachada del ayuntamiento de Eibar para nunca olvidar el asedio. Agujeros que la memoria rellenaba en un día suave, pero con deje de bochorno y el cielo cargado de nubes cada vez más ventrudas y grises peleando con el sol, de despedida tras jornadas fastuosas. Olía a tormenta.

Un día extraño y enajenado en una jornada explosiva, diseñada para dinamiteros. No tardaron en cargar los cañones ante un relieve repleto de aristas, cortante más si cabe en un kilometraje condensado, las montañas interpuestas, amontonadas, como en una dentadura imperfecta que necesita una ortodoncia para lucir la sonrisa de la victoria

Elkorrieta, el primer escollo de la cordillera que daba la bienvenida al alto relieve del ocaso de la Itzulia, sirvió de plataforma para una fuga numerosa con Healy, Daniel Martínez, Ion Izagirre, Mollema, Hirschi y muchos otros que se empastó a través de Azurki, el pequeño Mortirolo para los lugareños, y después por el tenso Krabelin, amortiguada su dureza por el patchwork de la afición. Una cremallera de asfalto entre voces calurosas de ánimo.

Control del Almeida

El UAE pastoreó el grupo sin alharacas ni histrionismo, al paso que demandaba Almeida, el líder, que fijó un ritmo que huía de la desesperación. Disponía de una renta suficiente. Adoptó la postura de un contable que sabe administrar sus ahorros a pesar de las fluctuaciones del parqué bursátil.

Por delante la fuga era un vaivén que menguó en Karabieta, donde el cielo descargó metralla. Se desató la tormenta. La primavera que era verano dio un paso para atrás y reclamó al invierno.

Se espejó de inmediato la carretera y creció el riesgo. Otra versión de la Itzulia, más inquietante, ponía en marcha el mecanismo de la supervivencia con lo sacos terreros de la precaución. Hirschi, suizo, del país neutral, salvo con millonarios y el dinero, aprovechó para dar guerra un rato. Apenas una molestia.

Almeida llamó a filas a los suyos, que encendieron la central de vatios para iluminar Izua, que quiere decir susto. Para los eibarreses siempre fue con equis. Ese era el el último puerto de primera que le restaba a la Itzulia y el líder instigó el asalto con sus sherpas. No quería sorpresas Almeida, que todo lo observaba desde la atalaya.

La valentía de Healy

Healy, un género en sí mismo, se despegó de la fuga. Hundió a Daniel Martínez, que tuvo que dimitir. Otra vez libre, sin cadenas. Lejos de la estética y de la ortodoxia, la pose torcida, el deseo intacto, la ambición vibrante, el irlandés bendijo la Itzulia.

El líder se subrayó, amarillo chillón el suyo, en Izua. A Lipowitz le dolió el alma. Tuvo que cambiar de bicicleta en el ascenso. Le dejó cojo. Un salmón contra la corriente. Eso le arrancó del podio.

Schachmann se acopló a la espalda de Lipowitz. Alianza germana. Perseguían al líder, pero la vista no les alcanzaba. Protegido por sus guardaespaldas, Almeida respiraba calma.

Descontaba los kilómetros con paciencia y pulso firme a pesar del descenso del pegajoso alto de Trabakua, donde Skjelmose se lijó y Del Toro tuvo que hacer acrobacias para no correr el mismo destino.

Deshojaba Almeida la margarita de la Itzulia. La quería. Mas trató de embaucarle para que le regalará la etapa después de someter a Healy, que viajó con ellos. "¿Me dejas ganar?, ¿me dejas la etapa, o no?" Almeida le arrancó la ilusión. Agarrada la etapa, se puso la txapela. En tierra republicana Eibar reconoció a su único rey. Almeida se corona en la Itzulia.

2025-04-13T16:17:20+02:00
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