Vida y estilo

Almudena Carracedo: “Para nosotros era fundamental no demonizar los Sanfermines”

Ocho años después de la violación en Sanfermines por La Manada, el documental dirigido por Almudena Carracedo y Robert Bahar revive la lucha por la justicia en un caso que conmovió al mundo
La directora Almudena Carracedo.
La directora Almudena Carracedo. / Lucernam Films

En los Sanfermines de 2016, cinco hombres que se autodenominaban La Manada violaron a una joven de 18 años. Ella, en lugar de quedarse en silencio, decidió luchar para que se hiciera justicia. Ocho años después, en 2024, Almudena Carracedo y su marido, Robert Bahar, llevaron este lamentable suceso al cine con No estás sola: La lucha contra La Manada (Lucernam Films, Netflix), una película que ha sido vista por millones de personas en la conocida plataforma de streaming. El documental ha logrado mantenerse durante dos semanas en el top 10 mundial de películas de habla no inglesa. Además, ha estado nominada a Mejor Película Documental en los pasados Premios Goya y ha recibido múltiples galardones nacionales e internacionales.

¿Cómo surgió la idea de grabar este documental? 

-En un momento dado, mientras investigábamos posibles temas, reflexionamos sobre aquellos que habían marcado la historia reciente de este país. Nos dimos cuenta de que este en particular no solo había transformado la percepción y la conciencia social, sino que, con el tiempo, su verdadero impacto se había vuelto difuso. La cobertura mediática, centrada en la figura del abogado de los agresores, posteriormente condenados, había distorsionado la memoria colectiva de los hechos. Por eso, nos pareció fundamental contar esta historia de forma completa y rigurosa, y hacerlo por primera vez desde la perspectiva de las víctimas supervivientes y de quienes las acompañaron. Optamos por el cine como vehículo para narrarla. Ser rigurosos implicaba un profundo proceso de investigación, pero también queríamos que fuera una experiencia cinematográfica inmersiva, que permitiera al público vivir este viaje desde la piel de ellas.

¿Era necesario?

-Después de ver la reacción del público y el impacto que ha tenido en la sociedad, creemos que sí, que esta película era necesaria. Visibiliza una violencia sistemática y rompe el silencio sobre agresiones que afectan a todas las mujeres, pero de las que, sin embargo, apenas se habla. ¿Cómo es posible que una violencia que sufre la mitad de la población no sea considerada una cuestión de Estado? Ese es el aspecto más alarmante de todo esto: se trata de un problema cotidiano, presente en la vida de millones de mujeres, que ocurre cada día en pueblos y ciudades de todo el mundo. La gran pregunta es: ¿cómo es posible que, como sociedad, sigamos conviviendo con esta violencia sin ponerle fin?

¿Tuvo presiones para no seguir adelante con el documental?

-No, para nada. Justamente por eso era fundamental trabajar en secreto. Por un lado, queríamos proteger tanto a las víctimas como a quienes participaron en el proyecto de cualquier tipo de presión. Al tratarse de un caso tan mediático, era crucial que pudieran involucrarse de forma libre y tranquila, sin interferencias externas. Por otro lado, también buscábamos preservar nuestro propio proceso creativo. Necesitábamos trabajar sin prisas, con el tiempo y el cuidado necesarios. Fueron tres años y medio de trabajo, casi un proceso artesanal, en el que cada detalle fue tejido con precisión. Nuestro objetivo era doble: por un lado, honrar la lucha de las víctimas; y por otro, reflejar fielmente el movimiento social que este caso despertó en el Estado español.

¿Se planteó desde el principio que las víctimas no estuvieran presentes? 

-Aquí enfrentábamos un gran reto. Desde el inicio, teníamos la necesidad y la obligación de mantener el anonimato de las víctimas; era un imperativo para nosotros protegerlas. El punto de partida fue hablar con la familia de quien llamamos Lucía, la mujer que sufrió la agresión en San Fermín. Elegimos darle un nombre ficticio para poder referirnos a ella. Como cineastas, y con experiencia trabajando con víctimas de trauma, entendemos que son ellas quienes deben decidir hasta dónde y cuánto compartir. En este caso, comprendimos que Lucía no participaría directamente, pero sí nos dio su permiso, al igual que todas las personas que aparecen en la película, incluida su abogada. Para representar su testimonio, recurrimos a declaraciones en sede judicial y a unas cartas. Es importante recordar que hay dos víctimas en esta historia. La segunda sí quiso participar de forma más directa, por lo que grabamos con ella una entrevista en audio. Ambos testimonios fueron luego interpretados por las actrices Natalia de Molina y Carolina Yuste, quienes les dieron una presencia física en la pantalla. Esto no solo les otorgó corporalidad, sino que permitió que sus voces encontraran una plataforma tangible, subrayando que no se trata de personajes ficticios, sino de personas reales.

¿Qué le han comentado las víctimas tras verlo?

-Antes de finalizar la película y antes de su estreno, lo primero que hicimos fue mostrársela a todas las personas que participaron, o al menos a casi todas. También se la presentamos a las víctimas o, en su caso, a sus familias, según lo que cada una de ellas decidiera. Fue un proceso profundamente emotivo. Pero al salir de esas proyecciones, tuvimos la certeza de que habíamos honrado su lucha y de que, de alguna manera, la película podía contribuir a reparar el daño.

¿Era fundamental no demonizar los Sanfermines?

-Para nosotros era fundamental no demonizarlos, algo que ocurrió en cierta medida durante todo este proceso. Era importante comprender que esto no es un hecho aislado, sino que sucede en muchas fiestas. Si en los Sanfermines este caso se resolvió con rapidez, con la identificación de los agresores y la activación inmediata de los protocolos de acompañamiento, fue precisamente porque Navarra y Pamplona cuentan con medidas contra la violencia sexual mucho más avanzadas que en otros lugares. Y esto no es casualidad, sino el resultado del trabajo del movimiento feminista, que impulsó estos protocolos tras el asesinato de Nagore Laffage en los Sanfermines de 2008.

¿Qué va a suponer para los miembros de La Manada este documental?

-No lo sé, porque no hemos hablado con ellos. Solo espero que, al ver el documental los miembros de La Manada, lo perciban como un relato justo. Es importante entender que nuestra intención fue contar la historia desde una perspectiva que hasta ahora no se había visibilizado: la de las víctimas y las personas que las acompañaron. Sin embargo, también incluimos el punto de vista de los agresores a través de su abogado, cuya figura tuvo una presencia mediática desproporcionada. De hecho, gran parte de la narrativa que prevaleció en su momento fue la que se construyó a través de él. Para nosotros era fundamental que este documental ayudara a los hombres que lo vean a comprender el daño profundo que genera esta violencia en todos los niveles. No se trata solo de la agresión sexual en su forma más extrema, como lo que llamamos violación, sino de todas las agresiones, grandes y pequeñas, con las que las mujeres convivimos a diario. Esta violencia impregna nuestras vidas de múltiples maneras. Nos parecía esencial que, al terminar la película, los espectadores, especialmente los hombres, pudieran mirar a su alrededor y darse cuenta de que sus hermanas, amigas, parejas, madres y abuelas han vivido esto, sin excepción. Porque todas, en algún momento, hemos experimentado algún tipo de violencia sexual.

Solo espero que, al ver el documental los miembros de La Manada, lo perciban como un relato justo

¿Cree que las penas que les impusieron fueron las correctas?

-Bueno, yo no soy jurista. Sé que existe un debate interesante dentro de los movimientos antipunitivistas sobre las penas de prisión. No sé si es fácil entrar en esa discusión, pero hay algo que sí tengo claro: cuando hablas con víctimas de violencia sexual, lo que más necesitan es reparación. Para la mayoría, lo fundamental no es tanto la cantidad de años de condena, sino que se sepa la verdad, que se reconozca lo que ocurrió y, sobre todo, que se las crea. Por eso, más allá del castigo impuesto, lo realmente crucial es qué ocurre cuando los agresores salen en libertad. Si reinciden, significa que la condena no ha servido de nada. Este es un aspecto especialmente importante en estos delitos, ya que tienen uno de los índices de reincidencia más altos dentro del sistema judicial.

¿El hecho de codirigirlo con su marido, Robert Bahar, ha influido en el enfoque?

-Sí, nosotros siempre trabajamos juntos, y en este caso ha sido especialmente interesante. Como mujer, tengo mi propia perspectiva, mi bagaje, mi mochila de experiencias y violencias del pasado. Pero también ha sido enriquecedor trabajar con Robert y comprender su visión. Nuestro objetivo con la película era, por un lado, conectar con las mujeres, ayudarnos a reconocernos en estas violencias; y, por otro, llegar también a los hombres y a los chicos. Queríamos hacerlo desde una sensación de corresponsabilidad, no de culpabilidad. En ese sentido, la mirada de Robert y la colaboración con algunos hombres del equipo, aunque en su mayoría ha estado formado por mujeres, fueron clave para construir una película que pudiera hablar a distintos colectivos. Queríamos que tanto mujeres y chicas como hombres y chicos se sintieran interpelados y parte de esta conversación.

¿Se está proyectando en los institutos? 

-Sí, de hecho, la película se ha convertido en una herramienta formativa y pedagógica clave, que era precisamente uno de nuestros objetivos: que pudiera educar y llegar a públicos diversos. Junto con Amnistía Internacional, hemos impulsado una campaña de proyecciones en numerosos institutos, acompañadas de coloquios, tanto presenciales como online. En uno de estos encuentros virtuales participaron más de 3.000 estudiantes al mismo tiempo. La respuesta de chicos y chicas ha sido realmente conmovedora. En algunos casos, la película les ha ayudado a comprender mejor esta violencia y a identificarla. Sabemos de jóvenes que, tras verla, entendieron que lo que habían vivido era violencia y decidieron denunciarlo. Esto es fundamental. Desde el cine, el arte y la cultura, podemos dar voz y rostro a una realidad que, aunque ocurre a diario, sigue estando invisibilizada. La acogida en los institutos ha sido muy positiva, y animamos a educadores y educadoras a proyectarla en sus aulas. Los derechos de exhibición en entornos educativos y sociales están cedidos por Netflix, por lo que puede difundirse sin ningún problema.

No estás sola estuvo nominada a Mejor Película Documental en los pasados premios Goya, pero no pudo llevarse el galardón. La ganadora fue La guitarra flamenca de Yerai Cortés, dirigida por C. Tangana. ¿Le pareció la justa ganadora? 

-Una ganadora justa. Los premios, a veces, no lo son tanto. Personalmente, me hubiera gustado que No estás sola ganara, sobre todo por la visibilidad que aporta al tema. Pero también tengo claro que los documentalistas y cineastas no hacemos películas para ganar premios. En nuestro caso, hacemos cine para transformar la sociedad y contribuir a la conversación, en este caso, sobre la violencia sexual. Por eso, haber estado nominados ya es significativo. Es un reconocimiento a tres años y medio de trabajo, a un equipo increíble que se ha entregado por completo y al impacto que ha tenido la película. Pero la lucha sigue, la vida sigue y nuestro trabajo también. Esto es lo que hacemos y seguiremos haciéndolo.

2025-03-03T08:58:03+01:00
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