En un mercado en el que es difícil encontrar una habitación en un piso compartido por menos de 300 euros, los 55 que pagan al mes Mar Puig y Ramón Ascanio en el barrio bilbaino de Otxarkoaga es casi una bicoca. Ambos estudiantes de postgrado, la única condición a cambio de un alquiler tan accesible son cuatro horas semanas de trabajo voluntario. "Si no fuera por este programa, sería muy difícil compaginar los estudios y el trabajo. Es una iniciativa que deberían instaurar otras ciudades y no solo para estudiantes de postgrado, sino para todos los jóvenes", afirman ambos con rotundidad.
El programa Jóvenes Solidarios, puesto en marcha por el Ayuntamiento de Bilbao, ha alcanzado este curso su decimotercera edición. A lo largo de estos años, han sido más de 450 los estudiantes que se han beneficiado de una habitación en alquiler a un precio más reducido; a cambio, lo único que se les pide es que colaboren con proyectos comunitarios y de apoyo a colectivos vulnerables en Otxarkoaga y Bilbao La Vieja, donde se ubican los pisos en los que residen.
Un curso más, los 20 pisos que Viviendas Municipales destina a este programa están completos. Son un total de 46 los estudiantes de posgrado de la UPV/EHU, la Universidad de Deusto y Mondragon Unibertsitatea que a un precio simbólico de 55 euros por persona, gastos de luz y agua no incluidos, residen en viviendas totalmente acondicionadas. "El objetivo de este programa es doble. Por una parte, trata de ayudar a los estudiantes, poniendo a su disposición viviendas por un alquiler simbólico y, por otro, contribuir a que se impliquen en las causas sociales del barrio", ha explicado este lunes el concejal de Vivienda y presidente de Viviendas Municipales, Jon Bilbao.
El edil no esconde su deseo de que el programa pudiera incrementar las viviendas que ofrece a los jóvenes y abrirlo también a estudiantes de grado, no solo de posgrado, pero, admite, los pisos que pueden ofrecer son los que forman el parque de Viviendas Municipales, que tienen que cubrir también otras necesidades. "Es un programa muy interesante pero con las viviendas públicas que tenemos hay que atender otras necesidades y la rotación es pequeña", admite. Prueba de su éxito es que un año más todas las plazas se han completado e incluso se ha exportado a otros municipios.
Una oportunidad "de oro"
La catalana Mar Puig, de 23 años, se enteró de la existencia del programa a través del boca a boca, justo antes de comenzar el máster en Desarrollo y Cooperación Internacional que cursa en la UPV/EHU. "Me habían hablado muy bien del máster y de Bilbao, y tenía ganas de independizarme. Así que cuando conocí este programa, a través de amigos que ya habían participado en él, lo vi como una oportunidad que tenía que aprovechar", admite mientras muestra el piso que comparte con Ramón Ascanio en Otxarkoaga. Dos habitaciones, un baño y una cocina americana abierta al salón que han convertido en su hogar durante este curso.
Seguía viviendo en casa de sus padres mientras estudió Antropología en su Barcelona natal y sabe, de primera mano, las dificultades para hacer frente a un alquiler en el mercado libre mientras se está en la universidad. "Gracias a este programa, me lo puedo permitir a nivel económico. No encuentras una habitación en un piso compartido por menos de 300 euros; incluso trabajando, tendría que dedicar muchas más horas a ello y al final repercute en tu formación", advierte.
Las cuatro horas de trabajo voluntario que les piden a cambio encajan además con sus inquietudes, "es algo que siempre me ha gustado". En su caso, da clases en Amuge, la asociación de Mujeres Gitanas de Euskadi, a un grupo de que está preparándose para terminar la ESO. "Me gusta mucho porque no solo das clase, sino que acabas compartiendo con ellas preocupaciones, problemas...", explica.
La experiencia, además, le ha servido para borrar los estigmas que había escuchado sobre el barrio antes de mudarse a él. "Cuando comentaba que iba a vivir en Otxarkoaga, había incluso gente de Bilbao que me decía que tuviera cuidado, que roban mucho... Y ha sido todo lo contrario; es un barrio normal, con personas que nos han acogido muy bien", reconoce.
Todo ello le hace no solo recomendar a otros estudiantes que estén en su misma situación a participar en el programa, sino invitar a las instituciones a ponerlo en marcha en otras ciudades. "Es una oportunidad de oro para independizarnos. La pena es que no existe nada parecido en otros lugares. La vivienda es un problema económico y social que sufrimos las personas jóvenes y es una pena que tengamos acceso a programas como este solo estudiantes de posgrado. Todo el mundo debería tener esta oportunidad", plantea.
Un presupuesto "ajustado"
También su compañero de piso alaba la puesta en marcha de un programa de estas características, "sobre todo para las personas que venimos de fuera", afirma Ramón, natural de Venezuela. Sabe de lo que habla; él mismo, cuando llegó el año pasado a estudiar en Bilbao un máster de Marketing y Dirección Comercial de la UPV/EHU, quedó fuera de las listas para participar en Jóvenes Solidarios y tuvo que encontrar un piso en el mercado libre. 300 euros, por una habitación, en el barrio de San Ignacio. "Hice la solicitud también este año y, afortunadamente, me han admitido. Cuando llegas, lo haces con un presupuesto muy ajustado y hay que optimizarlos de la mejor forma posible. Estos pisos son muy accesibles", se felicita.
En su caso, acude dos días a la semana al centro formativo de Otxarkoaga, donde ayuda en el comedor, poniendo las mesas, sirviendo la comida a los estudiantes y recogiendo después del servicio. "Ha sido muy gratificante; me permite interactuar con la comunidad del barrio y ver cómo es la sociedad. Con los compañeros, a nivel profesional, el trato es muy bueno", sonríe.