Actualizado hace 8 minutos
Leer, moverse en espacios que tienen poca luz o están mal iluminados, asearse completamente, usar dispositivos tecnológicos, reconocer personas y cruzar calles son acciones que la mayoría realizamos sin pensar.
Sin embargo, para miles de personas, estas actividades cotidianas representan desafíos constantes. Aunque aparentemente no parezcan tener ningún problema, su realidad está marcada por una limitación visual que afecta seriamente a su día a día.
En Euskadi, una de cada 3.000 personas, es decir, unos 750 individuos, sufren retinosis pigmentaria. Si tenemos en cuenta otras causas como glaucomas o degeneración macular, el número de afectados es mucho mayor.
En total, unas 40.000 personas padecen discapacidad visual severa en la CAV. Esto supone entre el 2% y el 4% de la población. Este grupo de personas tiene su capacidad visual reducida, oscilando ente el 30% y el 10%. Es el colectivo de personas con baja visión.
Arantza Uliarte, presidenta de Retina Bizkaia Begisare, explica que las personas que forman parte de este colectivo: “somos difíciles de reconocer porque, aunque nuestra vista parezca sana, tenemos una gran discapacidad visual”. Aquí está uno de los mayores retos para quienes padecen este problema.
La baja visión puede manifestarse de diversas formas, que van desde la visión en túnel hasta el deslumbramiento, pasando por la visión borrosa o con manchas. Cada persona la experimenta de forma única, lo que hace difícil su comprensión por parte de la sociedad.
En la mayoría de los casos, la sociedad tiende a malinterpretar sus limitaciones. "Muchas veces nos consideran torpes o despistados porque no comprenden cómo vemos. No todas las personas con baja visión vemos igual", señala Uliarte.
Esta falta de comprensión puede generar frustración y aislamiento, haciendo crucial la labor de sensibilización para derribar prejuicios.
“ Nuestro objetivo es crear un entorno donde las personas con baja visión se sientan comprendidas y acompañadas ”
Arantza Uliarte - Presidenta de Retina Bizkaia Begisare
Las dificultades no son estáticas; muchas personas con baja visión experimentan una pérdida progresiva de capacidades visuales. Así ocurre en enfermedades como la retinosis pigmentaria. No se trata de un fenómeno repentino, ni lineal. El campo y la agudeza visual van reduciéndose poco a poco a lo largo de la vida.
La retinosis pigmentaria es la causa más frecuente de degeneración hereditaria de la retina. Fue diagnosticada por primera vez a finales del siglo XIX y ha sido una gran desconocida dentro de la medicina. En las últimas décadas, se ha avanzado notablemente en el conocimiento de los diversos factores que intervienen en su aparición y desarrollo, pero queda aún mucho camino por recorrer.
El apoyo psicológico es fundamental para hacer frente a una situación como esta, ya que la incertidumbre sobre el futuro puede ser abrumadora. “Cuando te diagnostican baja visión, el miedo a perder más capacidad visual puede ser devastador. Por eso, es muy importante contar con redes de apoyo y acceso a profesionales que entiendan nuestras necesidades”, añade Uliarte.
Las ciudades no están diseñadas para quienes viven con baja visión. Un reciente estudio de Begisare sobre las calles de Vitoria reveló que el 76% de los espacios analizados presentan obstáculos como terrazas, farolas y bicicletas mal aparcadas. Además, el 73% de los bolardos no cumple con la normativa de accesibilidad y casi la mitad de los tramos carecen de iluminación uniforme. “La falta de luz o las señales mal ubicadas son problemas graves porque aumentan el riesgo de accidentes”, advierte Uliarte.
La mayoría de las personas que sufren baja visión tienen herramientas para manejarse diariamente y tratar de hacer frente a estas barreras. Algunas requieren de herramientas específicas como lupas o dispositivos electrónicos, otros se benefician de adaptaciones en el entorno, como la eliminación de obstáculos un mejor contraste en los colores.
Esta heterogeneidad plantea un desafío significativo tanto para las personas afectadas como para quienes diseñan las diferentes soluciones. Sin embargo, estas herramientas no siempre son suficientes para superar los obstáculos sociales y emocionales que enfrentan.
Distintivo especial
Un avance significativo ha sido la creación del distintivo “Tengo Baja Visión”, por parte de Begisare. Se trata de una chapa de color blanco con un ojo verde y un círculo negro en el centro. El objetivo de este distintivo es doble: que la persona con baja visión, y lo desee, pueda identificarse, y hacer saber a los demás que puede necesitar algún tipo de ayuda.
Arantza Uliarte insiste en la importancia de este tipo de iniciativas: “Llevamos años trabajando para que la sociedad reconozca nuestras necesidades. Este distintivo advierte que podemos necesitar ayuda o simplemente más paciencia”.
Además del distintivo, desde la asociación se han impulsado campañas informativas para concienciar a la sociedad sobre la baja visión. Estas iniciativas no solo buscan sensibilizar, sino también fomentar un entorno más inclusivo en el que las personas con esta condición puedan desenvolverse con mayor facilidad y dignidad.
No es el único progreso. En los últimos años, se han logrado avances significativos en la adaptación del entorno para personas con baja visión. Por ejemplo, en algunas ciudades se han mejorado los contrastes en los escalones y se han retirado bolardos innecesarios.
Sin embargo, Uliarte advierte que todavía queda mucho por hacer: “Un escalón mal marcado puede parecer una rampa para alguien con baja visión, lo que genera accidentes y miedo. Es vital que las instituciones sigan trabajando para reducir estos riesgos”.
Otro aspecto clave es la accesibilidad tecnológica. Los dispositivos electrónicos y las aplicaciones móviles han abierto nuevas posibilidades para las personas con baja visión, pero su uso no siempre está lo suficientemente extendido debido al coste o a la falta de formación. Iniciativas que promuevan el acceso equitativo a estas herramientas son esenciales para cerrar esta brecha.
“ Es esencial tener apoyo y acceso a profesionales que entiendan nuestras necesidades ”
Arantza Uliarte - Directora de Retina Bizkaia Begisare
Una sociedad más inclusiva
La baja visión no solo afecta a quienes la padecen, sino también a su entorno. Por ello, Uliarte hace un llamamiento a la empatía y a la acción conjunta: “La baja visión puede afectarnos a cualquiera, especialmente a medida que envejecemos. Crear una sociedad inclusiva requiere que todos entendamos esta realidad y actuemos en consecuencia”.
Este esfuerzo colectivo no solo transformará la vida de las personas con baja visión, sino que también enriquecerá a la sociedad en su conjunto. “Si la gente supiera cómo actuar, muchos problemas que tenemos las personas con baja visión serían más sencillos de superar”, concluye Uliarte.