Saltan chispas en la calle Calabria 166 de Barcelona, sede de Esquerra Republicana donde, al margen de lo que acontece con la investidura y otros asuntos, la crisis interna sube de temperatura. Después de que la pasada semana la formación republicana tuviera que suspender un acto donde pensaba dar vía libre al acuerdo con los socialistas en el Ayuntamiento de Barcelona, en principio por problemas logísticos de aforo –se entiende que las bases desbordaron el recinto porque iban a echar abajo esa alianza–; todos los focos se dirigen a una cúpula a la que 300 militantes, en un manifiesto apoyado por altos cargos y personalidades del partido, piden su marcha. Reclaman una “renovación general” en un escrito promovido por los partidarios de la “transición tranquila” por la que apostaron la número dos, Marta Rovira, y Pere Aragonès al día siguiente de la debacle electoral en las autonómicas del 12 de mayo. Aunque no se le menciona, en la palestra se encuentra el nombre de Oriol Junqueras, emplazando a que sea relevado de la presidencia, de la que se ha apeado para, en principio, volverse a presentar al cargo.
Las firmas que aparecen en el documento no son cualquiera: entre ellas están la de la vicepresidenta del Govern, Laura Vilagrà; los consellers Roger Torrent, Natàlia Garriga, David Mascort, Ester Capella o Meritxell Serret; la secretaria general adjunta Marta Vilalta; el ex jefe de filas de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona, Ernest Maragall, o exdirigentes como Joan Puigcercós, Joan Maria Tresseras o Josep Huguet. Lo que demandan es un partido “más coral y colectivo, transparente y con mayor participación de las bases, la estructura territorial y de los activos municipalistas”. Todo ello debería culminar en el congreso que ERC tiene previsto para el 30 de noviembre, en el que además de redefinirse la dirección del partido se modificará a buen seguro la estrategia política. Para entonces, ya se habrá despejado la incógnita de la presidencia de la Generalitat, e incluso se habrá vuelto a acudir a las urnas en caso de repetición electoral, lo que tampoco aventuraría un mejor escenario para Esquerra.
Junqueras dimitió hace pocos días de la presidencia después de que la ejecutiva le intentara hacer recapacitar para que abandone su propósito de optar a la reelección. Otras figuras como el exdiputado en Madrid Joan Tardà sí que han cerrado filas con él lamentando que el proceso de renovación de la “izquierda nacional” que propugnan los firmantes del manifiesto pase por “tirar a Junqueras a la papelera”. Un tuit que ha recibido el apoyo de Gabriel Rufián, número uno de ERC en el Congreso, que además parece ser el sector más proclive en investir a Salvador Illa.
Aire nuevo
La portavoz Raquel Sans prefirió ayer pasar por alto esta atmósfera señalando que en la reunión de la dirección únicamente se constató la existencia de este documento, sin entrar en valoraciones o en si el president de la Generalitat acabará firmándolo. En el escrito se considera además que es hartamente necesaria la entrada de “aire nuevo” tras un ciclo electoral municipales y generales de 2023, y catalanas y europeas de 2024–- en el que ERC ha caído en picado. Se constata que la situación “ha cambiado”, por lo que la militancia debe encaminarse a una reflexión “profunda” . Para los firmantes el congreso del 30-N es una “ventana de oportunidad” para culminar esta “revisión” . “Una insoslayable transición interna tranquila debe ser la semilla para un nuevo impulso para esbozar un futuro inmediato ganador. Con generosidad, apertura y voluntad inclusiva y no excluyente. Con unidad interna y contando con el enorme capital político acumulado en los últimos años”, argumentan. Los promotores de este golpe de timón, entre los que también hay 14 alcaldes y alcaldesas, defienden que ERC “tiene la responsabilidad histórica” de asumir esta reflexión “para liderar el rearme estratégico del independentismo”, ante el temor de que vuelva a parar a las manos de Junts.