Pablo Berasaluze siempre recuerda que para poder ganar a pelotaris con más caballaje y potencia tuvo que impulsar su imaginación y afinar al máximo la técnica. Hizo del gancho y la parada al txoko su razón de ser para silbar remates inverosímiles sobre la chapa. Funambulista. A través de eso logró sobrevivir frente a los gigantes.
Jokin Altuna (27 de marzo de 1996, Amezketa) pertenece a esa estirpe de manistas, a los pelotaris que son artistas, capaces de inventar el juego, de llevarlo a otra dimensión, de encontrar ángulos y recovecos donde a otros no les alcanza la imaginación. Altuna III no necesita ver para jugar. Visionario, posee en su cabeza un plano detallado del frontón y su instinto, un intangible, hace el resto.
No conviene, sin embargo, encuadrar a Altuna III como una suerte de gurú que solo vive de la inspiración y de las musas. Lo dijo el genial guitarrista Paco de Lucía: “Llevo practicando desde los 6 años una media de 14 horas al día y eso en mi tierra lo llaman duende”. El duende del genio de Amezketa conlleva una vida cosida a su gran amor, la pelota, y a innumerables horas en el frontón para convertirse en un gran campeón.
Partiendo desde ese campo base ha llegado a la cumbre Altuna. El de Amezketa ha obtenido su cuarta txapela del Cuatro y Medio en su octava final consecutiva después de superar al eléctrico y rupturista Peio Etxeberia por un nítido 22-9, en la primera final del delantero navarro. Le pesó demasiado al de Zenotz, atado. Otra muesca para el delantero guipuzcoano, un pelotari mayúsculo bajo cualquier análisis.
Nuevamente campeón, Altuna III camina hacia la leyenda. Alguien dirá aquello de “yo vi jugar a Altuna”, la frase que reconoce no sólo la excelencia del amezketarra en la cancha, sino también la huella en el palmarés y el gozo en el paladar de los aficionados. El juego de Altuna, exquisito e imaginativo, trasciende a su vitrina. Ese es su legado.
Un ajedrecista en el frontón
Es un ajedrecista estupendo el delantero de Amezketa, que acudió a su encuentro con la historia con el hombro izquierdo vertiendo dudas y concentrando molestias. Con todo pudo Altuna, un competidor feroz y un estratega formidable que maneja con brillantez todos los resortes del juego. Estudioso del juego, detallista, inquieto, sabe lo que va a suceder y se anticipa porque observa al milímetro el latido del juego y el proceder de sus rivales. Probablemente, esa lucidez, esa inteligencia táctica, le concede ventaja sobre el resto. Hace que todo resulte sencillo, incluso lo imposible e inopinado.
Es muy difícil jugar fácil. Altuna III fluye en la cancha. En eso tiene el deje que hizo de Aimar Olaizola el monarca del Cuatro y Medio y uno de los mejores pelotaris de la historia. Ningún pelotazo del goizuetarra era gratuito. Todo tenía sentido en su juego, tejido con paciencia hasta que asomaba el implacable depredador que era.
Como los mejores ajedrecistas jugaba en el futuro. Ahí ganaba los partidos. Nada resultaba azaroso en su juego. En otro tiempo, más moderno y que demanda más juego de aire, Altuna III es un fiel apóstol de ese modo de entender la pelota y descifrar el juego. El guipuzcoano ama la pelota y le gusta verla, lejos de otros perfiles que solo se preocupan de su partido.
Eterno aprendiz
Hambriento, el de Amezketa es una aprendiz, siempre dispuesto a tener mayores conocimientos sobre el juego, a entenderlo mejor. Incluso disfruta viendo partidos de manistas que difícilmente se medirán a él. Eso dice mucho de él. Así sigue ganando sabiduría y engordando su disco duro.
Altuna III es un rara avis, un ave exótica de luce el maravilloso plumaje de los elegidos. En una modalidad que demanda competidores cada vez más fuertes y atléticos, Altuna rompe el modelo. Su grandeza obedece al catálogo de su juego, al que siempre añade matices por su capacidad de adaptación. Las especies que sobreviven son aquellas que mejor se adaptan al medio
Técnicamente sobresaliente
Inteligente en lo táctico, exquisito en la técnica, determinante en ataque y numantino en defensa, solo de ese modo se puede entender el empuje y la jerarquía del amezketarra, un hombre a una pelota pegado. Existen pelotaris que lo son por talento innato y otros que se construyen, que se edifican por la constancia.
En el guipuzcoano confluyen ambas corrientes. El idilio entre Altuna III y la pelota parte desde las entrañas, gestado por las horas entre las piedras del frontón de Amezketa, la cuna que balanceó a un manista único. Aunque Altuna III nació pelotari, no conviene desestimar su inmensa capacidad de trabajo y aprendizaje.
Competidor feroz
Solo siendo un pelotari bonito de ver es imposible alcanzar semejantes cotas. El delantero de Amezketa es un competidor feroz. Un manista excepcional, con muchísimos registros, pero que irreverente, nunca se ha parado a mirarse en el espejo para contentarse con una media sonrisa observando su vitrina. Busca la excelencia, la mejora constante. En esa senda, ha sabido disimular sus inapreciables poros para convertirse en un pelotari sólido y totémico. Desde esa posición de estrella, el brillante Altuna III hace magia.