La doctora Cipitria, del grupo Bioingeniería en Regeneración y Cáncer del Instituto de Investigación Sanitaria Biogipuzkoa e investigadora Ikerbasque, todavía se está frotando los ojos con el espaldarazo de la ayuda ERC Consolidator Grant que acaba de recibir. Un premio a la excelencia científica y las investigaciones de vanguardia en Europa. La financiación, de 2,3 millones de euros, se utilizará para desarrollar el proyecto Dormatrix.
¿Qué hace una ingeniera luchando contra el cáncer? No es bióloga, no es médico. Nos rompe un poco los esquemas.
—Se asume que soy médico o bióloga del cáncer pero en realidad investigamos el cáncer como una aplicación. Nuestra perspectiva, nuestro modo de trabajar es desde la ingeniería y desde los materiales.
El proyecto elegido para obtener la financiación se denomina Dormatrix, y explican que “modela la latencia del cáncer de mama como un fenómeno emergente colectivo utilizando biomateriales y sistemas de microfluídica”. Necesito, por favor, que me lo traduzca.
—En el proyecto Dormatrix queremos investigar la fase invisible y asintomática de la metástasis. Las pacientes de cáncer de mama, después de un tratamiento inicial, pueden sobrevivir asintomáticas durante muchos años. Sin embargo, por desgracia, el cáncer puede aparecer en forma de metástasis en otros órganos.
¿A qué se debe?
—Pues es debido a que algunas células tumorales pueden evadir ese tratamiento inicial y pueden sobrevivir en un estado de latencia o dormidas incluso años. La latencia del cáncer de mama y su reactivación como metástasis es un campo desconocido a día de hoy. Se sabe muy poco. Pero, al mismo tiempo, es una ventana de oportunidad porque es ahí, cuando todavía es vulnerable, cuando se pueden desarrollar tratamientos que pueden retrasar o prevenir esa metástasis irreversible.
¿Eso significaría poder quizás evitar un desenlace fatal?
—Sí, porque se trata de investigar ese estadio temprano de la metástasis cuando aún es invisible pero cuando todavía se podría actuar.
Explíqueme lo de usar biomateriales.
—No vamos a desarrollar biomateriales para implantarlos como injertos. Eso ya lo hacemos en otros proyectos de medicina regenerativa. En Dormatrix queremos hacer modelos de ingeniería para investigar la latencia del cáncer de mama metastásico. Para ello necesitamos hacer crecer las células tumorales de forma controlada. Por ejemplo, tenemos células individuales que no se dividen, que es lo que sucede en el cuerpo en esa fase de latencia, o pequeños nódulos tumorales donde unas células se dividen y otras se mueren a la misma velocidad, por lo que ese nódulo no crece. Y eso indica estadios tempranos y asintomáticos de la metástasis. Y para poder hacer hacer esto en el laboratorio vamos a utilizar hidrogeles que imitan el microambiente de esas células tumorales. De esta forma, podemos forzar a que las células no se dividan o lo hagan de forma controlada.
¿Y que significa usar sistemas de microfluídica?
—Eso viene para poder controlar la comunicación entre esas células y esos nódulos. Son sistemas de ingeniería que modelan o imitan el estadio temprano de la metástasis que está todavía dormida o latente.
¿Es como si replicasen en el laboratorio lo que puede estar sucediendo en el organismo de esa paciente enferma?
—Efectivamente. Una paciente que está enferma pero es asintomática y ha vuelto a una vida normal pero convive con una metástasis invisible.
Parece un método muy innovador.
—Los proyectos ERC por definición son proyectos muy novedosos y de alto riesgo. Donde si funciona, la ganancia podría ser muy grande. Pero también hay un alto riesgo de que no funcione. En ese contexto, he propuesto este proyecto y el modo de ejecutarlo que es muy novedoso porque si no, no habría recibido la financiación europea.
¿Hay alguna razón para que este proyecto se circunscriba al cáncer de mama?
—El cáncer de mama es la principal causa de muerte de tumores en mujeres. Una de cada ocho mujeres va a desarrollar cáncer de mama. La buena noticia es que la probabilidad de supervivencia hoy en día es muy alta, pero hay un 30% que desarrollará metástasis. Y la metástasis hoy no se cura. Es un problema muy importante. Nuestra proyección es que en un futuro las nuevas tecnologías desarrolladas y conocimientos generados permitan avanzar en el desarrollo nuevas terapias que, ojalá, permitan retrasar o prevenir la metástasis. Este tipo de tecnologías y nuevas estrategias podrían ser transferibles, desde luego de forma adaptada, a otros tipos de cáncer como el de próstata.
¿Qué significa para Biogipuzkoa y para usted personalmente obtener una beca de tanto prestigio? ¿La carrera científica se ve impulsada con becas de este tipo?
—Para mí es una gran satisfacción. Han sido nueve meses de trabajo intenso. Me enfrenté a un reto intelectual para poder pensar en grande, con una idea disruptiva, y presentar un proyecto innovador a esta convocatoria. Mi principal satisfacción es que el trabajo previo que ha hecho mi equipo y las nuevas ideas que proponemos para los próximos cinco años han sido valorados por el Consejo Europeo de Investigación. No nos han dado solo los medios para soñar, sino los medios para ejecutar el sueño. Y eso es maravilloso.
Son 2,3 millones de euros. Por cuantía e importancia, este es un premio que tiene una gran envergadura.
—Sí, además aporta gran estabilidad a mi equipo actual y vamos a poder contratar a más personas. Incluir nuevas competencias en un equipo interdisciplinar. Lo que este proyecto permite no se puede hacer con becas a dos ó tres años, necesita estabilidad. Por eso estamos muy contentos. Para Biogipuzkoa también será positivo porque este tipo de proyectos generan un efecto dominó y atraen más propuestas. En definitiva, impulsa más la investigación en Biogipuzkoa y en Ikerbasque.