Argumentaba el director del Tour de Francia, Christian Prudhomme, que la elección de las tres etapas vascas para la carrera era "algo natural", con Bilbao escogida para la Grand Départ por su perseverancia solicitando la carrera durante treinta años, con Gasteiz como sede del Gobierno vasco representante de "una afición única en el ciclismo", con Donostia y su envidiable paisaje y experiencia con por ejemplo la Clásica San Sebastián o el Tour de 1992 y con Amorebieta como lógico "camino hacia Iparralde".
Y así, con la carrera lista para dejar atrás la experiencia vasca de albergar el Tour, Amorebieta-Etxano fue asiento de la tercera etapa, la catapulta de la última salida en territorio vizcaino, una lanzadera hacia Francia, una fiesta para una localidad volcada con los héroes del pedal. Porque así se ha concebido la llegada de la Grande Boucle. "Es un día de fiesta y tenemos que vivirlo como tal", expresaba la alcaldesa, Ainhoa Salterain, ante un acontecimiento que es "un honor" poder acogerlo, "una oportunidad histórica" para que el mundo observe atento a la pasión vasca por el ciclismo y a las bondades de una tierra tallada para el espectáculo.
La respuesta fue masiva, con gente que aseguraba haber solicitado un día festivo en el trabajo para no perderse la especial ocasión. El pueblo correspondía engalanando el evento. Personas agolpadas en las aceras, miles de seguidores apostados sobre las vallas. Bicicletas, maillots, gorros, banderas, pancartas... Ambiente Tour. Los corazones latían con fuerza. Los adultos explicaban la magnitud del acontecimiento y sus detalles; la juventud atendía ojiplática. También pedía. Solicitaban recuerdos de esos que ser conservan como decorativos para toda la vida. "¡Cavendish, dame tu botellín!", reclamaba un joven, despertando las sonrisas a su alrededor. “Mira, si tienen lavadora y secadora en el autobús”, se sorprendía otro, señalando a las entrañas del autocar. A falta de un corredor, bueno era un coche, un autobús o una bicicleta de la caravana del Tour para inmortalizar el momento con una fotografía. Hervían los teléfonos móviles, dejando sin conexión ni cobertura al lugar. Había que buscar espacios para caminar. La hostelería se encontraba especialmente abastecida.
Los jaleados jinetes vascos del Tour
El pasillo previo a la salida en la calle Nafarroa era un desfile y ovación. Es ducho el aficionado vasco, que reconocía a los protagonistas, que aparecían en dirección hacia el punto de partida en cuentagotas, para mayor deleite del aficionados, como podía jalear a cada uno de manera individual. Cierto es que había especial reconocimiento y aliento para los siete corredores vascos: Mikel Landa, Pello Bilbao, Ion y Gorka Izaguirre, Omar Fraile, Jonathan Castroviejo, Alex Aranburu, los siete jinetes de Amorebieta, a quienes se les invitaba a atacar sin piedad en busca de una nueva victoria de etapa vasca que refrescara la última, de 2018, obra precisamente de Fraile. Con especial efusividad se jaleaba el paso de Pello Bilbao y Mikel Landa, unidos por el equipo Bahrain, compartiendo piel y coincidiendo en el paso. Todos presentaban rostros de concentración, sin oídos sordos pero con la mirada aguileña. Quieren responder ante su público. Al igual que los aficionados vascos, ellos también están viviendo un acontecimiento histórico, una huella imborrable para la memoria. “Han sido los días más intensos que he vivido”, afirmaba Pello.
Tadej Pogacar, el vasco, que le dicen ahora por su capacidad de ganarse a los aficionados tratando de penetrar en la idiosincrasia vasca, era también de los que despertaban el aplauso. Se sabe ganar los corazones del público. Es un showman. El esloveno estuvo repartiendo camisetas, haciéndose más grande aún, como distrayéndose del asunto de su lucha por la carrera. Porque ahí aparecía Jonas Vingegaard, este de espíritu gélido pero también reconocido por sus méritos. Al estadounidense Lawson Craddock, autor del irrintzi durante la presentación de los equipos en Bilbao, se le regaló una ikurriña, como hermano del pueblo vasco.
Curioso fue el paso de Adam Yates con el maillot amarillo ceñido, subido sobre su bicicleta y dirigiéndose al punto de salida de la etapa junto a su perro, de nombre Zoe, en paralelo, como en la fuga que le dio el triunfo en la primera etapa. Y es que la familia de los Yates andaba por el lugar, disfrutando de Adam y también de Simon, hermanos que hicieron las delicias en la jornada con salida y llegada en Bilbao, escapados juntos y colaborando, como en un sueño de infancia.
Estaban excorredores como Igor Antón, David López, Iker Camaño, Purito Rodríguez... y una Joane Somarriba que conserva la forma, porque subida a la bicicleta y vestida de corredora se paseaba por la salida, sonriente, orgullosa, porque ella también aportó su granito por hacer de Euskal Herria un lugar atractivo para el Tour. El futbolista Xabi Etxeita, que dejó el azul del Amorebieta y la celebración del ascenso a Segunda División por el ciclismo, los expelotaris Iñaki Iza y Andoni Aretxabaleta… tampoco quisieron perderse la cita. Por supuesto, Amorebieta contó con la presencia de la representación institucional, encabezada por el lehendakari Iñigo Urkullu, que paseaba junto a la futura diputada general de Bizkaia, Elixabete Etxanobe, y la alcaldesa. “Ha sido una gran oportunidad para Bizkaia acoger dos grandes salidas para colocarnos en el mapa. No hay más que ver la respuesta de la afición y las imágenes de estos días”, expresó Etxanobe.
Todos arropados por miles de aficionados que dieron color a un día histórico. Los seis kilómetros de salida neutralizada despidieron el Tour, que ponía rumbo a Francia, con Prudhomme liderando el pelotón subido al coche de la organización, asomando su cabeza al viento como si fuera el patrón de una nave que pretende conquistar el mundo con su poderoso séquito multicolor. Dirección a Baiona, meta de la tercera etapa. Agur, Amorebieta. La localidad siguió de fiesta, con danzas, conciertos en la plaza Zubiondo, actividades y una pantalla gigante que reunió al pueblo para seguir disfrutando de la jornada hasta el último suspiro. La historia ya estaba escrita. El Tour, imponente en su edición número 110, mayúsculo, magestuoso, se despide de Bizkaia.