Al margen del significado más esotérico, de las chisteras y los conejos, se dice que alguien es un mago cuando posee una destreza especial o destaca por sus aptitudes en un área determinada. En ese sentido, quienes han trabajado mano a mano con Andoni Ortuzar en su dilatada trayectoria (Sanfuentes, Abanto-Zierbena, 13 de julio de 1962) se refieren a él como un mago de las distancias cortas porque se ha movido como pez en el agua en ellas, por su don de gentes y su capacidad para alcanzar acuerdos. También lo ven como un mago de la palabra, por los sonados titulares que ha dejado, donde se le nota la vena periodística. Ven al Ortuzar más humano, el que se pone el delantal para cocinar en el txoko, el que se ha disfrazado en los carnavales del PNV, y el que sufre hasta experimentar malestar físico con cada derrota del Athletic. Y ven al Ortuzar que ha sido capaz de alcanzar resultados históricos con el PNV.
Hace unas décadas, pensar que Ezkerraldea pudiera cambiar de color político también parecía un ejercicio de alquimia. Pero lo hizo, y el PNV comenzó a desbancar a los socialistas de sus alcaldías durante la etapa de Ortuzar en la Ejecutiva vizcaina. Más tarde, su mandato de doce años en el Euzkadi Buru Batzar concedió al PNV sus mayores cotas de representación institucional, porque llegó a liderar al mismo tiempo el Gobierno, las tres diputaciones y las tres capitales de la comunidad autónoma vasca. Esa ha sido la seña de su mandato, pese a las turbulencias más recientes. Ortuzar ha mantenido al PNV en el centro, y ha realizado propuestas sobre autogobierno que no implican ninguna renuncia pero evitan generar frustración. Al presidente español, Pedro Sánchez, le arrancó un acuerdo que lo compromete a negociar el reconocimiento nacional de Euskadi.
En el Estado, el PNV tocó techo en términos de influencia, y se llegó a decir que eran los jeltzales quienes quitaban y ponían presidentes. Ortuzar tiene fama de hábil negociador. A cambio de encarrilar reivindicaciones relacionadas con el autogobierno, el partido de Sabin Etxea jugó sus cartas a derecha e izquierda: alcanzó acuerdos con el popular Mariano Rajoy (por ejemplo, sobre el Cupo), después respaldó la moción de censura del socialista Pedro Sánchez, y en la actualidad sus escaños son imprescindibles en el Congreso de los Diputados, donde se han alcanzado acuerdos de trascendencia histórica. La prensa madrileña y la catalana han presentado durante años al PNV como el partido de moda. El BNG reivindicó para Galicia un Concierto como el vasco, ahora también lo hace ERC, y partidos de reciente creación como el balear Pi trataban de emular su modelo de organización.
Pero, en los últimos tiempos, al PNV le ha tocado vivir una época de cambios a nivel vasco, estatal e internacional. Aunque fue Aitor Esteban quien recitó en el Congreso el monólogo de Blade Runner en su escena final, Ortuzar también podría decir que ha visto cosas que otros no creerían. Y ese nuevo contexto ha puesto a prueba la resistencia del PNV, con la pérdida de la Alcaldía de Gasteiz que ahora lideran los socialistas en coalición con los jeltzales, y el triunfo de EH Bildu en Gipuzkoa, donde, sin embargo, el PNV sigue gobernando tras el acuerdo con el PSE. Durante su mandato, estalló la pandemia mundial del coronavirus, que tensionó los servicios de Osakidetza y desgastó a los gobiernos de media Europa. El auge de la ultraderecha ha provocado una polarización sin precedentes entre izquierda y derecha, un terreno poco propicio para los partidos que aspiran al centro, como el PNV. Y la competencia de EH Bildu es cada vez mayor, ya que la necesidad de votos de los socialistas en el Estado ha acelerado su normalización. En paralelo, la desaparición de Convergència y el fracaso del procés dejaron al PNV sin un aliado de referencia catalán, aunque las relaciones vuelven a ser fluidas con Junts.
Desde el parto con cesárea hasta su ascenso al EBB
La trayectoria de Ortuzar arranca a una temprana edad. Nació por cesárea en el seno de una familia humilde. Con 14 años, Ortuzar se había afiliado ya a EGI, las juventudes del PNV. Tres años después, conoció a Iñigo Urkullu. Aunque sus personalidades eran muy distintas e incluso contrapuestas, han formado un tándem que ha regido la comunidad autónoma en los últimos 12 años: Ortuzar como líder del EBB, y Urkullu como lehendakari hasta que Pradales tomó el testigo. A Ortuzar le queda como espina clavada la gestión de ese relevo en términos de comunicación, con su filtración a la prensa y con las interpretaciones que se hicieron sobre el malestar de Urkullu. En términos de resultados, Pradales ha contenido el empuje de EH Bildu, ya que ha ganado en votos y empatado a 27 escaños en el Parlamento Vasco. Es la cúspide de una renovación que también se ha impulsado a nivel municipal y foral.
El currículum institucional de Ortuzar comenzó tras su trabajo en DEIA. Tras una entrevista con el consejero de Presidencia de Ardanza, Juan Ramón Guevara, se convirtió en su jefe de prensa en 1987. En 1992, el lehendakari Ardanza le encargó la secretaría de Acción Exterior. Su fluida relación con la diáspora se ha mantenido hasta la actualidad y no ha descuidado su agenda internacional, en la que destacan sus recientes viajes para las elecciones de Estados Unidos o la semana vasca de Argentina. En 1999 regresó al periodismo como director general de EITB, pero en 2008 cogía las riendas del Bizkai Buru Batzar para reemplazar a Urkullu, que había ascendido a la Ejecutiva nacional. La secuencia se repitió el 12 de enero de 2013, cuando cubrió la vacante que dejó Urkullu en el EBB tras convertirse en lehendakari.
Por tanto, Ortuzar llegó al EBB con el Gobierno ya reconquistado por el PNV, tras el paréntesis que supuso el mandato del socialista Patxi López. El PNV tuvo que recomponer las relaciones con el PSE, que estaban muy tocadas, y terminaron recuperando los gobiernos de coalición, que se mantienen hasta el momento. Pero hasta ahí llegaron las facilidades. Estos 12 años han sido azotados por una sucesión de crisis. Aún se notaban los efectos del crack financiero de 2008, y después llegarían la muerte de dos trabajadores cuando se vino abajo el vertedero de Zaldibar, el coronavirus de 2020, y la guerra en Ucrania, con su impacto en los precios. En paralelo, ha crecido la conflictividad laboral de la mano de ELA y en el sector público. Con todo, solo se empezaron a resentir los resultados electorales en los últimos dos años.
El surgimiento de Podemos únicamente hizo daño al PNV en las elecciones generales y al comienzo de su trayectoria. Después de que este espacio perdiera fuelle, EH Bildu se ha nutrido de sus votos y ella ha sido la verdadera némesis del PNV. Sin embargo, en los primeros compases tras su legalización, y en gran medida por la sintonía personal entre Ortuzar y Hasier Arraiz, ambas partes alcanzaron acuerdos históricos como la Ley Municipal y la incorporación de la izquierda abertzale a la Ejecutiva de Eudel. No obstante, la participación de EH Bildu en la ofensiva que llevó a la dimisión del consejero Darpón y posteriores desengaños en las negociaciones presupuestarias restablecieron su desconfianza ancestral, también en el nuevo estatus.
Influencia en Madrid
En Madrid, el PNV ha tenido que navegar en aguas procelosas. Rajoy no le perdonó su apoyo a la moción de censura, pero a los jeltzales no les quedaba otra porque el PP se había quedado ya sin apoyos y no hizo autocrítica tras la sentencia de Gürtel. Sánchez sí había movido ficha y había tanteado a los grupos.
El PP, ahora con Feijóo, simula que hay un cortejo, pero Vox y PNV se repelen. La convivencia con una argamasa en la que están Podemos y Bildu tampoco es fácil para el PNV, y algunos sectores creen que le resta apoyos entre su votante más conservador. Aun así, lo cierto es que el PNV ha sacado chispas a su influencia y ha arrancado por primera vez al Estado un calendario para el cumplimiento total del Estatuto de Gernika, incluida la gestión del régimen económico de la Seguridad Social, en la que ya se trabaja. El otro tabú, la gestión de las prisiones, se levantó en 2021.