Ane tiene actualmente 50 años y una familia estructurada que la apoya a salir del pozo negro del trauma. De pequeña sufrió abusos sexuales por parte de uno de sus hermanos, que también abusó de otra hermana suya. “Lo consideraba como juegos porque no hubo penetración, aunque sí contacto inadecuado que marcó mi niñez y mi vida adulta” explicó en el seminario.
El trauma desembocó en estrés crónico, ansiedad y depresión, hasta llegar a un reciente diagnóstico de trastorno bipolar. “Durante la adolescencia fue consciente de que algo no iba bien y todo empeoró con la maternidad”, explicó. Durante este proceso “he vivido mucho dolor, inseguridad, insatisfacción, frustración, rabia, descontento y abandono personal, incluyendo consumo de sustancias”, reconoció.
La vida de Ane empeoró al llegar a la adolescencia. “No tenía ganas de socializar; mi autoestima y sentimientos estaban por los suelos, sentía que estaba abandonada y en una situación de desprotección donde nadie me escuchaba”, detalló.
¿Y su madre no se daba cuenta de lo que le sucedía? “Sí, pero miraba para otro lado; nunca hemos hablado del tema. El no ser apoyada por mi madre me provocó una herida de abandono. Sentía que me había traicionado. Me alejé de amigas y de la gente que me quería y luego comprendí que todo se debía a los abusos que sufrí de niña. Para esconder mi situación desarrollé una doble personalidad”, relató.
Cuando decidió pedir ayuda profesional, porque se sentía en guerra con el mundo y consigo misma, fue diagnosticada de trastorno bipolar, del cual está siendo tratada. De esto hace año y medio. Fue una decisión acertada porque, aunque siempre había tenido ganas de vivir, no había día en el cual no pasara por su mente el pensamiento del suicidio.
Así, acudiendo a terapia durante tres meses en el Hospital del Mar (Barcelona), “estructuró sus heridas” y recibió terapia cognitivo conductual grupal. También ha estado en tratamiento con la psicoterapia de desensibilización y reprocesamiento del movimiento ocular (EMDR, por sus siglas en inglés).
¿Ha perdonado a su hermano y a su madre? “Sí; porque quiero vivir en paz”. Pero la cicatriz de Ane nunca termina de cerrarse totalmente.
Del trauma a la depresión
El 70% de la población mundial ha tenido una experiencia traumática a lo largo de su vida, pero no todas se somatizan ni psicologizan, reconocen los expertos, que sostienen que cuando la depresión deviene asociada al trauma presenta síntomas más complejos, tendencia a cronificarse y mayor riesgo de suicidio.
Apoca atención que prestemos a nuestro entorno, podremos percibir fácilmente que muchas de las personas que nos rodean han sufrido alguna experiencia traumática en su vida: la muerte inesperada de un ser querido, un accidente grave, una enfermedad o lesión de importancia, presenciar una muerte…
E inevitablemente, a la experiencia traumática le sucede un impacto psicológico con múltiples síntomas. En primer lugar, imágenes, pensamientos y recuerdos asociados al trauma que se presentan de improviso impactando en la salud psicológica; pero también síntomas como esquivar personas, lugares u objetos que recuerden el trauma; y en muchos casos, síntomas de alteración del comportamiento, estados de ira, rabia, culpa y de reacción desmedida ante hechos banales.
Es lo que los psicólogos y psiquiatras denominan Trastorno de Estrés Postraumático-TEPT, que afecta a un 3% de la población, de los que casi una cuarta parte presenta síntomas graves. Son datos que pusieron de manifiesto en el XXII Seminario Lundbeck Trauma y depresión, la herida (in)visible, en el que realizaron una panorámica del trauma psicológico, su relación con los trastornos de salud mental, su tratamiento y abordaje.
Se considera que sucede trauma cuando “una persona experimenta eventos o circunstancias que son físicamente o emocionalmente dañinos o que amenazan su vida, y que tienen efectos adversos duraderos en su funcionamiento y bienestar mental, físico, social, emocional o espiritual”, explicó la Dra. Alicia Valiente, psiquiatra y coordinadora de la Unidad de Investigación del Centro Fórum, Hospital del Mar en Barcelona.
“El TEPT, el trastorno más habitual y conocido asociado al trauma, se caracteriza por unos síntomas que se solapan con algunos presentes en el trastorno depresivo. Cada vez hay más evidencia de que estar expuesto a situaciones traumáticas, sobre todo durante la infancia, aumenta por tres el riesgo de desarrollar un trastorno de salud metal, como la depresión”, apuntó la doctora Valiente.
Además, en muchas ocasiones, aquellas personas que consultan en salud mental han vivido experiencias traumáticas sin tratar adecuadamente, lo que les ha generado un malestar emocional mantenido en el tiempo que ha favorecido el desarrollo de un trastorno depresivo.
Mujeres
“Aunque los hombres están más expuestos a experiencias traumáticas, las mujeres desarrollan el doble de trastornos TEPT, especialmente ligados a la violencia sexual, que devienen en el desarrollo de psicopatologías”, sostiene el doctor Guillermo Lahera, jefe de sección de Psiquiatría del Hospital Universitario Príncipe de Asturias
El riesgo de desarrollar TEPT varía significativamente según el trauma, su intensidad y la propia personalidad, siendo el resultado de una compleja combinación de factores.
“Hay factores pretraumáticos, algunos de naturaleza individual, como antecedentes familiares, trastornos mentales anteriores, trauma precoz o baja educación, pero son más importantes los peritraumáticos, especialmente el tipo e intensidad del trauma vivido, así como la reacción inmediata, el recibir o no apoyo social, la soledad del hecho o la indefensión postraumática”.
Prevención
Frente a estos factores negativos de riesgo, están los positivos protectores, que pueden ser individuales, como la buena regulación emocional, el humor, el optimismo y el altruismo; pero también los sociales, como recibir apoyo psicológico, consejo, trato empático y sensible, así como saberse arropado en un grupo de confianza.
Si el TEPT no se ataja de manera temprana y con decisión, los síntomas asociados se manifestarán rápida e intensamente. “Abordar psicológicamente el trauma puede ayudar a regular el sistema, minimizar el impacto y prevenir consecuencias más graves”, sostuvo la doctora María Frenzi Rabito, doctora en Psicología especialista en el abordaje psicológico del trauma.
Se cree que iniciar una terapia psicológica dentro de las primeras seis horas tras la vivencia traumática es crucial para impedir la interrupción de la consolidación de la memoria que se produce durante este periodo.
El trauma puede aparecer en cualquier momento, pero en la infancia y la adolescencia tiene que ver más con el abuso físico y emocional o sexual, con la negligencia física o emocional, con el uso de drogas en el ámbito familiar, tener padres que sufran de trastornos mentales o estén en prisión, el bullying y la sobreprotección.
En la edad adulta, están más relacionados con la violencia de género y sexual, con las separaciones, pérdida de seres queridos, enfermedades graves invalidantes y crónicas, mobbing laboral, adversidades económicas, inmigración, etc.
Suicidio
Una de las manifestaciones comórbidas más comunes asociada al TEPT es la depresión. En los estudios de campo, el 52% de las personas con trastornos de estrés postraumático tiene depresión comórbida, que si va a más y no se ataja puede presentar sintomatología bastante compleja con alto riesgo de suicidio, tendencia a la cronicidad y mala respuesta al tratamiento antidepresivo, sobre todo porque se es muy proclive a las recaídas.
“Un TEPT no mejora con el paso del tiempo”, añade la especialista Frenzi Rabito. Además, dispara el riesgo de suicidio de 2 a 5 veces y puede acortar la vida de la persona entre 10 y 20 años cuando los cuadros son graves.
La especialista mostró su preocupación porque en el tratamiento de la depresión con frecuencia no se incluye una intervención psicológica centrada en el trauma, porque los diversos tipos de trauma pueden influir en los síntomas depresivos de modo diferente. “Esto indica que el trauma psicológico sigue pasándose por alto, tanto en la evaluación como en el tratamiento”.
En esta misma línea, la doctora Valiente recalca que el pilar fundamental a la hora de tratar este problema con depresión comórbida es un tratamiento global y combinado, tanto psicoterapéutico como farmacológico, siguiendo las recomendaciones de las guías clínicas para abordar tanto los síntomas depresivos como el trastorno asociado al trauma.
A nivel personal, el trauma impacta directamente en la percepción de seguridad, hay una pérdida de confianza en uno mismo y en los demás. “El futuro se percibe como incontrolable y pueden aparecer problemas de conducta como una respuesta al estrés y a la incapacidad de manejar situaciones emocionales de manera efectiva”, explicó la especialista.
También son frecuentes amnesias, somatizaciones, conductas adictivas y autoagresivas, y la presencia de disociación. El trauma psicológico lo inunda todo. Por eso, una de las cosas que más necesita una persona con TEPT “es ser escuchada, sin sentirse juzgada”, sentenció.