Según la OMS, en los últimos años los trastornos mentales comunes no han hecho más que aumentar en el mundo. La organización calcula que el número de personas con depresión o ansiedad ha aumentado en el planeta aproximadamente un 50%, lo que supone que cerca de un 10% de la población mundial está afectada. Unas cifras que la pandemia no ha hecho más que agudizar, por lo que la salud mental se ha convertido en un reto prioritario para la sociedad actual, del que no están exentas las organizaciones empresariales.
No en vano, los cuadros de estrés constituyen a día de hoy una de las principales causas de baja laboral. Se trata de trastornos que bien pueden provenir de motivos personales, o bien pueden derivarse de las tensiones y conflictos surgidos en el entorno laboral o una combinación de ambos. Y es que, según apunta Idoia Subinas, “la vida laboral puede ser una fuente de satisfacción o el origen de un profundo malestar, por lo que es preciso intervenir para evitar que se enquisten los conflictos y afecten al bienestar de las personas”.
De hecho, la OMS define la salud mental como “un estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y puede aportar algo a su comunidad”.
Así las cosas, garantizar el bienestar del personal es, ahora más que nunca, una cuestión de máxima importancia, dado que a trabajadores más satisfechos, mayor será el rendimiento y, por ende, el beneficio. “El ánimo de lucro es la base de cualquier proyecto empresarial, pero ello no significa que las personas queden en un segundo plano; todo lo contrario. El verdadero valor de las organizaciones empresariales está en su capital humano activo competente, con ganas de hacer bien el trabajo y de mejorar. Y esto implica trabajar con seguridad y salud”, subraya Subinas.
Prevenir es anticiparse
La Ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales (LPRL) regula el derecho a la protección de la seguridad y salud en el trabajo de las personas trabajadoras, y establece que todas las empresas deben elaborar un Plan de Prevención, con el fin de evitar los riesgos presentes en el trabajo, evaluarlos cuando no se pueden evitar, y planificar e implantar las medidas necesarias de prevención y protección para controlarlos. Dicha norma establece, además, en su artículo 14 párrafo 2, “la obligación del empresario de garantizar la seguridad y la salud de los trabajadores a su servicio en todos los aspectos relacionados con el trabajo, factores psicosociales incluidos”.
“Prevenir es actuar antes de que ocurra un daño, es anticiparse. Es controlar o eliminar las condiciones de trabajo que puedan suponer daños a la salud de los trabajadores. En el caso de los riesgos psicosociales, se trata de riesgos menos tangibles y menos perceptibles a primera vista que un accidente o una lesión, ya que están relacionados con la manera de organizar el trabajo y sus exigencias. Pero esto no quiere decir que no sean evaluables”, explica la coordinadora del Área Técnica de Gipuzkoa de IMQ PREVENCIÓN.
Situaciones como el estrés laboral, el burnout o el mobbing, conforman los denominados riesgos psicosociales, de creciente importancia y a veces olvidados por el hecho de ser más difíciles de constatar. Sin embargo, a día de hoy existen diversas herramientas que permiten realizar “una foto” de la organización y del nivel de bienestar de las personas que la integran, lo cual permitirá, insiste Subinas, “detectar posibles conflictos y poner en marcha acciones de mejora para evitar que se cronifiquen”.
Del conocimiento al compromiso
La evaluación psicosocial implica un compromiso de mejora y de actuación ante los riesgos psicosociales que afectan a los trabajadores, pero, además, lleva a la acción, proponiendo acciones de mejora y acciones correctoras para intervenir en la organización en diferentes niveles. Es más, la clave del éxito de la gestión empresarial ante el riesgo psicosocial está en la intervención psicosocial, y ello consiste en tener claro que la prevención no es sólo el proceso de identificación y evaluación, sino también la planificación de medidas de corrección y de control y, sobre todo, su puesta en marcha. “El objetivo de la evaluación de los riesgos psicosociales, va más allá de cumplir la ley; el objetivo es garantizar el bienestar de las personas”, matiza.
En cuanto a las metodologías, existen diversos métodos para la evaluación de los riesgos psicosociales, pero en líneas generales, podemos distinguir dos tipos de metodología: por una parte, la metodología cuantitativa (se emplea para determinar la cantidad de un fenómeno y entre las herramientas que más se utilizan están Istas21, método del INSHT, etc.); y por otra, la metodología cualitativa, un recurso científico que sirve para comprender aquellos aspectos que se encuentran en el mundo subjetivo de las personas, explorando expectativas y sentimientos, y explicando el porqué de los comportamientos y actitudes.
Método ICMA, una innovadora metodología exclusiva de IMQ PREVENCIÓN
El método ICMA constituye una metodología innovadora y exclusiva de IMQ PREVENCIÓN que persigue el bienestar de las personas trabajadoras. Está compuesta de dos instrumentos independientes y complementarios:
ICMA 37. Validado metodológicamente, es un instrumento de evaluación de riesgos psicosociales adaptado a la realidad actual que permite evaluar la gestión que se realiza en las empresas, qué es lo que genera daño a la salud, el modo de realizar el trabajo, los recursos con los que se cuenta (incluido el conocimiento sobre lo que se trabaja), el ambiente laboral, el apoyo social y la carga de trabajo, entre otros aspectos. Facilita que posteriormente se realicen evaluaciones cualitativas. Su diseño permite que los resultados sean integrados con planes que existen en la empresa como los de igualdad o calidad.
ICMA DIAGNÓSTICO. Se utiliza después de detectarse un conflicto manifiesto y permite a la organización cumplir con su obligación de analizar las tensiones que existan en la entidad, realizar un informe y un plan de acción para gestionarlas.