Vitoria – La pandemia ha sacado, en muchos casos, el mejor rostro de las personas, que se han volcado, a pesar de las dificultades propias, para tratar de ayudar a superar las ajenas. Ha sido el caso de las distribuidoras de productos para la hostelería, que de la noche a la mañana se encontraron con el cierre de los establecimientos, los ERTE de sus trabajadores y la incertidumbre propia de la situación.
Ante esta zozobra, en Comercial Lanber se preguntaron qué iba a ocurrir con el excedente, aquellos productos que no habían podido repartir antes de que se decretara el cierre de la hostelería y el confinamiento domiciliario. Hay productos que aguantan, pero los lácteos vienen con caducidades más cortas. "Teníamos claro que no íbamos a tirar nada, por lo que se lo dimos al Banco de Alimentos y a Desamparadas", recuerda Raúl, que también es presidente de Adisalava.
En Makro, Laura Pacho rememora cómo su situación fue similar. En los productos perecederos, al ser la fecha de caducidad muy corta, hicieron –mientras el producto aún estaba en fecha– una liquidación de toda la mercancía. "Es verdad que también se hicieron donaciones a entidades no gubernamentales para ayudarles. Dependiendo de la zona en la que estuvieras, se lo donabas a unos o a otros", rememora. Al fin y al cabo, la hostelería cayó, pero "el cliente final encontró una solución a esas colas interminables que había en otros centros de distribución para el cliente final. Normalmente no trabajamos con ella, pero encontramos una afluencia de ese tipo de economía", resume.