El apellido Buttini es un referente en la calle Estafeta, y va, inevitablemente, unido al Encierro. Porque una grandísima parte de los periódicos que usan los corredores los ha vendido Carmelo esa misma mañana, y uno de ellos es para él, corredor desde que tenía 12 años y debutó en su primer encierro txiki, que entonces tenían reses de verdad. “Abro la tienda a las 5.45, y, en una hora, antes de bajar a Santo Domingo (suele estar también en el momento del cántico) a las 6.45, ya me he vendido más de cien periódicos”. Carmelo es, junto a su hermano Fermín, la tercera generación del negocio que fundó Benito Echarte Elía, su abuelo materno, en 1943. “Primero en la calle Eslava, y luego aquí en la Estafeta”. Una bajera que empezó siendo de “20 m2, pero, después hemos ido añadiendo dos más, y ahora disponemos de unos 50”. Y debajo, en los sótanos, “tenemos las oficinas y los baños”, dice Carmelo y añade que “la calle hace mucho, la gente pasa, por eso vendemos tanto”. Su tienda ha salido en centenares de imágenes, y más de una aparecerá su abuelo Benito, que siempre seguía el encierro en la calle. “Yo sigo saliendo a correr, pero mi padre Javier Buttini con la persiana bajada y la puerta abierta, se quedaba escuchando. Se oía el ruido, las pisadas...”.
Carmelo estaría corriendo el Encierro, el primero fue con solo 13 años, y su primer susto fue con un manso. Ha tenido que auxiliar a más de uno: “He visto varias cogidas en Estafeta, la de Munuce, al que un toro le dejó grogui; otra donde Casa Lange, un amigo junto al Gure Etxea...”, dice y añade que hasta le ha tocado “echar un cubo de agua para limpiar la sangre de una cornada, y la gente me reñía”, recuerda. Cada día, después de la carrera, a La Casa del Libro vuelven los corredores a por las llaves, móviles y relojes, que han dejado a buen recaudo.