Croacia, vigente subcampeona, vio interrumpido de modo abrupto su idilio con la Copa del Mundo: Argentina le pasó por encima. Reservó el combinado que capitanea Messi su versión más convincente para la trascendental cita. No hubo color salvo en el arranque del encuentro, pero una vez logró mover el marcador todo discurrió cuesta abajo a favor de su candidatura. El líder volvió a ejercer de tal, a un nivel que recordó al mejor Messi, pero el protagonismo estelar del éxito recayó en Julián Álvarez, erigido en el socio perfecto con su intervención en los tres goles. El imberbe destrozó por completo a Croacia, que no halló margen para poner en práctica su acreditada capacidad agonística.
La semifinal quedó decantada en el descanso y, por si quedase algún resquicio para la incertidumbre, que pudiera ser porque la fama croata cuando se trata de tirar de épica no admite discusión, el propio Messi se encargó de sentenciar con la jugada más brillante que ha regalado en Catar. Una internada que nació en campo propio y apuró al máximo trazando el pase de la muerte desde la línea de fondo para que su socio predilecto subiese definitivamente a los altares. La media hora restante estuvo de sobra, Argentina persistió en su actitud, se negó a conceder un resquicio, firmó sin balón una actuación coral impresionante. Solidario cada uno de sus efectivos, aunque beneficiándose de la permisividad del árbitro, el equipo sudamericano redujo a la nada la reacción de Croacia.
Pero el triunfo no fue coser y cantar para Argentina. Antes de que obtuviese ventaja la suerte del choque estuvo en el aire, nada que ver con lo que vino después. Hubo partido, pero buscar explicaciones en fútbol resulta inútil, no siempre es posible. En su naturaleza imprevisible radica uno de los grandes atractivos que ofrece. Este martes volvió a ponerse de manifiesto. Ahora que este juego se fundamenta más que nunca en el control, en cultivar las vigilancias a fin de eludir situaciones que alteren lo que las pizarras dictan, el factor desestabilizador y mágico de este deporte continúa fiel a su cita con el espectáculo. Puede brotar en cualquier instante y en cuestión de un puñado de segundos revolucionar un encuentro, ponerlo patas arriba.
Sucedió vencida la primera media hora, cuando nada hacia prever movimiento en el marcador. De repente, Julián Álvarez, el último en llegar a la alineación de Scaloni, realizó un par de movimientos a la carrera, descolocó al adversario y puso a Argentina con pie y medio en la final. La prodigiosa lectura del delantero que Pep Guardiola captó cuando actuaba en su país y nadie en Europa sabía de él, se tradujo en dos goles que laminaron la más que correcta puesta en escena de una Croacia segura de la viabilidad de su propuesta.
Previamente, la selección europea había asumido una cuota superior de iniciativa, dio un pequeño recital de cómo mover la pelota entre líneas, pese al intenso tráfico en la franja central del terreno y la agresividad que debía soportar en las disputas. Cierto que no se había cobrado una sola acción peligrosa, pero transmitía sensaciones positivas y tampoco Argentina había asomado en ataque porque Messi permanecía ausente, incapaz de entrar en contacto con el balón. La mejor noticia para Croacia.
Y sin que mediase aviso, el férreo orden que presidía el duelo se esfumó. Enzo Fernández trazó un pase al hueco y apareció Álvarez por un pasillo impensable, entró en perpendicular al área, dio un leve toque que superó la salida de Livakovic y cayó a causa del choque con el portero. El penalti lo transformó Messi con un cañonazo indetectable. El golpe, duro por inesperado, no quedó ahí. Cuatro minutos después, en un lance que arrancó en el área argentina, Álvarez culminó una carrera de obstáculos, donde no faltó la complicidad de la fortuna mezclada con la nula contundencia de los dos defensores que le salieron al paso. Álvarez salió ganador de dos rebotes y de nuevo burló al meta con un toquecito.
Animado y favorecido por el desconcierto ajeno, Messi mutó, dejó de ser una sombra y desplegó su catálogo de trucos de magia. Si dos goles no eran suficiente, encima tuvo Croacia que padecer las ocurrencias de un tipo que en anteriores partidos se limitó a espolvorear detalles y que en la semifinal, en cambio, se empeñó en brindar el infinito caudal de juego que le mantiene como número uno. Un saque de esquina suyo pudo significar el tercero: puso la pelota en la frente de Mac Allister, el muy fiable obrero de Scaloni, y Livakovic tiró de reflejos sobre la línea de gol.
Tras el descanso, Dálic revolucionó su formación con tres sustituciones, le urgía agitar el duelo como fuese y por un rato Croacia consiguió encajonar a Argentina. Una réplica inútil, pues no inquietó a Emiliano Fernández, únicamente obligó a extremar las precauciones de una estructura bien asentada en la contundencia de Romero y Otamendi, así como en la generosidad de los demás y en la mala leche que gasta el conjunto en su totalidad a la hora de meter la pierna.
La entereza de Croacia se fue difuminando ante la evidencia de que carece de pólvora arriba y los sobresaltos a que le sometieron Messi y su socio, autores de una pared que el veterano estrelló en Livakovic. Fue el preámbulo del 3-0, con los mismos implicados. El astro y su socio disparan las acciones de Argentina de cara al domingo, el gran día.
Ficha técnica:
ARGENTINA: Emiliano Martínez; Molina (Min. 86, Foyth), Romero, Otamendi, Tagliafico; De Paul (Min. 74, Palacios), Paredes (Min. 62, Lisandro Martínez), Enzo Fernández, Mac Allister (Min. 86, Correa); Messi y Julián Álvarez (Min. 74, Dybala).
CROACIA: Livakovic; Juranovic, Lovren, Gvardiol, Sosa (Min. 46, Orsic); Brozovic (Min. 50, Petkovic), Kovacic; Pasalic (Min. 46, Vlasic), Modric (Min. 81, Majer), Perisic; Kramaric.
Goles: 1-0: Min. 34;#Messi, de penalti. 2-0: Min. 39; Julián Álvarez. 3-0: Min. 69; Julián Álvarez.
Árbitro: Daniele Orsato (Italia). Amonestó a los croatas Livakovic y Kovavic, y a los argentinos Romero y Otamendi. Expulsó por roja directa a Mario Mandzukic, miembro del cuerpo técnico de Croacia.
Incidencias: Partido correspondiente a las semifinales del Mundial de Catar 2022, disputado en el estadio de Lusail ante 88.966 espectadores.