La profesora del Departamento de Economía de la Universidad Pública de Navarra Ariadna García Prado, de Pamplona, es autora, junto a las profesoras de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla Paula González Rodríguez y Yolanda Rebollo Sanz, de un artículo que estudia el impacto en la salud mental de las restricciones de movilidad por la pandemia en Europa. El artículo ha sido publicado recientemente en la revista internacional Economics and Human Biology.
¿Cómo y por qué surgió la idea de este trabajo?
-Yo viví la pandemia no solo como ciudadana sino también como economista de la salud. Contacté con las profesoras González y Rebollo para hablar del deterioro que el confinamiento generaba en la salud mental. De esto se hablaba en informes que, sin embargo, no identificaban la causa fundamental, si era la falta de interacción social, el miedo al contagio, el cierre del lugar de trabajo o algún otro motivo.
¿Cuál fue la metodología seguida?
-Seguimos un enfoque de dobles diferencias que permite comparar a un grupo de control y a un grupo de tratamiento antes y después de la pandemia y por lo tanto nos permitió identificar el efecto causal de las restricciones de movilidad en la salud mental, aislando ese efecto del miedo al contagio y otros factores. Recurrimos a tres bases de datos diferentes.
¿Cuáles fueron?
Primero utilizamos los índices desarrollados por la Universidad de Oxford que miden las diferentes medidas restrictivas. Esta base de datos permite identificar qué países europeos aplicaron las medidas más estrictas y cuáles aplicaron medidas más laxas. La segunda base de datos procede de la Encuesta de Salud, Envejecimiento y Jubilación en Europa (SHARE), en concreto de un módulo dedicado solo a preguntas relacionadas con la pandemia de covid-19 que se hizo entre Junio y Agosto del 2020. Y la última, también de SHARE, se completó en 2015 y en ella preguntaban a los encuestados por sus relaciones sociales en persona, de modo que imputamos estas relaciones sociales a la muestra de SHARE del 2020.
El estudio sugiere que las limitaciones afectaron más a mujeres, personas de entre 50 y 65 años y quienes gozaban de buena salud antes de la pandemia. ¿A qué puede deberse esto?
-Las personas más habituadas a relacionarse socialmente cara a cara se vieron más perjudicadas. Entre ellas están las mujeres, que tienden más a la interacción social. También las personas de entre 50 y 65 años, que tienen mayor movilidad, siguen en el ámbito laboral y cuidan de hijos y nietos con más frecuencia que los mayores de 65. Y finalmente, las personas que declaraban estar sanas antes de la pandemia tienden más salir al exterior y relacionarse en sociedad, mientras que las enfermas a menudo siguen la rutina de estar en casa. Esa es la razón por la que a estas últimas un confinamiento no les afecta tanto.
En el trabajo también se muestran partidarios de los confinamientos selectivos. ¿Por qué?
-Los confinamientos centrados sólo en los grupos más vulnerables pueden compensar los efectos adversos de confinar a toda la población, tanto en términos económicos como de salud mental.
¿Cómo se puede garantizar la salud mental de la población confinada?
-Existe un déficit en el número de profesionales especializados en salud mental en el sector público, de modo que los pacientes que pueden pagar buscan a un terapeuta privado, pero la mayoría de la gente no puede permitirse ese coste.