Tyrion tira impetuoso de la correa. Conforme a su entrenamiento, busca aquellos aromas que le proporcionarán un rato de juego, su premio. Pasa de largo de varias personas hasta que se sienta junto a un joven de 21 años que se dispone a subir a un autobús en la estación de Pamplona. El policía municipal Íñigo Zoco, que le guía, sabe que el perro no falla. En pocos segundos, aflora una china de hachís en una cajetilla de tabaco. “El vicio, ya sabes”, acierta a decir el chaval, que desconoce que, además de la incautación de la droga, recibirá una multa de 600 euros en casa.
Un rato después, Zuri toma el relevo de su compañero y, tras olisquear a varias personas, centra su atención en un varón de mediana edad que lleva una maleta. La labradora se muestra inquieta cuando se pide al hombre que abra la maleta. Aunque el varón niega llevar droga encima, Zuri no cesa en su empeño, hasta que localiza una porción de hachís en el bolsillo de su pantalón. “Tenía miedo, por eso no he dicho nada”, se rinde el hombre, que será multado doblemente: con 600 euros por portar drogas en la vía pública y con otros 600 euros por no colaborar con los policías municipales. Zuri recibe su juguete y lo mordisquea exuberante. Casi tanto como su dueño, el agente primero Jesús Lecumberri, responsable del Equipo Canino de la Policía Municipal de Pamplona, orgulloso del trabajo de su perra.