El medio de comunicación sueco Dagens Nyheter, DN (https://www.dn.se/sverige/barnen-berattar-lemlastade-kroppar-vikthets-och-sjalvmord/), acaba de publicar los resultados de una investigación relacionada con el tipo de contenido que niños y adolescentes ven en redes sociales.
Crearon 18 usuarios ficticios en TikTok, Youtube e Instagram para ver cómo funcionan los algoritmos de las redes sociales. Descubrieron que en 20 minutos esos algoritmos ya saben qué tipo de contenido atrae a los nuevos usuarios y que a partir de ese momento, el 75% de lo que se ve trata sobre esos temas atrapando así a los usuarios en una burbuja de la que es difícil salir.
El método a seguir fue simple: la única forma en que los usuarios ficticios interactuaban con la aplicación era viendo vídeos. Los niños ficticios no indicaron ningún interés, no buscaron ningún vídeo y no les gustó ni compartieron nada.
A uno de los niños ficticios, YouTube le ofreció vídeos que estaban de moda sobre una amplia variedad de temas: baile, cocina, deportes y animales. El usuario no hizo caso y no vio ningún vídeo. A los siete minutos, apareció un vídeo de fuerzas especiales militares practicando combate cuerpo a cuerpo.
El niño ficticio vio el vídeo. Era aparentemente inofensivo, nadie resultó herido, pero como el usuario vio el vídeo, YouTube pareció interpretar que el usuario se sentía atraído por las armas y la guerra. Cinco minutos más tarde, al niño ficticio se le mostró cómo cargar un AK47.
Después de eso, el flujo de vídeos estuvo dominado por armas, vídeos de municiones y tiroteos desde el frente en Ucrania. El usuario se encontró repetidamente con propaganda militar rusa.
En otra de las simulaciones, el niño ficticio se detuvo a ver un vídeo desde un andén de tren desierto. Estaba oscuro y la música era melancólica. La imagen mostraba el texto “Siempre serás mi número uno”. Diez minutos después, el 95% del contenido que se le ofrecía consistía en niños tristes y llorando.
Los investigadores también hablaron con 71 niños y adolescentes de entre 9 y 16 años para saber lo que veían de forma habitual y lo que les contaron les puso los pelos de punta.
Desde consejos de maquillaje, animales bonitos, juegos y deportes hasta violencia mortal, hombres degollados, cuerpos mutilados, accidentes de tráfico, perros y gatos apaleados y estrangulados, personas que se suicidan y gente que habla de autolesionarse.
Casos reales
Yadhira Maranon Hurtado, de 16 años, de Bålsta, dice que ha visto a varias personas suicidarse en las redes sociales. El primero hace cuatro años. Cuenta que no estaba preparada para verlo y que las imágenes se le quedaron “grabadas”. Dice que aún recuerda detalles del vídeo del hombre que se pegó un tiro en la cabeza.
Fue un vídeo que recibió atención mundial. Las imágenes, que se difundieron primero en Facebook, se propagaron más a través de TikTok “ocultas” tras vídeos aparentemente inofensivos.
A principios de esta primavera, un amigo le envió el vídeo de un soldado estadounidense prendiéndose fuego frente a la embajada de Israel en Washington. Fue transmitido en vivo por la plataforma Twitch y el soldado murió en el hospital. Desde la guerra de Gaza, le han llegado imágenes sin censura de cuerpos desgarrados, entre ellas de la un niño que caminaba con una cabeza en la mano.
Ella y otros entrevistados piensan que el feed nocturno de Tiktok contiene más contenido de depresión y enfermedades mentales: “A menudo sucede más cuando estás acostada en la cama y deberías estar durmiendo pero en lugar de eso estás viendo contenido. Muchos publican vídeos sobre lo mal que se sienten, escriben cómo dejaron de comer o se hicieron daño. Está normalizado”.
Uno de los niños que ahora tiene 13 años, Harry Karlsson, dice que ha visto entre 10 y 20 vídeos en los que está seguro de que realmente han disparado o asesinado a personas. Cuenta cómo comenzó a ver uno de un secuestro, pensaba que era emocionante y siguió viéndolo hasta que acabó con una violación.
A pesar de que denuncia este tipo de contenidos en las redes sociales, dice que le siguen apareciendo por lo menos una vez al mes.
También cuenta cómo esas imágenes le acompañan durante mucho tiempo, cuando las ve se queda en shock y no sabe qué hacer pero quiere seguir mirando lo que pasa. Ha dejado de usar TikTok, ahora ve Youtube y es consciente del tipo de contenido que puede encontrar, pero “para ver vídeos divertidos es un riesgo que tienes que correr”.