Emociones a flor de piel, viejas rencillas, alcohol... Este cóctel navideño tiene muchos boletos para estallar en una cita familiar. En caso de que lo haga, el mediador Asier García aconseja “mostrar comprensión a todas las partes sin posicionarse” y, una vez rebajada la tensión, “retomar el ambiente de celebración, salvo que el impacto emocional sea muy alto y haya que separar a alguien hasta que recobre la calma o clausurar ese encuentro”. En vísperas de Nochevieja, este coach familiar de la Asociación Vasca de Mediación, Bitarbask, ofrece las claves para evitar disputas.
Estamos inmersos en las deseadas y temidas navidades. ¿Son una de las épocas más conflictivas del año?
Sí, tenemos que ser felices como nos transmiten la publicidad y las películas y, sin embargo, es un espacio en el que se reavivan sentimientos intensos con relación a la familia.
Hay quien acude a las reuniones familiares ya con la escopeta cargada. ¿Estallará sí o sí?
Sí, muchas veces la historia familiar nos lleva, por las situaciones vividas, a tener ideas preconcebidas. Eso, unido al malestar emocional que podemos tener, predispone para que se den problemas de convivencia o que esos conflictos latentes todo el año se manifiesten en estos encuentros.
¿Para no disfrutar o aguar la fiesta al resto es mejor no acudir?
Tú puedes querer mucho a tu padre porque eres consciente de que ha hecho muchas cosas por ti, pero tener un carácter similar y chocar. Al final hay dos malestares: uno derivado de no compartir estas situaciones con la familia y otro derivado de que tengas unas expectativas frustradas respecto de lo que esperabas que fuese el encuentro.
A veces no se entiende que una persona quiera ausentarse, se le insiste y hay enfados. ¿Hay que respetar?
El respeto y la voluntad de la persona es importante, pero quien decide ir o no tiene que evaluar cuál es el escenario afectivo que se puede presentar en caso de ir y cuál es el impacto emocional de no ir. Si yo me proyecto y valoro que el impacto emocional para mí, incluso para los demás, puede ser mayor que el coste de no ir, no acudir será una decisión acertada.
¿Con qué temas encima de la mesa la discusión está casi asegurada?
La política, el fútbol y la crisis covid, el posicionamiento que uno ha tenido sobre cómo actuar, son algunos de los temas tabú. Más allá de estos temas generales, tenemos que analizar qué temas concretos en una historia familiar son anclas que hacen aflorar un malestar emocional del pasado. Aunque queramos resolverlos, tal vez no sea el mejor momento.
¿Y si, aun así, salen a relucir?
Si tenemos que tratar situaciones de alto impacto emocional, hay que hacerlo en primera persona –me siento– porque tendemos a culpabilizar a los demás –es que tú me haces sentir– y eso genera una actitud defensiva.
¿Decir que un plato está soso, salado o frío puede hacer saltar chispas?
Sí. En Euskadi somos de comer bien y vamos con esa expectativa. En los conflictos hay diferentes percepciones: quien va de invitado y la persona que trabaja por los demás y ha hecho un esfuerzo.
Si mezclamos viejas rencillas y alcohol, ¿se puede llegar al insulto o incluso a las manos?
Sí, a veces es difícil en estas fiestas medir la cantidad de alcohol. Un poquito puede ponernos ese puntito de alegres, desenfadados, pero también puede desinhibir nuestras emociones y comportamientos y fomentar una rápida escalada de la tensión.
A muchos les imbuye el espíritu navideño y se empeñan en promover reconciliaciones. ¿Es mala idea?
Muchas veces en un conflicto familiar no podemos esperar volver al punto inicial porque algo te ha dolido o defraudado y la relación no volverá a ser la misma, pero sí podemos esperar convivir, mantener unas normas de respeto y no tocar unos temas concretos porque hay que pensar en la colectividad de la familia. No solo es el conflicto que tengo con mi hermana, sino cómo le afecta a mis padres.
Si uno se ve obligado a cenar con el enemigo, ¿qué consejos le ofrece?
De manera previa al encuentro la clave sería ser conscientes de cómo nos sentimos, realizar algún ejercicio de respiración o relajación y visualizarnos a nosotros mismos afrontando de manera positiva las posibles dificultades que puedan aparecer.
¿Y una vez que uno está en el domicilio o a punto de sentarse a la mesa?
No llegar antes de tiempo cuando están preparando una comida o preguntar previamente si hay que colaborar. La ubicación en la mesa es muy importante. Poner a personas que están viviendo una disputa enfrentadas genera más tensión. Con quien tenemos una relación más difícil debemos sentarnos codo con codo porque esto implica una actitud colaborativa y reduce las tensiones.
Una vez que estalla el conflicto, no recomienda decir: “Tranquilízate”.
Decir a los demás lo que tienen que hacer bloquea la comunicación. Decirle a una persona adulta que se tiene que tranquilizar le va a generar una actitud defensiva y de contraataque. Desde la psicología inversa, sabemos que surte el efecto contrario.
¿Qué se debe hacer entonces?
En el momento de estallido es mejor no intervenir. Es importante fomentar un desahogo, mostrar comprensión –entiendo que esta situación está siendo difícil para ti, veo que estás muy afectada, te comprendo– y ayudar a una reconciliación con frases como: vamos a darnos un abrazo o vamos a seguir con la fiesta. l