Tiene 22 años de edad, una personalidad arrolladora, un piercing de lo más identificativo en la nariz y un talento descomunal. Asier Martínez ha coronado un año de ensueño con la medalla de oro en el Campeonato de Europa celebrado en Múnich. Pone la guinda a un bronce mundialista que logró hace nada en Oregon (EE.UU.), dejando muy claro que es el rey de los 110 metros vallas. El de Zizur es una estrella. Incipiente. Prometedora. Real. Pero con los pies en el suelo, y todavía no se cree su nueva condición de campeón continental: “Todavía no me lo creo. Apenas he tenido tiempo para asimilarlo. Esa tensión sigue aún presente y creo que me va a costar hacerme a la idea”.
Interrogado, en entrevista con el diario Noticias de Navarra, sobre cuántas vueltas ha dado a la cabeza a la prueba del miércoles, Asier Martínez dice que apenas “he tenido tiempo para nada. Entre prensa, pruebas antidopaje y demás después de la competición, casi no he podido disfrutar” y recuerda cómo vivió esos instantes desde el final de la carrera hasta que vio que era campeón: “Con mucha emoción, porque tuve la suerte de tener a mi entorno allí. Conmigo. Disfruté con mi gente, con mi familia, y supuso mucho para mí a nivel personal y también para ellos, que imagino que acumulaban una tensión a otra escala. Sentí liberación, sobre todo”.
El navarro, que reconoce que es difícil “explicar con palabra” lo que se le pasó por la cabeza hasta que vio que era campeón de Europa, quiere detenerse en todas las personas que han contribuido para que este sueño se haya hecho realidad: “Mis amigos, mis compañeros de entrenamiento, mi entrenador, mi padre… Hay gente que no pudo estar presente en esas gradas, pero que me ha estado apoyando en todo este año. Que hayan podido tener este premio supone mucho para mí. Al final, este oro para ellos también supone mucho”.